Adiós a Michael Gambon, el caballero de voz profunda y Dumbledore en Harry Potter

Carlos Portolés
Carlos Portolés REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Dylan Martinez | REUTERS

Muerto a los 82 años, deja tras de sí una nutrida lista de grandes interpretaciones en cine, teatro y televisión

01 oct 2023 . Actualizado a las 19:29 h.

A Michael Gambon le pasó lo que a otros tantos grandes actores. Fue engullido en vida por uno de sus personajes. En el imaginario colectivo, es Dumbledore, el estricto pero razonable director de la escuela de magia Hogwarts. Aunque es de justicia reclamar que no lo era del todo, pues en las dos primeras entregas de la saga Harry Potter fue el también inmenso —con perdón, pero de hecho un poco más inmenso— Richard Harris el que vistió los hábitos merlinianos. No es fácil tarea la de recoger el testigo de uno de los pobladores del olimpo de las tablas —Un podio que es, casi en su totalidad, tan británico como la reina Victoria y los Fish and Chips—. Pero salió de la temeridad no solo airoso sino hasta con un notable alto. 

Que perdonen los groupies del conjuro y las gafas de culo de vaso, pero un vistazo a la filmografía de este señor basta para confirmar que su paso por el universo de Rowling, aunque meritorio, apenas fue una pequeña partícula de su destacada andanza. En el cine tuvo siempre faceta múltiple. Su cara arrugada y voz ronca eran sinónimo de solvencia. De una artesanía dramatúrgica que bebía de las fuentes más altas del pasado. Integrante modesto pero muy docto de una generación que, más que en ocaso, está ya en réquiem. De su quinta, se han ido recientemente John Hurt y Albert Finney. Se aferra a la vida como Custer a sus botas Michael Caine, esperemos que por mil años más

En comedia era gracioso y en drama era rotundo. Pocos elogios más completos se le pueden lanzar a alguien vivió de actuar. Especialmente risueño estuvo, por ejemplo, en el Life Aquatic de Wes Anderson, donde aparecía poco pero bien. Algo que define su experiencia septimoartística. Un puñado de intervenciones reducidas pero extraordinariamente ejecutadas. Un planteamiento casi quirúrgico del arte que llegó a manejar con pulso templado y veteranía.

Un querido de las tablas

Simpático testimonio de su trayecto profesional son sus dos colaboraciones con el Peter Cushing de la Hammer más macarrónica. Una de espíritus, Noche Infernal (por la que también danzaba Christopher Lee, otro grande marchado), y otra de licántropos, La bestia debe morir. Vienen a la mente otras muchas perlas. La tirando a brillante Gosford Park, la muy buena Open Range (donde daba réplica a Kevin Costner y Robert Duvall), o la resultona y reciente El último Virrey de la India

Fue el intransigente y machote Jorge V en El discurso del rey, al lado de un inolvidable Colin Firth tartamudo. Muchos apreciaron el regusto definitivo que dejaba su timbre de voz al declamar las líneas. Por eso fue un magnífico narrador. Y no en piezas menores. La coeniana Ave, César, las tiernas del osito Paddington o la stop-motion (y, encima, también de Anderson) El fantástico Mr. Fox. En 1999 recibió, por fin, el título que casi todos los de su hornada acabaron obteniendo antes o después. Caballero de la reina Isabel II. Así que, por mejor decir, no es realidad Michael Gambon el que ha fallecido, sino Sir Michael Gambon. Uno que se paseó por los escenarios recitando los mejores monólogos shakespirianos. Desde el Rey Lear hasta Hamlet pasando por Otelo y Macbeth. En tres ocasiones ganó el premio actoral Laurence Olivier. Merecido sin duda. Que la vida siguiente (si es que la hay), lo reciba con el mismo cariño con el que lo hicieron los admiradores, la cámara y el telón abierto. Un currículo extraordinario, no por sus picos de genialidad sino por lo meritorio de su constancia. Se echará de menos ver su marisquero nombre aparecer en los créditos.