Sonsoles Ónega: «Soy hija de la magia literaria gallega, de las leyendas que recorren la tierra»

María Viñas Sanmartín
MARÍA VIÑAS BARCELONA / ENVIADA ESPECIAL

CULTURA

Sonsoles Ónega, co premio Planeta.
Sonsoles Ónega, co premio Planeta. Alejandro García | EFE

La novela ganadora y la finalista del premio Planeta saldrán a la venta el próximo 8 de noviembre

17 oct 2023 . Actualizado a las 20:13 h.

Dice Sonsoles Ónega (Madrid, 1977) que toda la vida ha escuchado en casa historias de mujeres que andaban con velas encendidas en la cabeza que cuando llovía no se apagaban. De casta le viene a la ganadora del Premio Planeta su inspiración. «En algún lugar de mi cabeza había un deseo no confesado muy íntimo de escribir sobre los pazos, sobre la emigración que viajó a Cuba y sobre la Galicia del mar», confiesa. Con estos mimbres ha construido Las hijas de la criada, «una novela que recorre casi un siglo de historia a través de las azarosas vidas de los miembros de la familia Valdés, que empieza haciendo una gran fortuna con la sal, llega a Cuba para seguir haciéndola con el azúcar y vuelve para convertir un aserradero en una conservera llamada La Deslumbrante», cuenta. «Sus vidas —añade— estarán marcadas por una venganza, la del intercambio de dos niñas al nacer, hija una de la señora de la casa y la otra de la criada, ambas engendradas por el patrón».

—La chispa que prendió esta historia fue precisamente el caso real de las bebés cambiadas de Logroño que salió a la luz hace un par de años, cuando cumplieron la mayoría de edad. ¿Cuándo y cómo aparece Galicia en la ecuación?

—No podría precisarlo. En mi caso, para empezar a escribir tiene que surgir una idea muy concreta de lo que quiero contar y aquí fue esa noticia real; las noticias casi siempre son mi motor literario. Luego tuve que buscar el contexto. Volver a Galicia siempre es un placer, también literariamente, y creo que en ello hay algo de reivindicación imaginaria de mi país ideal: solo puedo vivir ahí en las novelas, en la ficción. Me pareció que podría ser un escenario perfecto. El retrato de la conserva fue posterior, y me quedé absolutamente atrapada por la magia que hay en torno a esta industria. También me permitió volver a Cuba, porque mi primera novela es una novela cubana, escrita hace 18 años.

—Tras recibir el premio dijo que Galicia era siempre «abrigo».

—Sí, porque lo fue de la infancia, de la adolescencia y de la madurez, lo sigue siendo. Siempre que tengo que huir unos días, Galicia es refugio, pero además es de por sí tierra literaria, la magia siempre está presente, sobre todo en las aldeas. Y yo, por mis raíces, soy hija de esta magia, de las leyendas que recorren la tierra.

—¿Se siente gallega?

—Te diría que sí, pero me siento un poco impostora reivindicando una tierra que no me vio nacer, aunque indudablemente me recorre las venas. La mitad de mi familia es gallega y en mi casa siempre se ha hablado gallego. Y a Galicia siempre vuelvo, siempre que puedo y menos de lo que querría. Así que sí, te diría que sí, que me siento gallega, pero sin querer robar una patria en la que no he nacido.

—¿Ha leído su padre [el periodista gallego Fernando Ónega] el manuscrito original?

—Leyó una parte que le dejé ver en verano, porque precisamente quería que me ayudase con ese universo gallego, que es de donde yo he mamado. Y este domingo por la noche, que hablé con él después de la gala, le pregunté si no se imaginaba que me había presentado al premio y me dijo que no, taxativamente. Tengo muchas ganas de que la lea ahora, como Dios manda, en la edición de papel y bien hecha. Y espero estar a la altura de su exigencia, que es mucha. Mi padre es muy atlántico en los afectos y le cuesta adjetivar lo que hacen sus hijas, cosa que me parece muy bien.

«Escribiendo esta novela descubrí la injusticia de la mujer en la industria del mar»

Ónega pone a las mujeres en el centro de Las hijas de la criada. En ellas recae el peso de la historia.

—¿A qué responde este protagonismo femenino?

—No sé si fue una decisión, porque no estoy muy segura de que en la literatura se puedan tomar decisiones. Escribiendo la historia descubrí la injusticia de la mujer en la industria del mar, porque yo no llegué a esta novela para reivindicar el papel de la mujer. En el proceso de documentación me encontré que había habido muchísimas gallegas en las fábricas, y las sigue habiendo. Y me faltaba una patrona con nombre y apellidos, con reconocimiento, que no significa que no hayan existido, porque no lo sé, no hay historia con mayúscula al respecto. Me pareció un hilo bonito del que tirar, pero no fue una decisión, me fui encontrando con ello, y con mucho gusto. Mi protagonista crea una escuela de mujeres en la fábrica, las arenga para que rebajen el vino de sus maridos con un agua, para que no las preñen si no quieren, para que aprendan a leer y a contar.

—Presentando un programa diario, ¿cómo va a encarar la monumental tarea de promoción de la novela que se le viene encima?

—Es algo en lo que tenemos que pensar, en cómo organizar la promoción con cumplir con la tele. Ambas cosas son prioritarias, pero seguro que encontramos la manera sin sacrificar el programa, que es una criatura que también está creciendo. Estamos en una temporada muy exigente, con muchísima competencia y no me puedo despistar ni un minuto; habrá manera de hacerlo sin escarallar alguna de las cosas.