César Pérez Gellida, ganador del Premio Nadal: «Incomodar al lector es mi obligación»

Miguel Lorenci MADRID / COLPISA

CULTURA

Kike Rincón | EUROPAPRESS

El autor de «Bajo tierra seca» asegura haber escrito una novela «muy negra» que «solo podía ambientar en Extremadura»

07 ene 2024 . Actualizado a las 13:17 h.

Cada día, al comenzar su larga jornada de escritura, César Pérez Gellida, (Valladolid 1974) conecta un potente secador de pelo. El escritor y flamante ganador del Premio Nadal con la novela Bajo tierra seca es calvo como una bola de billar. Eso no quita para que le estimule el runrún del artilugio. «Me conforta y me aísla», explicó minutos después de hacerse con el premio decano de las letras españolas. Un Nadal que en el día de Reyes y con 80 años de historia, fue un fabuloso regalo para un escritor que siente «la obligación de incomodar al lector».

En su novela hay muchos ingredientes «para conseguir el objetivo de un thriller, que es mantener el suspense sostenido desde las primeras páginas hasta el final. Algo que no siempre se consigue», dice el autor de una intriga «muy negra». Quiere que el lector «tenga la necesidad de preguntarse quién es César Pérez Gellida, el pavo que ha ganado Nadal con esta novela». 

Su protagonista es Antonia Monterroso «el personaje que más impactará a los lectores», promete. «Es una mujer sin escrúpulos a la que todos conocen pero que nadie sabe quién es. Conocen su rara anatomía, una morfología muy atractiva para la época; una mujer muy grande muy directa que ha luchado contra casi todo. Su conducta y sus propósitos generarán dudas al lector», avanza. «No dejará indiferente a nadie. O te enamora o la odias».

 Advierte Pérez Gellida que la novela «es en sí un engaño» que hará que el lector «ponga en duda página tras página lo que está leyendo y sentirá que los planteamientos del capítulo anterior no son válidos. Es probable que en cada capítulo cambie de opción».

«Cuando piensas en la ambientación de una novela ves que hay historias que funcionan en muchos sitios y otras que solo lo hacen en determinados lugares. Este es el caso de Bajo tierra seca. Buscaba un medio hostil para que los ingredientes de la historia fueran hostiles. Me fui a la época más hostil que hemos tenido en España en el siglo XX, al margen de la guerra civil: Extremadura, el sitio donde más hambre se ha pasado, donde más daño se ha hecho y más dificultades para sobrevivir ha habido, pero al tiempo el que más ganas para vivir» asegura. Visitó Extremadura antes de escribir «y comprendí que era el escenario que necesitaba. Que esta historia se tenía que desarrollar sí o sí entre Zafra, Almendralejo y Mérida», afirma. «Es Extremadura en 1917: mucha pobreza, caciquismo y hambre, mucha hambre», insiste.

La novela tiene un trasfondo político y social. «Uno de sus puntos cruciales es la hostilidad que hay en el ambiente». «Bajo tierra seca nada germina. De ahí viene el título. Si tus necesidades básicas no están cubiertas, es muy difícil que no se despierte en ti el empeño por satisfacerlas. Un entorno donde nada bueno germina, es el caldo de cultivo para un thriller donde puedas incomodar y engañar . «Incomodar al lector es una obligación. Es mi objetivo fundamental cuando escribo una novela con la que quiero que el lector se remueva al terminar cada capítulo», afirma.

Es una novela «de estructura muy cinematográfica». «Tiene la clara pretensión de ser serie o película. Al escribir estructuro la trama como un guion, con secuencias cortas y alejando y acercando el foco como se hace la cámara. Utilizo muchos recursos cinematográficos en una narrativa audiovisual. Ojalá pueda confirmar pronto que esto se convertirá en una película», confiesa.

Comenzó a escribir hace diez años «por problemas de insomnio». «Encontré un método que me sigue funcionando hoy: inventarme una historia sin molestar a la persona que tengo al lado. Una historia que invade mi cabeza y que al día siguiente retomo en el punto donde la dejé. Ese fue el origen de mi primera novela y lo ha sido de todas las demás», dice el autor de Memento Mori. «Desde entonces no ha cambiado nada. Aún construyendo así mis novelas. Jamás trazo un guión previo ni un argumento. No puedo cambiar», asegura orgulloso de su método.

 ¿Existe el estilo Pérez Pérez Gellida? «Tiene bastante que ver con no no planificar las novelas, torturar mucho a los borradores hasta que confiesan lo que no quieren», señala. «Además tengo que divertirme en este oficio tan solitario. Cada día te sientas ante el portátil, conectas el secador y nadie te cuenta nada. Te lo tienes que contar tú. Durante horas. Es un oficio que requiere mucha concentración, constancia y dedicación plena. El método es lo que tú consigues que al día siguiente te quieras levantar otra vez para aporrear el teclado. «Que por qué se identifica tanto mi forma de escribir conmigo... Pues ni puta idea. Supongo que por tratarse de algo diferente pero no soy incapaz de definirlo».

Escribe con el secador encendido «desde que me siento en el escritorio hasta que me levanto». «Me relaja y me aísla. No sé cuál de las dos cosas es más importante. Enfoco el secador contra el lado derecho de mi rostro. Su aire me acaricia. Trabajo con la Fórmula 1 de los secadores, con tres temperaturas y tres niveles de potencia, como mínimo 2.200 vatios. Cada uno me dura seis o siete meses y no está mal si tenemos en cuenta que les doy un uso diario de 10 o 12 horas. Las facturas de electricidad son morrocotudas», reconoce.

Entró Pérez Gellida en el selecto club del Nadal recordando al «maestro» Miguel Delibes y a Gustado Martín Garzo, dos honorables autores vallisoletanos ganadores del premio en 1947 y 1999, respectivamente. «Ser el tercer vallisoletano con ellos es como entrar en un sueño» se felicita. «El Nadal es diferente a todos los premios literarios. Es aspiracional. Es el más antiguo de este país y para los autores es el summum. Súper emocionante. Este año había más de ochocientos candidatos y estar aquí hablando de mi novela es la bomba» dice el ganador que hasta ahora publicada en Suma de Letras, sello de Ramdom House, el gran competidor de Planeta que ampara a Destino, creadora y editora del Nadal.