June Crespo, de la flor a los vasos comunicantes del cuerpo y el edificio

HÉCTOR J. PORTO BILBAO / LA VOZ

CULTURA

Pieza del conjunto «Vascular» (2024), una de las obras creadas específicamente para esta muestra.
Pieza del conjunto «Vascular» (2024), una de las obras creadas específicamente para esta muestra. H. J. P.

El Guggenheim acoge una muestra de una de las figuras de la nueva escultura vasca

01 mar 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay artistas cuyo mundo es tan particular que cuesta entrar en él al primer intento, la tarea requiere cierto esfuerzo, pero cuando el espectador consigue penetrarlo la aventura puede resultar fascinante. Esa aventura es lo que propone June Crespo (Pamplona, 1982) en Vascular, la exposición que —comisariada por Manuel Cirauqui— inaugura este viernes en el Guggenheim de Bilbao, que quiere con este proyecto provocar una inflexión crucial en la carrera de una de las figuras de la nueva escultura española y uno de los nombres emergentes de mayor relevancia en el panorama europeo actual. En vez de programar cómodamente una especie de antológica, lo que el museo planteó a la artista fue construir la muestra alrededor de creaciones específicas para la gran sala en la planta baja a la que estaba destinada. Lo hace en el marco de la atención puntual que la institución dedica a los artistas vascos contemporáneos, como hizo antes con Jorge Oteiza, Esther Ferrer, Cristina Iglesias, Pello Irazu y Eduardo Chillida, entre otros.

Como explica Cirauqui, que lleva trabajando casi cuatro años con Crespo, a la que califica de referente, buscaban que el proyecto supusiese un salto definitivo tanto a nivel conceptual como de escala, ya que la selección de obras de los últimos ocho años estaría articulada en torno a ese gran conjunto escultórico realizado ex novo: «La mera retrospectiva sería una oportunidad perdida, había que dar un paso decisivo en la construcción de una trayectoria, en calidad y atrevimiento, June Crespo debía afrontar un verdadero reto».

La confianza de la artista es imprescindible para «responder a este espacio como si de un lienzo en blanco se tratase, desplegar una obra, hallar claves y secretos reveladores en esa labor de investigación; y ahí —subraya— la palabra vascular funcionó como llave, puso en marcha ideas, circuitos, organismos, irrigación de partes alejadas, comunicación, estructuras vivas, fluidos, arquitecturas... un campo de experimentación en el que unas piezas actualizan otras piezas, se expanden, demuestran su carácter vivo en flujo y en progreso, modificándose, mutando. Las propias piezas en el montaje le hablaban a la creadora, le pedían cosas, cambios, afectándose unas a otras, redimensionándose».

Crespo comenta la obra «No osso (occipital)», del 2023, ante la atenta mirada del comisario Manuel Cirauqui.
Crespo comenta la obra «No osso (occipital)», del 2023, ante la atenta mirada del comisario Manuel Cirauqui. H. J. P.

En la obra de June Crespo lo orgánico apela a lo industrial, y viceversa; de la fundición y los moldes pasa al tejido y la costura. Todo es posible. La unidad mínima de este universo podría considerarse una sencilla flor, la strelitzia, y de ahí, mediante los sueños —no exentos de erotismo— y el ensamblaje, la escultora traza ese desarrollo tubular tan heterodoxo, viaja a los vasos comunicantes del cuerpo y de la arquitectura, hasta horadar las propias paredes del Guggenheim.

Detalles de una de las piezas del «Conjunto vascular» (2024) y, a la derecha, otra obra sin título (2022).
Detalles de una de las piezas del «Conjunto vascular» (2024) y, a la derecha, otra obra sin título (2022). H. J. P.

«Insistí en un motivo que partía a escala de una flor —detalla June Crespo—, para trabajar con algo orgánico, escaneando la strelitzia en 3D, para llevarla prácticamente de forma artificial y sintética, haciendo operar el tallo casi como tubería, la que ocultan los muros de un edificio pero también como extensión de lo corporal. Hay cierta atracción por lo botánico que toma una apariencia animal con el cambio de escala. Por esa senda —arguye—, se produce un traslado de emociones, pulsiones, de cuerpos imbricados, que me habla de sistema óseo, también de deseo de imantación», matiza la escultora.

La experiencia de caminar y el reflejo del campo político

El visitante hallará en esta treintena de obras de June Crespo, subraya la propia artista navarra afincada en Bilbao, resonancias en experiencias físicas, vitales y afectivas. Ella quiso con la disposición de las piezas en la sala «proponer un espacio en que alguien se pueda encontrar, con su cuerpo, tú a tú con la escultura, que esta le devuelva a la persona la consciencia de uno mismo más allá de lo puramente instalativo». Por eso, dice, es muy importante el hecho y la práctica de caminar, «comprobar cómo cambian los puntos de vista, entrar y salir, alejarte del objeto, configurando como una suerte de coreografía espacial».

Un visitante observa la obra «Díptico VSCHC» (2023).
Un visitante observa la obra «Díptico VSCHC» (2023). Luis Tejido | Efe

Para Manuel Cirauqui, en la obra de Crespo uno puede hallar elementos transversales a la producción escultórica vasca, donde se mueven aspectos como el declive industrial, el destructivo impacto medioambiental, las luchas sociales, las mitologías de la cultura propia, los modos de abordar los materiales... todo en un reflejo del campo político, que incluye también una poderosa sensibilidad feminista. «Crespo responde en su carrera a iconos de la escultura vasca, hay en su obra una pertinencia muy fuerte de territorio. Las decisiones artísticas no son solo puramente personales, aflora aquí un diálogo muy capilar y expansivo con creadoras vascas como Elena Aitzkoa y Cristina Iglesias, pero también con Susana Solano, Doris Salcedo, Louise Bourgeois e Isa Genzken».