Educación de menores y mercancías humanas

Gaspar Rosety LA VOZ

DEPORTES

16 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Hoy me permito solicitarles que hagamos una reflexión sobre la educación en la sociedad actual y, como consecuencia, en el deporte. Los clubes fichan cada vez jugadores más jóvenes y la FIFA ha legislado de manera categórica. Sobre lo que no se legisla ni se habla es acerca de la inmersión cultural de estos muchachos, menores de doce años o mayores de dieciséis, que se incorporan a una nueva vida, a veces sin sus familias, protegidos por sociedades deportivas incuestionables pero sociedades deportivas, al fin y al cabo, y que provocan la llegada del menor a un mundo nuevo, a una cultura diferente y a un status particular.

Estos muchachos requieren, además de la instrucción deportiva, una sólida educación adaptada a sus condiciones de procedencia. No es lo mismo recibir a un niño con su familia, recién llegado de Sudamérica,  que a un niño asiático que venga solo. Ambos presentan distintas necesidades. Por lo tanto, su inmersión en la nueva sociedad debe atender estas cuestiones que complementarán su formación. Y aquí incluyo lenguas internacionales, historia universal, literatura, matemáticas, ciencias, etcétera. No podemos permitir que caigamos en el tráfico de menores porque el fútbol traslada personas, nunca mercancía humana.

Hasta la fecha, algunos delincuentes, disfrazados de intermediarios,  traían a España a jóvenes africanos a cambio de prometerles el oro. Cuando no daban la talla para sus negocios los convertían en inmigrantes sin techo, colchones en el suelo de la Plaza Mayor del relaxing cup madrileño.

Necesitamos concienciarnos de la formación, de sus estudios, darles la seguridad que necesitan a esas edades y evitar, al mismo tiempo, que se sientan cabezas de familia solo porque ganen más dinero aquí en un mes que sus padres en un año entero en su pueblo de origen, que nos les pese la responsabilidad de saber que, si no triunfan en el fútbol, sus familias sufrirán otra vez.

Debemos fomentar escuelas de fútbol y escuelas de vida en sus países de origen, contratarlos cuando los plazos legales lo autoricen y así evitaremos que las transacciones de menores se transformen en tráfico de niños y, de hacerlo en masa, en trata de personas. La FIFA y la Unión Europea trabajan intensamente en esta dirección.