Mario Delas, el pívot con aire de filósofo y números de ingeniero

M.G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Álvaro Ballesteros

Sus errores despiertan murmullo en la grada, sus expedientes son notables

23 abr 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Mario Delas tiene un aire filosófico en el porte y el talante que probablemente no le ayude a conectar con la grada. Más bien al contrario. Es poco dado a celebrar canastas como la de la foto, ante el Fuenlabrada, en una acción de raza en la que irrumpió por el callejón central y hundió el balón en el aro. Tampoco se desmadeja cuando yerra, como sucedió en el último partido, ante el Valladolid, con un gancho que no tocó el aro o un pase que se perdió por línea de fondo.

Pertenece a esa estirpe de baloncestistas que está escrutando el juego en todo momento y sus números lo retratan más bien como un ingeniero. Cuando suma, parece que lo hiciese sin esfuerzo, con naturalidad, como si aprovechase que pasaba por allí. Pero cuando se le escapa una canasta que semejaba hecha debajo del aro o equivoca la dirección en un envío, la afición alimenta el murmullo.

El paradigma del domingo

El ejemplo más reciente remite al partido del domingo. Los números hablan bien de Mario Delas, que acabó como el jugador más valorado del partido, junto con Guillén. Fue el máximo anotador (15 puntos); el que más rebotes capturó (cinco); y también brilló en el capítulo de las asistencias (tres, las mismas que Rafa Luz y Dewar y solo una menos que Vasilis Xanthopoulos).

Una semana antes, ante el Barça, acabó con veinte puntos, cuatro rebotes y veinte de valoración. De nuevo, el que más en el equipo. Y frente al Fuenla aportó quince puntos, diez rebotes y cuatro asistencias. En Gran Canaria rubricó dieciséis puntos y siete capturas.

En los otros partidos desde la lesión de Oriol y la marcha de Muscala, los expedientes no fueron tan destacados pero nunca bajó del aprobado: Real Madrid (11 y 1); Valencia (10 y 5); y Gipuzkoa Basket (12 y 1).

Y, aunque no lo parezca, Mario Delas es uno de los jugadores más jóvenes de la plantilla de Moncho Fernández. Tiene la misma edad que Durand Scott, 24 años, y solo dos más que Rafa Luz, otro que pinta más veterano de lo que dice el DNI.

Lo que nunca aparecerá en las estadísticas es el esfuerzo que está realizando el pívot croata por tratar de adaptarse a una nueva exigencia sin tener al lado a Oriol Junyent y Mike Muscala. Formando pareja con cualquiera de ellos se manejaba más como un cuatro, más lejos del aro. Ahora trata de ocupar el espacio que dejaron sus dos compañeros. Es el que más busca el poste bajo y el juego de espaldas, aunque a veces le cueste la desaprobación, porque su talante le resta decibelios a su talento. Acierte o falle, la compostura es la misma. Casi siempre.