«Cómo hemos cambiado...»

M.G. Reigosa EL PERISCOPIO

DEPORTES

28 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Cada asamblea del Obradoiro CAB es como una inmersión en la melancolía y, al propio tiempo, un interesante observatorio para poner en valor lo mucho que han cambiado las cosas en poco más de un lustro.

Antes del 2009, el Obra era una entidad muy parecida a la que se podía visualizar en la reunión de socios del martes. Incluso menos, porque detrás del equipo sénior de competiciones autonómicas apenas había cantera. Pero gracias a aquellos años de paciencia, resistencia y perseverancia llegó la resolución judicial que reconoció al club el derecho a jugar en la ACB.

En el 2009 tuvo que reinventarse. Y entró en la élite como un invitado que despertaba cierto recelo, pero que ha sabido revertir esa incomodidad y sortear obstáculos de profundo calado por el camino.

Se pasó de la resistencia al relanzamiento. Y en esta nueva etapa tomaron el relevo motor una afición latente que se volcó incondicionalmente, el grupo de empresarios que abanderaron la parcela económica y administrativo, y cada uno de los proyectos deportivos. El descenso a la LEB no llevó parejo un proceso de depresión y autodestrucción. Todo lo contrario, sirvió para tomar impulso. Luego llegó la obligación de cubrir el fondo de ascensos y descensos, alrededor de 1,7 millones de euros. Más tarde, la suscripción de tres millones de euros en acciones. El club pudo con todo.

Eran los momentos de iniciativas más voluntaristas que efectivas, más para alimentar el espíritu que la caja, como la romería popular, el movimiento somos seis mil, el cañadoiro que sigue vigente... Y el Miudiño como bandera del obradoirismo.

Fue la etapa de la cohesión. Y ahora el club está inmerso en otra, sin las urgencias ni las resistencias de antaño. Pero no por ello más sencilla. Toca asentar y crecer, cuidar los detalles y no caer en el error de pensar que, superados con éxito los sustos, poco más queda que hacer. Queda lo más difícil, mantener la velocidad de crucero sin renunciar a coger más vuelo.

Por eso, cuando el presidente decía el primer día de pretemporada que «este proyecto precisa un número de abonados para no ir mermando» y que es necesario atraer más gente, pero que no acaban de encontrar la fórmula, quizás debería empezar por ver la manera de no perder masa social. Que no es fácil. Este verano, muchos accionistas se han quedado sin el 20 % de descuento al que tenían derecho por haber suscrito títulos del capital social. El baile de los horarios de los partidos, en el que el club tiene poco margen de maniobra porque los operadores televisivos hacen y deshacen su antojo, no ayuda. Y escuchar el jueves en la asamblea a un peñista comentando de pasada que antes de la temporada anterior habían hablado con el club para poder acceder a una serie de ventajas, y que todo había quedado en agua de borrajas, no deja de ser un síntoma inquietante.

Hace un lustro no había tiempo ni margen para darle demasiadas vueltas a los precios, los horarios de los partidos, el marco de colaboración con las peñas, en definitiva, para los pequeños detalles. Eso quiere decir que se han hecho bien las cosas. Pero no está todo hecho. Como en la canción de Presuntos Implicados, «cómo hemos cambiado...».