La metamorfosis del tetracampeón

Antón Bruquetas REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

GERRY PENNY

Gómez Noya pierde cuatro kilos durante el año para disparar sus brillantes capacidades atléticas

17 sep 2014 . Actualizado a las 11:30 h.

Todo en Javier Gómez Noya (Basilea, 25 de marzo de 1983) semeja desproporcionado. Desde su propensión genética a los esfuerzos prolongados hasta la manera en la que se vuelca en un deporte que se ha convertido en su vida. En el calendario apenas encuentra resquicios por donde continuar añadiendo horas a las interminables sesiones de entrenamiento. Pero si hay algo exagerado en la sobresaliente trayectoria del triatleta ferrolano, es su currículo. Un gigantesco palmarés que ha redondeado esta temporada con la consecución en Édmonton (Canadá) del cuarto Mundial sobre distancia olímpica, un hito que solo había logrado el británico Simon Lessing, y con su primer Campeonato del Mundo de media distancia. Sin embargo, como suele suceder cuando se trata de la élite, la clave para ese torrente de gloria emerge en detalles que a simple vista pasan desapercibidos.

Gómez Noya dispone de una tendencia natural para brillar en los deportes de resistencia. Tiene un consumo máximo de oxígeno, o lo que es lo mismo, una capacidad tope de transportar oxígeno dentro de su organismo, de 85 ml/min/kg. El de una persona normal no supera los 53 ml/min/kg. Este parámetro apenas mejora con el entrenamiento. El ejercicio continuado lo puede elevar entre un 15 y un 20%. El resto vive en el ADN y se representa en determinados factores fisiológicos como la ventilación pulmonar, el tamaño del corazón o el tipo de fibras musculares.

Cuando todos estos astros se alinean, resulta un individuo extremadamente eficiente en la circulación del oxígeno, el alimento trascendental para mantener el cuerpo en movimiento. Pero además de contar con este motor superdotado, el mérito del triatleta ferrolano y su entrenador, Carlos Prieto, es ponerlo a punto hasta el mínimo detalle. Lo van perfilando de forma progresiva desde los 72 kilos con los que comienza la pretemporada en noviembre hasta los 68 con los que acaba de proclamarse en Canadá dos veces campeón del mundo en apenas siete días. En esta pequeñas modificaciones de peso, Gómez Noya también varía su rendimiento en las tres disciplinas del triatlón. «Perseguimos que termine la temporada corriendo lo mejor posible, ahí, en el último segmento, es donde se ganan las pruebas», explica el preparador, quien también apunta: «Nos esforzamos para mantener el equilibro, para que su rendimiento a nado y en bici no decaiga sustancialmente». «Al principio del curso -explica el deportista- necesito un período general en el que entreno los tres sectores y lo complemento con el gimnasio». «Para correr luego bien a pie, elevo la intensidad y el volumen de kilómetros corriendo, y también ajusto la alimentación. Al perder algo de peso la natación se ve un poco afectada y, tal vez, tengo menos fuerza en la bici», añade. «Al desprenderse de ese mínimo porcentaje de grasa corporal, la sensación que tiene Javier es que ha perdido algo de flotabilidad en el agua y el altísimo ritmo de los entrenamientos le provoca una fuerte sensación de fatiga». En ese momento los dos saben que están en el buen camino. Que las jornadas de trabajo espartano han dado los frutos deseados. Y es que nada en Javier Gómez Noya ocurre por casualidad.