Un placer casi prohibido

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso Lois EL TERCER TIEMPO

DEPORTES

17 sep 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Física, mental y hasta sentimentalmente, la factura del deporte de élite se vuelve aún más pesada cuando van cayendo hojas del calendario. El cuerpo se lleva más allá de sus límites conocidos, las renuncias a los placeres de una juventud licenciosa se acumulan y, sobre todo, resulta demoledor el desgaste psicológico al que se enfrentan unos elegidos, a los que se da el cartel de ganadores en cada evento que pisan. Con el tiempo, esa carga psicológica se vuelve aún más pesada porque ya se alcanzaron demasiadas cumbres, y ya se convirtieron en rutinas el ceremonial de las victorias, la vanidad de verse admirado al cruzar la meta y el inicio de cada temporada. Si no se ama el deporte y no se afinan desafíos novedosos, asoma el peligro de verse como el ratón que corre en la rueda hacia ninguna parte. Quizá ahí asoma una de las grandes conquistas intangibles de Javier Gómez Noya. Jamás se había encadenado ocho años seguidos como medallista en el Campeonato del Mundo, con cuatro títulos, y un palmarés que, en su conjunto, nadie iguala cuando todavía tiene cuerda por delante.

Cuando tenía 20 años, daba reparo preguntarle por la salud de su corazón, pero el chaval aniñado respondía con aplomo de adulto, porque sentía el peso de la razón frente al veto de la Federación Española de Triatlón. Entre el 2002 y los inicios del 2006, apenas le dejaron competir unos 15 meses. ¿Qué habría pasado si en la adolescencia hubiese podido adquirir ya la experiencia de la que otros prodigios iban empapándose en grandes pruebas? ¿Qué habría conseguido si no le llegan a excluir de los Juegos de Atenas? ¿Cuántos Europeos y Mundiales sumaría si no se hubiese perdido tantas grandes citas que habrían acelerado su progresión? Asusta pensarlo. Aunque, quizá aquella tortura psicológica que superó de joven, indirectamente, terminó de hacerle más fuerte, le grabó a fuego el amor al deporte y la competición, que se convertían en un placer casi prohibido. El peso de la responsabilidad se volvió luego para Javi en la oportunidad de sentirse libre. Por eso derriba barreras por encima de la lógica y el desgaste del tiempo. Una oportunidad para disfrutarlo mientras podamos.