Santiago, pasión contra recortes

Manuel García Reigosa
M. G. Reigosa SANTIAGO / LA VOZ

DEPORTES

Los integrantes de la plantilla del Santiago Futsal hacen piña antes de un partido.
Los integrantes de la plantilla del Santiago Futsal hacen piña antes de un partido. Elena Veres< / span>

Con lo que cobraba Alemao en la temporada más opulenta costea este curso las retribuciones de ocho fichas profesionales y siete de aficionados

28 nov 2014 . Actualizado a las 15:17 h.

Durante una década el Santiago Futsal, antes Lobelle, no faltó a su cita con la Copa de España. Solo el Inter Movistar y el ElPozo Murcia fueron igual de puntuales y presenciales. No se quedó ahí el hito, toda vez que conquistó el torneo en el 2006 y fue subcampeón en dos ocasiones.

Este año el colectivo de Santi Valladares todavía tiene opciones matemáticas de acabar la primera vuelta entre los ocho mejores y visar su pasaporte para el campeonato que se disputará en Ciudad Real. Pero la realidad dice que el objetivo es lograr la permanencia en una temporada decisiva para el futuro del club. Lucha por salir airoso de un proceso concursal que ponga orden en sus cuentas. Y lo hace con el presupuesto más austero desde que irrumpiese en la élite. Atornillando hasta el límite de lo imposible, lo ha rebajado hasta los 360.000 euros. En los años de opulencia llegó a situarse en torno a 1,5 millones de euros.

Alemao, un jugador clave en el crecimiento y consolidación de la entidad, ahora enrolado en el Dina de Moscú, es también hasta la fecha el que consiguió unos emolumentos más elevados. En su mejor año se situó en el umbral de los 100.000 euros. Es la misma cantidad que corresponde esta temporada a las retribuciones de la totalidad de la plantilla de jugadores.

¿Cómo es posible semejante reajuste? En gran medida, confeccionando un grupo en el que siete de sus quince jugadores tienen ficha como aficionados. De este modo, no están obligados a cotizar a Hacienda ni a la Seguridad Social. Compaginan sus estudios con los entrenamientos y los partidos. Y en el caso de Marci, su trabajo en un banco, que le obliga a hacer encaje de bolillos para recuperar la sesiones de entrenamiento en horarios incompatibles con su ocupación laboral, o a asistir a alguna que otra sesión de vídeo perfectamente trajeado, por falta de tiempo para pasar por el vestuario.

Tienen contrato profesional los otros ocho jugadores: los argentinos Lucas Bolo y Gallego Rodríguez, el croata Kristijan Postruzin, los nacionales con más recorrido en la División de Honor (Marcos Vara, Hugo Sánchez, Lucho y Diego Quintela), y una de las incorporaciones de este verano, el portero Iker. Ninguno de ellos sobrepasa los 17.000 euros brutos esta campaña.

El Santiago ha pasado de tener una plantilla con dedicación exclusiva, que se fajaba ante los grandes presupuestos en la zona noble, a pelear en el pelotón de los modestos con un equipo que mezcla profesionales y aficionados pero con un régimen de trabajo igual de exigente o más.

Menos dinero, más kilómetros

Tiene menos dinero, pero hace más kilómetros que nunca sobre el parqué. Y los jugadores que por estudios o motivos laborales se pierden alguna sesión física, la recuperan en cuanto tienen ocasión. Marcos Mecía, el encargado de esta parcela, es el gran damnificado de esta dinámica. Se desdobla para atender todos los frentes horarios.

Los recortes no han entrado en los valores que no se miden en dinero, como la pasión por el fútbol sala. La afición lo sabe y, pese a ver como esta temporada ya se han escapado cuatro victorias de Sar, todas en duelos muy ajustados, no deja de tributarle su reconocimiento al equipo.

Clubes que manejaron grandes plantillas y presupuestos, como el Playas de Castellón o el Martorell, ya no están en la máxima categoría. Modestos como el Carnicer optaron por bajar una categoría porque no podían seguir en la élite. El Cartagena, sin Polaris, bailó en el alambre. El Santiago, con su cantera, sus fichajes en división de bronce y el trabajo de siempre, se mantiene en la brecha, que no es poco.