De San Lázaro a Santa Isabel, del desierto a la bombonera

Francisco Balado Fontenla
Fran Balado AVANTI COMPOS

DEPORTES

11 mar 2016 . Actualizado a las 08:51 h.

Antonio Quinteiro, presidente del Compostela, se lamentaba recientemente de que en los algo más de cinco años que lleva al frente de la nave blanquiazul su gran espina no era otra que el fracaso a la hora de captar más público para la causa.

Quinteiro, además de contribuir de manera incuestionable a sanear una entidad moribunda y haber logrado dos ascensos de categoría, lo intentó casi todo.

El club se hartó de sacar las populares promociones para que los socios adquiriesen entradas más económicas para acompañantes (en ocasiones hasta con botella de vino de regalo), para ver si a alguno le picaba el gusanillo.

También apostó por una agresiva técnica de mercadotecnia tirando los precios de los abonos hasta convertirlos en los más baratos de la categoría y prometiendo aún más descuentos de cara a siguientes temporadas en función a determinadas metas deportivas. Creo recordar que cada encuentro en Fondo salía alrededor de los dos euros, cuando el precio habitual por ver pinchar balones apoyado en una barandilla de un campo de tierra de la Tercera Regional ronda los cinco. Ese año consiguió que creciera sustancialmente el número de abonados, aunque a la hora de la verdad, llegaba el domingo y allí estaban los mismos de siempre.

Se llegó hasta a elaborar una encuesta desde el club para preguntar por las preferencias del socio a la hora de fijar los partidos en casa. Y como los resultados de esta fueron imposibles de interpretar, se decretó una alternancia entre sábados y domingos que todavía resiste.

Solo le faltó reclutar extras, como en las películas, y pagar mediante ETT a razón de nueve euros la hora con derecho bocadillo y refresco en el descanso. ¿Existe una explicación a este fracaso?

La primera, y la más importante, es que la mayoría de la gente es del Barça o del Madrid y le da exactamente igual el equipo de su ciudad, a no ser que en una eliminatoria de Copa le toque en suerte el Barça o el Madrid. Pero existen muchas otras. Una de ellas, el principal objeto de esta columna: San Lázaro.

Está lejos. San Lázaro es víctima de un tiempo en el que todo se hacía a lo grande y, en consecuencia, lejos del centro de la ciudad, en busca de terreno asequible. El estadio lleva el nombre del barrio, el mismo por el que entran los peregrinos en Compostela y el mismo en el que antiguamente se asentaba el lazareto, (hospital para personas que padecían alguna enfermedad sumamente contagiosa) y que, como es lógico, siempre trataba de alejarse de la población. Es decir, está lejos.

Es frío. Tres cuartas partes del año hace un frío de mil demonios. La pista de atletismo que abraza al césped también aporta lo suyo contribuyendo a bajar un par de grados la temperatura ambiente. Esa pista naranja que algún día pensó en convertirse en el epicentro del atletismo gallego, resultó que no contaba con las medidas reglamentarias, por lo que al final lo único para lo que realmente sirve es para alejar al público de la pelota. Para enfriar el espectáculo.

Es desproporcionado. El aforo también fue víctima de su tiempo. Se pensó a lo grande. En los días de vino y rosas la grada casi siempre presentaba calvas importantes. Hoy, que la asistencia media ronda el millar de personas, la proporción entre asientos vacíos y aficionados es de 13 a 1. La asistencia no es para echar cohetes, aunque se encuentra entre la media de la categoría. Sin embargo la imagen de desolación y abandono que se aprecia por la televisión (especialmente si llueve, cuando la gente se refugia del agua en la parte alta de la grada) es la líder indiscutible.

Javier Bellido en un Compos-Murcia (1992).
Javier Bellido en un Compos-Murcia (1992). No disponible

¿Y una vuelta a los orígenes? ¿Un regreso a Santa Isabel? Quizá a muchos les parezca disparatado, pero es incuestionable que existen suficientes argumentos, al menos, para que se abra el oportuno debate.

Desde hace unos años el césped de Santa Isabel es artificial, pero conserva su pedigrí. Es el mismo terreno en el que Caneda y Castro Santos plantaron la semilla del Compos que acabó floreciendo en primera división en la más bella de las flores.

A menos de 500 metros de la Catedral, su emplazamiento, dando la bienvenida al barrio de Vista Alegre, supondría que muchos aficionados pudiesen dejar el coche en el garaje, ayudando así a mejorar su estado de salud y contribuyendo a no colapsar la zona, ya que el aparcamiento podría suponer un problema.

Santa Isabel está rodeado de bares y restaurantes que endulzarían el pre y el post partido (nada de encontrarse en la puerta del estadio y salir pitando cuando acabe el fútbol, como sucede ahora).

El aforo oficial del estadio es de un millar de personas, algo que lo convertiría cada domingo en una pequeña bombonera, y si algún día le da por acudir a más gente, el recinto admite que el público se esparza por todos los laterales. En algún caso especial, como una promoción o la visita de un ilustre en un sorteo de Copa, hasta podría levantarse una grada supletoria. En último caso, quedaría la opción de regresar a San Lázaro, si alguna tormenta o la simple desidia no lo ha derribado antes.

Ascenso a Segunda división en Santa Isabel. 1991.
Ascenso a Segunda división en Santa Isabel. 1991. ANTONIO HERNANDEZ