La bendición de Poulidor

Mariluz Ferreiro CRÓNICA DEPORTIVA

DEPORTES

20 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Es cambiante el peso del triunfo y de la derrota. La cotización de la medalla. El brote verde del laurel. Acaba de fallecer Roger Pingeon. Fue ciclista. Escalador. Y no viajaba ligero de palmarés. Además, de ese que gusta especialmente a gran parte de los aficionados españoles, el de las grandes rondas. Ganó un Tour en 1967 y una Vuelta en 1969. Sus conquistas parecen lejanas. En el tiempo. En la memoria. En la carretera. Sin embargo, ahí está Pou Pou. Raymond Poulidor. El gran segundo de la historia del deporte. Nunca se impuso en la grande boucle. Ni siquiera llegó a saborear una pizca del amarillo. No vistió ni un solo día el maillot de líder. Fue el incansable apéndice de Eddy Merckx. Pero ciertas balanzas se inclinan más ante sus derrotas que ante las victorias de Pingeon.

Durante la carrera, el Tour de Francia improvisa todos los días un pueblo que nace y muere cada mañana, un avispero de ciclistas, patrocinadores, organizadores, periodistas. Allí se cruzan las nuevas y viejas glorias, se estrechan las manos el esprínter y el alcalde del pueblo, intercambian miradas el masajista y la azafata. En anteriores ediciones, para los cazadores de autógrafos y fotos que acudían a ese revoltijo, una de las piezas codiciadas era un señor de nariz ancha, pelo blanco y mejillas sonrosadas. Acudían a saludar a Poulidor franceses, belgas, españoles, italianos... En el 2007, sonreía, encantado, cuando se le preguntaba por el limbo en el que vivía Óscar Pereiro. Todavía no se había cerrado el caso de dopaje de Floyd Landis, por lo que el ganador del 2006 estaba en el aire. Poulidor, repetía sin pestañear: «Para mí Pereiro siempre será segundo y punto». Parecía un ataque de celos ante la posibilidad de que otro saltara alegremente al primer escalón del podio de París. Si se le insistía, acababa discutiendo, extendiendo los brazos, encogiendo los hombros. Casi se enfadaba. No aceptaba una nueva clasificación. No habría vencedor. Al final, confesaba guiñando un ojo: «Mira, ser segundo no está tan mal. Si yo hubiera ganado un solo Tour, habría sido mucho menos importante, nadie se acordaría de mí. Y aquí estáis, preguntándole a Poulidor».