Zancada de talento de Jon Rahm

Paulo Alonso Lois
PAULO ALONSO LOIS REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Christian Petersen | AFP

Cedió la final del Mundial «match play» en el último hoyo ante Johnson

27 mar 2017 . Actualizado a las 10:52 h.

Jon Rahm derriba otra barrera. El jugador vasco logró ayer el subcampeonato del Mundial match play de Austin (Texas). Tras un fin de semana memorable, solo cedió ante el número uno del ránking, Dustin Johnson, en el último green, después de acariciar una remontada épica al llegar a verse cinco hoyos por debajo. Durante varias horas de la jornada del sábado sintió esa sensación mágica de conducir la bola justo al sitio donde necesitaba, antes de tumbar a Soren Kjeldsen en cuartos en solo 13 hoyos. «No fallé un solo tiro, salvo quizás el segundo en el 9», explicó Rahm, de 22 años. Sacude como un terremoto el golf mundial desde que se hizo profesional en junio del año pasado. Ayer, despachó en la semifinal a Bill Haas por tres hoyos de ventaja a falta de dos. 

Johnson empezó a descoser la final en el tercer hoyo. Se adelantó y encadenó la victoria al apuntarse cuatro calles seguidas. Después de ocho hoyos, se veía con cinco de ventaja. Un margen casi insalvable contra un jugador de su fiabilidad. Asumió entonces Rahm todos los riesgos: driver prácticamente en cada tee, juego valiente, hierros en busca de cada bandera... Acierto tras acierto hasta llegar vivo al 18, donde le faltó precisión en un cheap que podía haberle llevado al desempate. La frialdad del norteamericano, muy superior en la primera parte del duelo definitivo, priva al golf español de su primera victoria en una cita de las series mundiales, el calendario de cuatro pruebas creado en 1999 como segundo escalón en prestigio tras los grand slams. 

La derrota ante el número uno no entierra un Mundial casi impecable de Rahm. Arrolló en su grupo, sometiendo a Kevin Chappell, Shane Lowry y Sergio García. Arrasó Charles Howell III en el cruce de octavos. Y llegó el brillante duelo de cuartos. «Cada golpe era exactamente como yo quería», confesó. Con ese repertorio perfecto ganó a Kjeldsen y de paso asustó a un tipo bregado como Haas.

 Aunque Rahm asombró como el mejor aficionado del mundo, el salto al profesionalismo añade un margen de incertidumbre a la carrera de cualquier jugador. Pero su adaptación al PGA Tour resultó inmediata. Consiguió su tarjeta en su quinto torneo, ganó en San Diego su primer título a los siete meses, y ahora también luce como competidor mayúsculo en el pulso por hoyos del match play. Cabalga a lomos de su espectacular pegada («me gustaría conseguir 30 yardas más esta noche cuando duerma porque él golpea muy largo», comentó Haas la víspera de las semifinales). Venció Rahm en la penúltima ronda después de verse apenas durante veinte minutos por debajo al inicio de su vuelta. «No pienso en el favoritismo. Todos los que están aquí son muy buenos», comentó al vencer en la semifinal, a la que llegó rodeado de esa expectativa que acompaña la detonación de una bomba.

Rahm acecha a los mejores (ya es decimocuarto del ránking) con una sutil mezcla de valentía y estrategia. Sin abandonar nunca su ADN de osadía. Por eso llegó a la final con solo ocho hoyos perdidos en seis partidos. Con la garra justa. «Este es un campo fantástico para match play por el riesgo-recompensa», indica sobre el campo de Austin. Se expuso en situaciones en las que podía conseguir una clara ventaja.

A diez días de jugar su primer Masters, Rahm se sacude el cartel de novato para vestir el de favorito. «No es un gran jugador, sino que ya es uno de los mejores del mundo», considera Phil Mickelson. Su hermano, Tim, entrena al vasco en Estados Unidos. «No me sorprendería si gana un grande este año», coincide Haas.