La proeza de Messi en el clásico: Mira mamá, sin dientes

Xurxo Fernández Fernández
xurxo fernández REDACCIÓN / LA VOZ

DEPORTES

Messi se sobrepone al duro codazo de Marcelo y desequilibra a favor del Barça un partido jugado de área a área

24 abr 2017 . Actualizado a las 09:43 h.

Atento a todo, Messi evitó incluso el gol de Ramos. Previsor, lo hizo muchos minutos antes de que se ideara siquiera la acción del tanto. Giró sobre si mismo, burló a Kroos e inició un esprint que el central de Camas tuvo que cortar a lo salvaje, tacos por delante. El árbitro envió al zaguero a la calle, invirtiendo de golpe el manoseado efecto Cesarini. Desposeyó de él al agresor y lo sirvió en bandeja al agredido, que lo aprovecharía en su momento. Un cuarto de hora más tarde.

En el Camp Nou, Ramos equilibró un partido que moría e inclinó la Liga al lado blanco. En el Bernabéu, Messi devolvió las tablas al campeonato en el último suspiro, jugando con la boca hecha un Cristo. Marcelo, el mejor jugador de campo en los locales, hurgó con el codo en los dientes del argentino al poco de arrancar el duelo. El 10 culé se fue sangrando a la banda y regresó al césped furioso y embozado. Así asaltó el genio de Rosario un encuentro desenfrenado, en el que el balón echó la hora y media de área en área mientras Keylor Navas y Ter Stegen trabajaban a destajo para impedir un resultado de escándalo.

Al meta del Barça lo batió Casemiro remachando un remate de Ramos al palo. El brasileño sería también víctima de Messi, que le obligó a cometer dos faltas de amarilla, aunque solo viera una tarjeta antes de que Zidane tomara la precaución de retirarlo. El encuentro llevaba entonces (minuto 69) más de media hora empatado por obra de Messi, quien se había echado una carrera con meta en el interior del área blanca. Desde allí envió el cuero a la red tras la perceptiva pared con Rakitic y el quiebro a Carvajal. Imposible para Keylor.

Como el quinto de la noche, el número 500 de la Pulga en el Barça. El que frustró la espectacular resurrección de un Madrid diezmado. Rakitic había puesto el 1-2 y el Barça olía sangre. Piqué subió con la puntilla, pero se le encasquilló en el área chica. En la suya se despistó poco más tarde y se coló sin compañía el fantasma de James; un desaparecido que en el minuto 86 reclamaba el cuerpo y el papel de Ramos, ya expulsado. Fue héroe por un instante el colombiano, señalándose el escudo y jurando amor eterno a una grada eufórica, que se prometía la Liga hasta que irrumpió Messi, desdentado.