Del sueño del 92 a la realidad del 2017

DEPORTES

La Voz

La vida llevó por un camino diferente a cada uno de los gallegos olímpicos en Barcelona

30 abr 2017 . Actualizado a las 18:20 h.

Fueron dos semanas en las que el planeta se casó con Barcelona. Los deportistas, sobre todo los españoles, vivieron un sueño que, para muchos, fue insuperable. Competir en la cita más importante ante el público más cercano. Irrepetible. Fueron elevados a la categoría de dioses. Sin embargo, eran seres humanos. Olímpicos, sí, pero la mayoría inconscientes de que la burbuja se iba a pinchar en algún momento.

Un total de diecinueve gallegos acudieron a esos Juegos, pero ahora sería impensable volver a reunirlos en un estadio. Cada uno se tuvo que buscar la vida, gran parte de ellos lejos del deporte, para sostenerse a ellos mismos y también a sus familias. Un policía portuario, un directivo de una gran empresa, una empleada del hogar o un chef son algunos de los ejemplos de los profesiones de los que todavía conservan con orgullo la etiqueta de olímpicos. «Después de cumplir el sueño de Barcelona, me propuse un nuevo reto a nivel empresarial», cuenta Jesús Centeno, director comercial de Ricoh. Él y su hermano gemelo, Leopoldo, han sido hasta ahora los únicos pentatletas gallegos en unos Juegos. Pioneros, al igual que Ana Penas y Joaquina Costa en el piragüismo, o Estela Estévez y Ángeles Barreiro en atletismo. Cuatro mujeres de golpe cuando en toda la historia solo había acudido una gallega. «Realmente, con el paso de los años notas lo mucho que se valora», destaca Estela, que ahora es monitora de comedor en el Calasancias de Vigo y entrena en la escuela del Comesaña.

El atletismo fue el deporte con más representación gallega. Tanta, que se vivió un hecho histórico: los tres españoles de los 10.000 metros eran de la provincia de Pontevedra. Alejandro Gómez, Carlos de la Torre y Carlos Adán. «Cuando me vi en la lista no me lo creía. Nos costó muchísimo, era una generación de oro, de un nivel altísimo», rememora Adán, que aún sigue en plena forma. No obstante, las carreras populares son su tiempo libre, porque lo demás lo dedica a ser policía portuario, gracias a una oposición que se sacó en el 2004.

Además del atletismo, el piragüismo y el remo también estuvieron ampliamente representados. La primera disciplina, liderada por un medallista en 1984 (Enrique Míguez), que ahora conserva vías. El otro canoísta, Alfredo Bea, llegó a lo más alto de la federación gallega de su deporte. Igualmente trabaja para su deporte Ramiro Bravo, director técnico de la Federación Galega de Esgrima, además de ser especialista en gestión deportiva.

Mientras, entre los remeros, hay un técnico de producción de una fábrica de vacunas para animales (José Ignacio Bugarín) y un emprendedor (Horacio Allegue). Otro, Miguel Álvarez Villar, es de los más críticos con su pasado. «El remo es muy duro, estás los mejores años de tu vida, y sacrificas otras oportunidades», comenta el vigués, a lo que agrega: «En Barcelona competí lesionado, y aun así conseguimos llegar a la final, pelear al más alto nivel». En este momento se encuentra en York (Reino Unido), ejerciendo de diseñador gráfico, con exposiciones en museos. Dos remeros más, Jacobo Suárez y Jacobo Moroño, fueron descartados en el último instante y no pudieron culminar su ilusión.

Más allá de las fronteras gallegas, en Cataluña, rehicieron su vida el regatista Alfredo Vázquez -diploma en Soling-, que sigue navegando casi a diario, como el jugador de hockey Alejandro Avecilla. Este último, aunque su deporte no estaba incluido en el programa oficial, acabó siendo el único de los diecinueve que se llevó una medalla: plata, con la selección española. Ahora, el único recuerdo de aquella época son los sticks que tiene colgados en el restaurante Casa Alejandro, en Reus, al que se dedica en cuerpo y alma. Diecinueve deportistas, diecinueve historias olímpicas, que renacen un cuarto de siglo después.