Una mujer de hierro en el Lugo

DEPORTES

Óscar Cela

Traumatóloga y especialista en medicina deportiva, Luisa Ibáñez sueña con hacer un iroman a los 50

19 jun 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

No le gusta medir sus pulsaciones con ayuda de aparatos electrónicos ni correr con cascos que amortigüen el sonido de sus zapatillas. Cuando Luisa Ibáñez sale a entrenar, prefiere escuchar a su cuerpo, como lleva haciendo toda la vida. Es traumatóloga y triatleta, aunque esos dos rasgos que ahora parecen congénitos llegaron a ella casi de rebote. Médico del Lugo desde hace dos temporadas, la doctora Ibáñez sueña con hacer un ironman dentro de tres años, cuando cumpla los 50. «Soy consciente de que después el bajón físico será importante», reflexiona. Hace dos años intentó clasificarse para el Mundial de 70.3, pero en su carrera solo había una plaza y quedó tercera: «La primera renunció y yo me quedé con una espina clavada. El nivel es muy alto».

Lugo y el triatlón llegaron hasta ella de la mano, como una casualidad maravillosa. Nacida en Bélgica y criada en Oviedo, Luisa Ibáñez soñaba con pilotar aviones, pero su miopía desvió su rumbo. «La primera vez en mi vida que fui al médico del equipo me impactó tanto que dije: yo quiero ser traumatóloga». Cuando terminó Medicina apenas había 100 plazas en toda España y el destino la trajo hasta Galicia.

«La operación de Gómez Noya me desgastó mucho; hasta que no ganó en Abu Dabi no dormí tranquila» «Hacía atletismo y competía para el Universidad de Oviedo, pero cuando llegué a Lugo lo dejé. En verano no hice nada porque estaba cansada por las prácticas de R1, pero tampoco estaba acostumbrada a no entrenar y me apunté al Aqualife. Había un monitor allí que había montado un equipo de triatlón, me dejaron una bici y empecé a correr más largo», relata. Hasta entonces la doctora Ibáñez se había dedicado a la velocidad y al triple, pero el triatlón la enganchó enseguida. «En mi primer duatlón, cuando llegué a la transición con la bicicleta, las chicas ya habían acabado». Poco después, se coronó como campeona gallega. Sonríe al recordarlo y le quita importancia: «El fondo es muy agradecido».

Teledeporte es su canal favorito, sigue la Golden League y de vez en cuando ve alguna serie que no requiera demasiada concentración, aunque admite que últimamente tiene poco tiempo para esparcirse en el sofá. Su afición por el deporte va tan lejos que es una asidua del ironman de Hawái. «Me apetece repetir este año, pero el viaje de ida y de vuelta es largo», medita.

Una rutina para quitar el hipo

Su rutina quita el hipo. Madruga dos o tres días a la semana para nadar. «Los de la cafetería del Fluvial te pueden decir que vengo a las 7.30 de la mañana. La natación es lo que más me cuesta porque no soy nadadora. Desayuno allí y después me voy al entrenamiento del Lugo o a Polusa», enumera. Los fines de semana los dedica a la bici y los mediodías a correr. «Mi jefe dice que mi fuerza son las manos, pero yo sé que está ahí arriba, en la cabeza. El día que me falle, malo». Su voluntad se ve reforzada por su carácter competitivo: «Yo entreno porque me gusta llegar a la meta con una sonrisa. No me vale eso de que consigues acabar, yo si me pongo el dorsal es para competir».

Le gusta ser el médico del Lugo, los jugadores la llaman «doctora» y ella reconoce que siente la camiseta: «La atención en el campo es un poco estresante. Yo soy traumatóloga, pero tienes que hacer un repaso a las cosas de urgencia. Encima quieres que el equipo gane porque eres uno más y se mezclan muchas cosas, pero compensa».

Médico en primera línea

Aterrizó entre los rojiblancos el año pasado, cuando Luis Milla era todavía el entrenador del primer equipo. Reconoce que nada tiene que ver su trabajo en consulta con la atención a pie de campo. «Si tienes un problema gordo en un hospital, tienes todo a mano. En el campo tienes que tomar decisiones muy rápidas y estar atenta al juego, a si vas ganando o vas perdiendo, qué jugador es, cómo vas en la clasificación, si tienes que hacer un cambio... Imagínate que tienes un problema, tienes que cambiar a un jugador y ya se han hecho los tres cambios. Si pasa algo al principio tienes que dar tiempo a que caliente alguien. Además tienes que conocer a cada jugador, sabes que si cierto jugador se queja, échate a temblar».

Uno de los últimos retos a los que tuvo que enfrentarse fue la operación de Javi Gómez Noya. El triatleta se cayó de la bici poco antes de Río y se quedó sin Juegos. «Lo conozco desde niño y aunque tienes que separar la relación personal, es complicado. A mí me desgastó mucho, pasé todo el verano dándole vueltas y durmiendo mal. Cuando ganó en Abu Dabi le envié un mensaje que decía: ‘Ahora puedes dormir tranquilo y yo también’». «Ves que recupera, pero fue cinco veces campeón del mundo y su objetivo es volver a serlo», empatiza.