Los pazos tienen soldados desde hace 50 años

Carlos Punzón
c. punzón VIGO / LA VOZ

DEZA

MIGUEL SOUTO

Amigos de los Pazos cumple medio siglo defendiendo la recuperación y conservación de una de las arquitecturas más singulares de Galicia. El del Oca es monumento nacional desde marzo de 1982

01 mar 2022 . Actualizado a las 17:31 h.

Unos 250 pazos están a la venta ahora mismo en Galicia. Su alto coste de mantenimiento propicia que muchas de las familias propietarias hayan optado por sacarlos a un mercado inmobiliario que los valora, pero que no acaba de dar salida a tal volumen de edificaciones, en su mayoría, protegidas.

Pero no siempre lo estuvieron. De hecho, el mal estado que casi todos ellos sufrían el siglo pasado propició que un grupo de concienciados con el valor del patrimonio arquitectónico más antiguo de Galicia formasen, hace justamente ahora 50 años, un colectivo de defensa con el que evitar su desaparición: la asociación Amigos de los Pazos, auténticos soldados de protección de las casas solariegas gallegas.

Surgieron oficialmente el 22 de marzo de 1972 en Vigo, con el conde de Torrecedeira, Felipe Bárcena Varela de Lima, y la periodista Carmen Parada como sus primeros presidente y vicepresidenta. Un año después de su creación alcanzaba los 70 socios, y según las cuentas que echaban entonces, se podían identificar en toda Galicia unos trescientos pazos. Hoy están catalogados en el Inventario Xeral de Patrimonio más de 800. A ese salto contribuyeron decisivamente Amigos de los Pazos. «Una parte muy importante de la historia, la vida económica y social de la provincia de Pontevedra, al igual que de las restantes provincias gallegas, ha estado unida a la construcción y morada de los edificios llamados pazos», declaraba desde su nacimiento en sus estatutos la asociación, que en su primer año de vida conseguía que se diera un premio al mejor conservado del territorio pontevedrés dentro del Concurso de Embellecimiento de Pueblos.

Al hilo del décimo aniversario de Amigos de los Pazos, La Voz de Galicia daba cuenta de la reconstrucción de diez edificaciones así clasificadas, fruto en su mayoría de la defensa ejercida por los socios de la asociación, que desembocó en no pocas compras para el patrimonio público. «El pazo se puso de moda tras casi 50 años de silencio, años en los que estas edificaciones civiles de Galicia fueron cayendo piedra a piedra ante la indiferencia de todos», pronunciaba en la cena de aquel cumpleaños Juan Manuel López-Chaves, su casi permanente presidente, aún con el mismo rango con carácter honorífico.

Amigos de los Pazos llevó su defensa de las edificaciones señoriales gallegas a Hamburgo, Constanza y diversos foros para darle más renombre a unas construcciones con cuatrocientos años de vida sobre las que la alarma siempre está activa.

«El gran mérito de esta asociación fue, precisamente, reencontrar al hombre gallegos con los pazos», proclamó en su día el escritor e investigador José Filgueira Valverde, cuando era conselleiro de Cultura y alabó en un acto la constancia de la asociación, que ya en su recta inicial consiguió ser declarada de utilidad pública. Aún resonaban en marzo del 82 las palabras del ilustre pontevedrés, cuando en ese mismo mes y año la ministra de Cultura de entonces, Soledad Becerril, y el rey Juan Carlos firmaban el real decreto por el que se declaró monumento histórico artístico de carácter nacional al pazo de Oca. «Es uno de los mayores y más hermosos de Galicia», se señala en la orden publicada aquel día en el BOE, que tenía el visado de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El mismo López-Chaves escribía en este periódico en aquel momento que «es el más conocido de los pazos gallegos. Junto a su magnífica capilla, destacan, sobre todo, sus jardines, donde hay ejemplares únicos de camelias y un paseo de tilos que hacen de la tierra un manto verde».

Sin embargo, para el presidente de los defensores de los pazos, el más destacable de todos es el de A Picoña, ubicado en Salceda de Caselas, del que advertía que «pese a los reiterados esfuerzos, gestiones y peticiones se destruye inexorablemente».

«Si queremos conservar y restaurar todos los pazos, ya anuncio que el propósito es inalcanzable», avisaba López-Chaves, pero Amigos de los Pazos consideraba tras su primera década de existencia que había logrado acabar con el abandono cultural que durante cincuenta años sufrió la arquitectura civil tradicional de Galicia. Ausencia de trabajos de divulgación e investigación o acciones de defensa y de revalorización que la asociación ha venido paliando con éxito, trabajo que le ha llevado a integrar Europa Nostra, reconocida entidad europea de defensa del patrimonio que saca los colores a las administraciones por dejar desaparecer joyas arquitectónicas, naturales y monumentos o no evitar atentados que ponen en peligro su integridad.

Amigos de los Pazos vigila desde hace 50 años, y sus integrantes tienen intención de seguir, por lo menos, medio siglo más.