Marcho que teño que marchar

Javier Guitián
Javier Guitián EN OCASIONES VEO GRELOS

SILLEDA

M.MORALEJO

05 sep 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

Hay quien critica la forma de hablar de los gallegos. No me refiero al uso de nuestra lengua, que también, sino a la forma de expresarnos, nuestras preguntas, respuestas, etcétera. Será que soy de aquí, pero creo que simplemente no somos falabaratos y que nos expresamos con tino y con juicio. Les pondré unos ejemplos para aclararlo.

Hace ya unos años, pretendíamos utilizar una parcela para un trabajo de campo cerca de Silleda, al parecer propiedad de un tal Secundino. Para pedir permiso nos dirigimos a la cantina del pueblo donde encontramos un hombre sentado en un banco de piedra: «Queríamos hablar con Secundino», le dijimos, y el hombre respondió: «¿Quiénes son ustedes que preguntan por Secundino y yo no los conozco?» Le explicamos que éramos de la Universidad de Santiago de Compostela y que queríamos pedir autorización para trabajar en un prado que era de un tal Secundino. «Vale -dijo- pues yo soy Secundino».

Ya ha pasado el tiempo unos colegas de la Universidad de Oviedo estudiaron las plantas de los acantilados de la zona de Estaca de Bares. Pues bien, uno de los días se despistaron entre las numerosas pistas y al ver a un paisano caminando le hicieron la siguiente pregunta: ¿Esta pista va hasta el mar? Y el buen hombre les respondió: «¿A qué mar?»

La semana pasada salí a pasear con un amigo para acercarnos a la aldea de A Cernada, hoy abandonada. Se encuentra en las cercanías de las fuentes del río Belelle. Tras descender por un camino desde Goente, encontramos un cierre que impedía el paso y volvimos hacia atrás. Al llegar a la carretera nos acercamos a un paisano que nos indicó que desde Filgueiras de Arriba había un pequeño camino que ascendía hasta la aldea. Le pregunté si había mucha distancia y me respondió: «Fun moitas veces, pero nunca o medín».

Veamos. Secundino no tiene por qué identificarse ante unos desconocidos, el paisano de Bares podría enviarlos al Atlántico a al Cantábrico y, finalmente, el hombre de Goente no sale a caminar con un metro o un GPS para medir las distancias.

En mi vida he oído respuestas más ajustadas, ¿Qué critican? ¿La precisión?

Déjense de rollos y olviden el tópico de que no se sabe si subimos o bajamos la escalera. Cuando escuchamos «A quien madruga Dios le ayuda» y preguntamos: «Sí, ¿pero a qué hora viene siendo eso?», simplemente tratamos de aclarar una frase que no explicita a partir de que hora obtendremos los presuntos favores de la ayuda divina, ¿a las cinco? ¿a las siete? No hay nada más cartesiano.

En fin, podría seguir poniendo ejemplos, pero, «marcho que teño que marchar».