Una toxina imprevisible e inevitable

f. fernández REDACCIÓN / LA VOZ

ECONOMÍA

Nace de un proceso natural contra el que no se puede luchar; solo se pueden cruzar los dedos para que soplen los sanadores vientos del norte

23 ago 2014 . Actualizado a las 07:00 h.

Marea roja. Toxina. Suenan fatal ¿no? Pues son términos que describen fenómenos que ocurren de forma completamente natural en las rías gallegas y que afectan a los bivalvos que las habitan y que dan de comer a miles de trabajadores de bateas y mariscadores. El biólogo marino del Instituto de Investigaciones Marinas (CSIC) de Vigo Uxío Labarta arroja luz sobre algunas de las principales dudas que se harán los cientos de consumidores que estas semanas seguramente no habrán podido dar buena cuenta de una fuente de mejillones. La mayor parte de los polígonos de bateas y muchos bancos marisqueros están cerrados por toxinas lipofílicas.

¿Hay más mareas rojas en los últimos años?

Labarta explica que no. Los episodios tóxicos son más frecuentes y casi continuos desde mediados de los años 90. A raíz de esto se implantaron sistemas de control de la toxina. Sin embargo, ya a finales de los 70 se detectaron moluscos que provocaban diarrea.

¿Se pueden evitar las mareas rojas?

«Non teñen solución», replica Labarta. Se trata de un fenómeno natural. La marea roja es la proliferación de células tóxicas en el fitoplancton que sirve de alimento a los moluscos. Los mejillones en particular tiene una gran capacidad de filtración del agua, lo cual implica que incorpora la toxina a su aparato digestivo con mayor facilidad que otros moluscos bivalvos. A él no le hace nada la toxina, pero al ser humano puede causarles molestias como diarreas. Por eso se prohíbe su comercialización hasta que el propio mejillón logra depurarse solo y expulsar la toxina. En esto puede emplear días o semanas.

¿Por qué no se puede predecir la llegada de las células tóxicas?

Porque la concentración de las células tóxicas depende mucho de factores ambientales, como la temperatura del agua o la dirección del viento. Y estas variables meteorológicas son impredecibles, aunque se pueden hacer aproximaciones. Pero no se puede utilizar el argumento del «por si acaso» para tomar la decisión de cerrar polígonos, sino que esto debe estar basado en análisis que arrojen ya unos valores determinados de toxina, es decir, hasta que hay marea roja.

Y ¿cuáles son esos factores ambientales que favorecen la marea roja?

En las Rías Baixas, cuando dejan de soplar los vientos del norte existen más probabilidades de proliferación de células con toxicidad. También contribuye a esto el estancamiento y que suba la temperatura del agua.

¿Hay más incidencia de toxicidad en las rías gallegas que en otras?

No, pero sí es la zona donde la aparición de la marea roja tiene más repercusión. Esto es así porque aquí la producción de moluscos es elevadísima (Labarta calcula que hay 18.000 millones de mejillones colgados en un espacio muy pequeño, fundamentalmente en las rías de Arousa y Vigo) y al mismo tiempo el sistema de control que se aplica es exhaustivo, más que en otras zonas y países. Esto es bueno y malo. Bueno porque el seguimiento de la salud de los moluscos es constante y malo (entre comillas) porque eso conlleva que se cierren polígonos en cuanto sube el índice de toxicidad.

Dispersar los polígonos ¿solucionaría el problema?

«¿Onde os dispersas?», replica el investigador del CSIC. Uxío Labarta recuerda que se realizaron ensayos para instalar polígonos de bateas fuera de las rías, pero no aguantaron los temporales del mar abierto.

análisis tercer grado a las lipofílicas