Comprar un brik de leche, más barato que una bolsa de aperitivos

Mario Beramendi Álvarez
mario beramendi SANTIAGO / LA VOZ

ECONOMÍA

0,83 euros un paquete de Triskis, aperitivo de maíz más caro que la leche.
0,83 euros un paquete de Triskis, aperitivo de maíz más caro que la leche.

La banalización del producto en el lineal de venta pone al descubierto la crisis de la cadena de valor

28 abr 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

Detrás de cada cartón de leche hay una explotación que cuida y mima a sus vacas. Y un dueño que se ve obligado a ordeñarlas sin descanso 365 días al año. Se trata de un alimento rico en proteínas y vitaminas, y desde hace ya tiempo, sufre un proceso inexplicable de banalización. Las grandes superficies comerciales, ante la grave crisis del sector, han hecho el gesto de subir unos cuantos céntimos los cartones de marca blanca o de enseña del distribuidor para dejar de utilizar el producto como reclamo. Pero en los lineales de venta todavía puede adquirirse un brik por debajo de 0,60 euros. Ese es el precio que paga un vecino que cualquier mañana no tiene reparos en soltar 1,10 o 1,20 euros por un café en la barra de un bar. Un cortado, que se despacha en tres sorbos, cuesta el doble que un litro de leche.

0,71 euros el litro de Coca Cola.
0,71 euros el litro de Coca Cola.

La sociedad, en su gran mayoría, tiene ya muy interiorizado que puede aprovisionarse de este alimento a precios casi regalados, sobre todo se si compara lo que cuesta producir un cartón de leche con otros productos. Solo se llega a este absurdo cuando no existe respeto por la propia cadena de valor, a lo que han contribuido los propios agentes que la integran, como la industria y la distribución. Cuando hay excedentes, como ocurre ahora con la leche, todos los eslabones presionan a la baja. Y el que paga, al final, es el flanco más débil: el ganadero.

El mismo día en que a un productor gallego le pagan por su leche en el campo 0,288 euros el litro, en un supermercado de la capital gallega, por ejemplo, un ciudadano puede adquirir un cartón de marca blanca a 0,59 euros; en ese mismo establecimiento, comprar dos litros de Coca Cola, un refresco que lleva agua, gas y azúcar, vale 1,41 euros, es decir, que el litro cuesta 0,70, once céntimos más que la leche más barata; a pocos metros y en otra estantería del mismo supermercado, una botella de agua con gas de una conocida marca cuesta 0,83 euros, veinticuatro céntimos más. También sale más caro hacerse con un litro de la lejía de la enseña más económica, que sale a 0,69 euros, y comprar aperitivos o snacks industriales, ricos en grasas saturadas y cuyo aporte nutricional no es comparable a la leche.

0,83 euros el litro de agua mineral con gas.
0,83 euros el litro de agua mineral con gas.

Una bolsa de palomitas con sabor a kétchup vale 0,89 euros y otra de «triskis», una suerte de aros de maíz, 0,88. En ninguno de estos productos hay una cadena de valor como la de la leche. Y sus costes de producción son incomparables con los de un cartón de entera, desnatada o semidesnatada. Detrás de un litro de leche hay una vaca, un señor que la cuida y la alimenta, un transportista que la carga en una cisterna, una industria que la envasa y una distribuidora que la compra y la vende. Y a pesar de todo esto, podemos comprar un brik casi 30 céntimos de euro por debajo de lo que cuesta una bolsa de «triskis».

Nada ilustra mejor los desequilibrios de una cadena de valor que aprieta tanto en precios que pone en juego la propia subsistencia de un sector estratégico para Galicia.