Aprendizaje idílico a un paso de Vigo

Sara Carreira Piñeiro
sara carreira GONDOMAR / LA VOZ

EDUCACIÓN

M. Moralejo

Crecer en libertad, educados en el respeto y la autonomía personal. Es la oferta del CRA Antía Cal, de Gondomar

02 may 2017 . Actualizado a las 11:19 h.

Durante un par de horas cada día, los 70 alumnos de entre 3 y 6 años del Colexio Rural Agrupado (CRA) Antía Cal, de Gondomar, entran y salen de su clase al jardín con libertad, incluso pueden mojarse si lo desean. ¿Un descontrol? En absoluto, todo lo contrario más bien: cuando abandonan el aula tienen que dejar las zapatillas -sí, usan zapatillas de casa en el cole- y ponerse unas botas de agua y un chubasquero; cuando vuelven a entrar, se quitan las katiuskas y se calzan las zapatillas. Si se mojan, en clase tienen ropa de repuesto y se cambian.

Nada en este colegio es normal. Todo fluye en un mundo idílico donde los niños son tratados con respeto, el mismo que se les exige y enseña a tener.

La historia de este colegio con seis aulas distribuidas en cinco parroquias de Gondomar es innovadora desde su nacimiento. «Hasta el año 89 eran escuelas unitarias -rememora Iria Mosquera, su novísima directora-, pero decidieron formar uno de los primeros colegios rurales agrupados (CRA) de Galicia. Les permitía tener más servicios. Ese espíritu de innovación lo seguimos manteniendo». El CRA Antía Cal tiene pequeñas unidades en las parroquias de Chaín, Couso, Morgadáns, Peitieiros y Vilaza; son edificaciones de cuento rodeadas de jardín y decoradas de forma muy similar gracias a una subvención que consiguieron de Obra Social de La Caixa. Y todas comparten profesores especialistas de Inglés, Educación Física, Música, Pedagogía Terapéutica (PT) y Audición y Lenguaje (AL).

El número de alumnos por aula es variable: de 4 a 15, ya que son los padres los que eligen a qué aula irán sus hijos. Hay que tener en cuenta que al tratarse de un CRA, en el mismo espacio conviven niños de 3, 4 y 5 años (realmente, de 2 a 6) y no pueden ser más de 20 por clase.

Los profesores del CRA Antía Cal llevan años trabajando por proyectos y con aprendizaje cooperativo -a la fuerza, con niños de edades diferentes-, pero hace dos cursos decidieron dar un paso más. «Os rapaces contaban de 1 a 20 e sabían escribir moi ben o A, pero se había unha roupa no chan, pasaban por riba dela e ninguén a recollía», explica Gladys García, del equipo directivo. 

Formarse y decidir

Entendían que algo fallaba en su educación. Entonces empezaron a investigar, formarse y debatir. «Tuvimos que consensuar -recuerda Mosquera-, porque tenemos una plantilla de profesores con plaza, estable, y necesitábamos estar todos de acuerdo en esto». Para adaptar lo que había por el mundo adelante a la realidad de Gondomar y a sus objetivos, no se decantaron por ninguna metodología, sino que eligieron de aquí y de allí: de Montessori tienen su material didáctico, y la idea de que cada niño tiene su ritmo y preferencias; de las escuelas de la ciudad italiana Reggio Emilia cogieron el trabajo por rincones (espacios dedicados a las matemáticas, la comunicación lingüística, las ciencias...); de la ecuatoriana Rebeca Wild, la teoría de la libertad y los límites; de la metodología Waldorf, su conexión con la naturaleza; y todo con el espíritu de la pedagogía del cariño, que apuesta por la empatía.

M.MORALEJO

Lo anterior se traduce en una enseñanza sencilla en apariencia, pero donde nada está hecho al azar, y en un respeto absoluto por el niño como persona. «Se eu collo un rapaz de catro meses e o poño andar, calquera me chamaría tola -explica gráficamente García-, pero a ninguén lle estraña que eu intente que un neno de catro anos estea unha hora sentado. Pero é o mesmo».

En el Antía Cal los niños llegan a las 9 de la mañana y durante 15 minutos pueden estar sus padres, es una acogida amable, en la que ellos se cambian de zapatos y deciden qué van a hacer. Las aulas, muy parecidas entre sí, tienen espacios para el reposo, «hospitales», «casitas» y mesas con propuestas que les hacen sus maestros. Cuando uno elige un espacio, sabe que es suyo, que nadie puede imponerle su presencia; a veces juegan juntos, pero en ese caso ambos deben estar de acuerdo. «Les enseñamos a esperar -dice Mosquera- y enseguida aprenden a hacerlo, porque saben que cuando les toca a ellos también se les respeta». Si un cativo está en Babia, los profesores le recuerdan que tiene que decidirse por algo y, si no, ellos le proponen alguna tarea. Después recogen y llega la merienda, donde se charla y se habla de lo aprendido. Y entonces es cuando, ya con dos maestros, los niños entran y salen de la clase cuantas veces quieren.

En todo este proceso, los docentes no están explicando, sino que observan, desde la misma altura que los niños, qué les interesa. Y participan para reorientar la actividad, animarla o lo que crean necesario. 

Niños responsables

El contexto permite cierta libertad al niño, mucha a última hora, pero también le exige. «No queremos niños obedientes, queremos niños responsables», dice Mosquera. Y autónomos. «Ás veces aos pais cústalles», apunta García, porque hoy en día los adultos estamos acostumbrados a adelantarnos a los deseos infantiles y hacer las cosas sin permitirles probar antes.

En el Antía Cal, los niños tienen muy pocas normas, pero hay tres inamovibles: «Respeto a sí mismos, respeto a los demás y respeto al entorno». Parece poca cosa, pero al final vale para casi todo: «Una persona no puede estar mojada, porque entonces enferma, y no puede ser, hay que cuidarse», ejemplifica la directora. A veces ocurre que el niño, que no le apetece cambiarse de ropa, simplemente decide quedarse en clase en esas horas libres y no ir a pisar charcos. Libertad y responsabilidad. 

Claves del CRA

Puertas abiertas

Esta semana las familias pueden conocer el centro. El CRA Antía Cal celebra esta misma semana, desde mañana martes hasta el viernes, sus jornadas de puertas abiertas. Antes de presentar la solicitud para que los niños acudan al centro, las familias interesadas pueden visitarlo (de 10 a 13 horas) y charlar con los maestros. Aunque algunas solo atienden hasta las 14 horas, en una de las aulas los niños pueden quedarse a comer en el colegio público anexo. 

Padres implicados

«Mi hija viene encantada todos los días». Bruna Escalera es una de las madres de la AMPA y reconoce que buscaba un colegio así para su hija: «Ella viene encantada cada día, y nosotros estamos muy contentos». Sabe de familias que viven en Vigo e incluso de una francesa que tras conocer el colegio decidió quedarse a vivir en la zona. Noelia Martínez, otra de las madres, cree que el fomento de la autonomía se convierte en autoestima para los niños, «muy necesaria para toda la vida».

 Otra forma de juega

«Queremos quitar plástico y poner materiales naturales». Gracias a una ayuda de la Fundación Barrié, las escuelas del CRA tienen menos plástico y más materiales naturales. Están empezando a habilitar los espacios exteriores. La colocación de unas cuerdas con nudos colgadas de los árboles ha sido un descubrimiento. En el aula de Couso, entre carballos, los niños se lanzan sin miedo agarrados a la cuerda: «No te creas -explica su profesora-, el año pasado la usaban con muchísimo más cuidado. Pero cuando se sienten seguros van avanzando».

Pensando en primaria

Los niños de primero los invitan en mayo a una merienda en el colegio. La relación del CRA con el colegio de referencia, el Xosé Neira Vilas (solo primaria) es estrecha. Comparten orientador, Ángel Fernández, y para facilitar el paso de una escuela a otra se les ha ocurrido una jornada en común. Los niños de primero prepararán una merienda en el colegio -hay un molino cerca e incluso van allí con el maíz para moler y hacer pan- e invitan a sus futuros compañeros. Ambos grupos ya se conocen, porque compartieron escuela infantil, y así el tránsito es más sencillo para todos.