El «falso shaolín» dijo que estaba «como en borrachera permanente» por un tumor

La Voz AGENCIAS

ESPAÑA

LUIS TEJIDO | EFE

La Ertaintza explicó que el acusado estaba «tranquilo y en silencio» mientras intentaban reanimar a la chica, ensangrentada y sin pulso

20 abr 2015 . Actualizado a las 17:59 h.

Juan Carlos Aguilar, el «falso monje shaolín», acusado de los asesinatos de Yenny Rebollo y Maureen Ada Otuya en 2013, aseguró a los ertzainas que le detuvieron que se encontraba «como en un estado de borrachera permanente», pero no debido al alcohol, sino a un tumor que padecía, según ha manifestado el ertzaina instructor de las diligencias durante la segunda sesión del juicio.

El agente ha relatado que el día 2 de junio de hace dos años, jornada en la que Aguilar fue arrestado, hallaron en el gimnasio propiedad del encausado, al que llevaba a sus víctimas, «el cuerpo de Maureen Ada Otuya todavía con vida, ensangrentado y con bridas y cuerdas alrededor del cuello», semitapado con unas telas, con la cara «hinchada y ensangrentada» por los golpes que había recibido y ya sin pulso.

El personal sanitario logró reanimar a la chica, aunque acabaría por perder la vida tres días más tarde en el hospital de Basurto, donde ingresó en estado de coma.

Mientras se atendía a la víctima, el «falso shaolín», que en un primer momento pareció resisistirse a los agentes, permanecía «tranquilo y en silencio» y, al ser preguntado por los agentes sobre si había sido él el que había hecho eso, Aguilar «se encogió de hombros».

La Policía vasca encontró poco después en el gimnasio varias bolsas llenas de «restos cadavéricos», una de ellas en un falso techo, que contenían «una mandíbula y cara destrozadas» y una «mano sin índice y una pelvis» y, un día después, ya en el domicilio del falso monje shaolín, otra bolsa más que contenía «una mano, un cuello y un brazo», todos ellos correspondientes a Yenni Rebollo, una mujer colombiana de 40 años, a la que Aguilar había matado una semana antes.

Los agentes localizaron también fotografías y grabaciones del acusado con esta segunda víctima narcotizada, «sentada y atada», aunque todavía con vida, y otras realizadas posteriormente, en las que ya estaba muerta, desatada y con la cara amoratada. Pero el «falso monje shaolín» no acabó ahí, sino que utilizó el cadáver de la colombiana para hacerse más fotos, esta vez acompañado de una mujer con la que solía mantener relaciones sexuales y que aparecía en la imagen con los ojos tapados, por lo que no habría visto que a su lado había un cuerpo muerto.

Según el ertzaina instructor, no son las únicas fotografías y vídeos de mujeres semiinconscientes, «semidesnudas o con ropas eróticas». Posteriormente fueron encontradas más imágenes semejantes con chicas vejadas y agredidas. «A una de ellas la miccionó y golpeó, sobre todo en los pechos».

«Pidió socorro, tenía la cara angustiada y golpeaba la puerta del gimnasio»

Un total de siete ertzainas han declarado este lunes en el juicio que se celebra desde el pasado viernes en el Palacio de Justicia de Bilbao contra el llamado «falso monje shaolín», conocido experto en artes marciales en Bilbao, de 49 años, que se enfrenta a peticiones de entre 40 y 45 años de prisión por dos asesinatos, reconocidos por él mismo. La acusación popular y el abogado de la familia de Ada Otuya piden que se le condene también por ensañamiento.

También testificó, detrás de un biombo, la mujer que alertó a la Policía vasca después de ver cómo un hombre obligaba a entrar en el gimnasio Zen de Bilbao a una mujer, Maureen Ada Otuya que, según la vecina, «pidió ayuda, auxilio y socorro» y presentaba la cara «angustiada» mientras golpeaba el cristal de la puerta del establecimiento.

Según su relato, sobre las tres y media o cuatro de la tarde del 2 de junio del 2013, escuchó gritos y vio a la chica nigeriana siendo arrastrada por Juan Carlos Aguilar al interior del local. «En ese momento no había nadie más en la calle y llamé al 112».

Después de unos momentos, la Ertaintza aparecía en el lugar e intentaba sin éxito que alguien les abriera la puerta. Por ello, forzaron una verja y tres cerrojos para acceder al interior, donde se encontraron con Aguilar, sudado y con el torso desnudo, y «escondida» bajo una lona, Maureen Ada Otuya, ya inconsciente.