El crimen de la Sagrera, veintiún años después del parricidio del «asesino de la ballesta»

La Voz

ESPAÑA

En 1994 Andrés Rabadán Escobar, que entonces tenía 21 años, mató a su padre disparándole cuatro dardos con una ballesta

20 abr 2015 . Actualizado a las 13:24 h.

El suceso de esta mañana en Barcelona, en el que una profesora ha muerto y varias personas han resultado heridas tras irrumpir un joven en un instituto con una ballesta, trae a la memoria de muchos un caso que conmoció a España hace 21 años.

Andrés Rabadán (Premià de Mar, 1973), conocido como el «asesino de la ballesta», se ganó el apodo el 6 de febrero de 1994 tras matar a su padre disparándole cuatro saetas de una ballesta marca Star Fire II, un arma medieval que había obtenido por Reyes. El asesinato se produjo después de una comida entre padre e hijo (sus hermanos mayores ya se habían ido de casa y la madre se había ahorcado doce años antes) en su domicilio de Sant Genís de Palafolls (Barcelona) tras servirle el progenitor un vaso de leche fría, cuando se la había pedido caliente, un contratiempo que derivó en discusión. Andrés Rabadán fue, entonces, a su habitación a por el arma con la que mató a Marcial Rabadán. Acto seguido, quitó a su padre una de las flechas que le habían lanzado y le puso una almohada en la cabeza y así esperó hasta que falleció. Después, se entregó a la policía.

El joven, al que se le diagnosticó esquizofrenia delirante paranoide, reconoció, posteriormente, que mató a su padre sin saber lo que hacía,  actuando «como un robot», después de escuchar voces que lo guiaban. En el juicio también explicó, con una enorme frialdad, que, tras un primer disparo, remató a su progenitor con varias flechas más «para que no sufriera».

Andrés Rabadán, quien también había descarrilado tres trenes de Renfe de la línea C-1, en el Maresme, ingresó ese mismo año en prisión. Por el parricidio, fue condenado a 20 años, y a 6 años más por cada uno de los descarrilamientos, lo que suma un total de 38 años de prisión.

Dibujos y libros desde la cárcel

Durante su reclusión, que concluyó en el 2012, la opinión pública conoció de él algo más que sus crímenes o sus intentos de fuga o suicidio. Andrés Rabadán siguió siendo noticia al refugiarse en la escritura y el dibujo como vía de escape, dos artes con las que trató de demostrar al mundo que era un hombre rehabilitado. Durante su larga estancia en prisión pintó varios dibujos y cuadros (que reflejan sus propios fantassas), algunos de ellos expuestos fuera de la prisión en varias muestras o recogidos en una publicación Las dos vidas de Andrés Rabadán; también escribió algún libro, Historias desde la prisión, en el que recrea múltiples historias y personajes del mundo carcelario; y protagonizó un filme dirigido por Ventura Durall y que también lleva por título Las dos vidas de Andrés Rabadán. La película explica toda la trayectoria vital del parricida, desde que oía voces que le decían que matara a su padre.