Un debate entre el sentimiento y la razón

CHAPU APAOLAZA MADRID / COLPISA

ESPAÑA

CESAR MANSO | AFP

La militancia, muy dividida, evoluciona del rechazo visceral a una reflexión más sosegada sobre la investidura

22 oct 2016 . Actualizado a las 05:00 h.

La casa en la que vive la militancia socialista se resquebraja y esta imagen no es una licencia periodística. En 1911, Pablo Iglesias y los obreros de Tetuán de la Victoria construyeron una casa del pueblo, una de las dos originales que quedan en Madrid, y al empeño le pusieron mucho músculo, pero poco cimiento. «De ahí las grietas que tenemos», admite Félix Nenclares en la Agrupación Socialista de Tetuán. Es uno de los terrenos de la base socialista, el arma arrojadiza de la tercera guerra mundial que se ha librado en Ferraz, una señorona ecuánime y todopoderosa, un espíritu difuso del que todo el mundo habla pero al que nadie conoce.

Hay 150.000 personas en España con carné de militante socialista. La media está más cerca de los 60 que de los 20 años. Para hacer un resumen gráfico, y con todas las reservas posibles, cuando piensa en la militancia, un consultor político se imagina a «un tipo de 55 años subido en un tractor». Proviene del campo o de la educación, paga unos 60 euros al año de cuota (en otros partidos no cuesta un euro) y en buena parte de los casos está ligado directa o indirectamente a un puesto que depende de la política. Por lo general, el militante socialista es «un tipo bastante disciplinado» y se fía en líneas generales de lo que le cuentan en sus agrupaciones. Esta relación entre tocar mando y no rebelarse tiene su contrapunto en que «las militancias más rebeldes son tradicionalmente las de las regiones en las que el partido no ha estado en el poder».

Madrid es un ejemplo. «Son menos realistas, menos pragmáticos», concede. El caso estrella en esta crisis es el del PSC, uno de los últimos escollos en la brecha que supuestamente se abrió entre la militancia y la gestora socialista cuando descabezaron a Pedro Sánchez y este llamó a rebato a las bases. Cuando Susana Díaz dijo que había que coser el partido, muchos se la imaginaban intentando recomponer a Frankenstein, pero quizás en esta película, hasta los descuartizados tengan un futuro. 

La cuna de Sánchez

Es jueves de asamblea extraordinaria en Tetuán. Se han juntado para hablar de la situación política actual. El debate es a puerta cerrada y dura más de dos horas. En esas paredes echó los dientes políticamente Pedro Sánchez, que en 1993 fundó las juventudes socialistas del barrio (hoy son 300 militantes). Por aquello días le llamaban Pedro el Guapo. Cuando sonaron tambores de guerra en Ferraz, la cosa se torció. A Félix Nenclares, de 64 años, que entró en el partido en los años 80, le dijeron «fascista» cuando defendió que si no funcionaba el acuerdo de gobierno con Ciudadanos y Podemos, el PSOE tenía que dejar «gobernar a Rajoy sin contrapartidas».

Con la toma del poder de la gestora, la pelea se está relajando. El secretario de Organización de la Asamblea, Alex Beltrán, de 33 años, se afilió al PSOE por un ataque de indignación aquel verano del tamayazo (cuando dos parlamentarios socialistas impidieron con su ausencia de la Asamblea de Madrid que se constituyera un Gobierno del PSOE con IU). Ahora admite que el debate sobre Rajoy sí o no se está superando. «Nadie del PSOE quiere Rajoy sí, porque de otro modo estarían en el PP. La cuestión está en si hay que ir a terceras elecciones». A veces las borrascas políticas son como los huracanes, encarnizados, violentos y pasajeros. Pero que escampan enseguida.

En la asamblea del jueves en Tetuán nadie habló de Pedro Sánchez y hubo solamente dos intervenciones en contra de la abstención, una de ellas de Diana Fernández Lizano, una consultora de Comunicación de 31 años que considera que permitir el Gobierno de Rajoy haría perder al PSOE toda legitimidad como oposición pero que acatará «lo que diga el comité federal del domingo». 

Guerra casi religiosa

Parecía que no iba a suceder nunca, pero una vez que la abstención se ha dado por hecha, en la militancia se debaten otras cuestiones de fondo más difíciles. Un agente de las negociaciones de Ferraz admite que «existe una guerra visceral casi religiosa» entre dos concepciones de partido distintas: la que se basa en la elección directa por parte de los militantes y la tradicional socialista, que funciona por representatividad. «El proceso será largo, pero por fin estamos pasando del debate de los sentimientos al de la razón», admite Beltrán.