El ocaso de Artur Mas, el líder con siete vidas

Ramón Gorriarán MADRID / COLPISA

ESPAÑA

ED

El fundador del PDECat aún tendrá que dar explicaciones por casos de corrupción como el del Palau y el del 3 %

14 mar 2017 . Actualizado a las 08:44 h.

La carrera política de Artur Mas ha entrado en su recta final en las peores condiciones. El expresidente catalán tiene asumido que no será el candidato del PDECat en las próximas elecciones catalanas, y no lo será solo por culpa de la sentencia inhabilitadora del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que al fin y al cabo es un galón en el imaginario independentista; no lo será sobre todo por los casos de corrupción que le acosan y que han dilapidado el crédito político que le quedaba. Para el mundo soberanista, entendido como tal su propio partido, Esquerra y la CUP, es una figura amortizada aunque ayer fuera el día del discurso épico y el cierre de filas.

Mas ha demostrado ser un líder con siete vidas. Sobrevivió a las derrotas de CiU en las urnas en el 2003 y el 2006; salió indemne de los duros ajustes que impuso en los primeros años de la crisis, respondidos con amplias movilizaciones en la calle ante las que se sacó de la chistera una conversión del nacionalismo al independentismo; tampoco fue letal su forzada renuncia a presidir la Generalitat en enero del 2016 por exigencias de la CUP, que se jactó de haberle mandado «a la papelera de la historia». Siempre ha vuelto o no se ha movido del sitio.

Pero ahora reconoce que se ha quedado sin margen de maniobra. «Según la legislación española, no seré candidato», admitió después de conocer la inhabilitación de dos años para cargo público impuesta por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña por desobedecer al Constitucional con el simulacro de consulta del 9N. Fio su futuro político, para alborozo de sus fieles más irreductibles, a que Cataluña sea independiente y entonces cumplirá «la legislación catalana de futuro» para volver a ser un líder con todas las de la ley.

Aunque presentará todos los recursos posibles, la anulación de la sentencia no entra ni en los planes más optimistas de Mas. Sabe, sin embargo, y pese a las animosas palabras de su sucesor, Carles Puigdemont, que el segundo escenario, el de la Cataluña independiente tras la consulta soberanista, es una quimera, como reconocen, por el momento en privado, notables dirigentes de Junts pel Sí. Su solo enunciado es hasta ahora el combustible que alimenta el proceso, pero llegará el día de tomar la decisión y tanto en Barcelona como en Madrid, en eso coinciden, saben que no se podrá votar en contra de la legislación. Ni siquiera si fuera aprobada la ley catalana de transitoriedad jurídica que cambiaría el marco legal, porque no entraría en vigor por la más que previsible anulación del Constitucional.

Los casos de corrupción

Pero al margen de los avatares soberanistas, Mas tiene su gran lastre para seguir en el candelero con los casos de corrupción. Mañana está previsto que comparezca en la Cámara catalana para dar explicaciones sobre el caso Palau y la confesada financiación ilegal de Convergència cuando él la presidía. Una situación que «da asco» a sus aliados de Esquerra y «repugna» a los socios ocasionales de la CUP, por no hablar de lo que dice la oposición. Las confesiones ante el tribunal de los exresponsables del Palau de la Música sonaron como martillazos en los oídos de los soberanistas pese a que eran más que esperadas. Además, está el caso del 3 %, que también ha colocado contra las cuerdas a Artur Mas, porque el cobro de las comisiones a cambio de contratos se produjeron cuando era el líder del partido o presidente de la Generalitat.

El presidente del PDECat no está a disgusto con la sentencia de inhabilitación, de hecho es bastante benévola, según los expertos, y no supone un baldón ni mucho menos para los secesionistas. Otro cantar son sus consecuencias jurídicas. Lo más grave, admiten, son los casos de corrupción en los que no está encausado, pero es el responsable político. El ocaso se avecina.