Negra sombra

Tino Novoa EN LA FRONTERA

ESPAÑA

19 abr 2017 . Actualizado a las 07:19 h.

La corrupción es esa negra sombra que lleva acechando a Rajoy desde hace años. Hasta ahora, como un buen surfista, ha ido navegando sobre las olas sin más que alguna que otra salpicadura. Hasta que ha llegado la gran ola. Es lo que tiene limitarse a esquivar los problemas sin afrontarlos, que inevitablemente uno acaba topándose de bruces con ellos cuando menos se lo espera. Y en la peor de las condiciones. De entrada, porque se convertirá en el primer presidente de Gobierno en ejercicio en sentarse ante un tribunal. Aunque sea, como es previsible, tras el plasma. Y aunque solo sea como testigo, que no deja de ser un arma de doble filo. Porque no podrá ampararse en el silencio ni en el engaño. Será, probablemente, el momento más comprometido de su presidencia, que en todo caso quedará definitivamente estigmatizada por la sombra de la corrupción.

La proliferación de corruptelas ha enfangado al PP, que en lugar de coger el toro por los cuernos ha optado siempre por ir a remolque de las denuncias, en la confianza de que el celo garantista de los tribunales diluyera las acusaciones. Lo malo de parapetarse tras la Justicia para eludir las responsabilidades políticas es que ha acabado por trasladar a los jueces una lucha que debería haberse dilucidado en el Parlamento. Una estrategia que puede reportar beneficios a corto plazo a quien la promueve en cada caso, pero que a la larga daña a todos. Y muy especialmente a la Justicia. Malo es hacer interpretaciones políticas de las decisiones judiciales, y peor es aún extender la sombra de la sospecha sobre las mismas. Conviene dejar a los jueces el espacio que necesitan para ejercer su función con la autonomía e independencia que les corresponde.