La legislatura de Aragonès, en manos del éxito de líder del PSOE en su investidura

Cristian Reino BARCELONA / COLPISA

ESPAÑA

Pere Aragonès, presidente de Cataluña.
Pere Aragonès, presidente de Cataluña. David Zorrakino | EUROPAPRESS

Un año de Ejecutivo de los republicanos en solitario tras romper con Junts

23 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

En política, todo está conectado. La legislatura catalana depende de lo que ocurra con la investidura española: Pedro Sánchez necesita los votos de los independentistas (ERC y Junts), de la misma manera que Pere Aragonès requiere del apoyo parlamentario de los socialistas catalanes. Y sin lo uno, no hay lo otro. Vasos comunicantes.

El presidente de la Generalitat ha cumplido recientemente su primer año al frente de un Gobierno catalán en solitario, con el único respaldo de los 33 escaños de ERC (sobre un total de 135). Aragonès fue investido en mayo del 2021 con los votos de ERC, Junts y la CUP. Los cuperos se desmarcaron a las primeras de cambio del Ejecutivo catalán. Junts rompió hace un año, molesto porque los republicanos pactaran la gobernabilidad española con Sánchez, justo lo que ahora negocia Puigdemont.

A pesar de la soledad del Gobierno de Aragonès, en el entorno presidencial tratan de trasladar un balance satisfactorio. Creen que la ruptura con los junteros ha dado «tranquilidad» al Ejecutivo y le ha permitido girar a la izquierda. La oposición acusa a este Ejecutivo de debilidad y de falta de rumbo. Le piden elecciones. En el equipo de Aragonès replican que han sido capaces de aprobar dos presupuestos y que el presidente de ERC, el primero desde Josep Tarradellas, ya ha gobernado más tiempo que Carles Puigdemont o Quim Torra, sus dos antecesores. Su objetivo es «agotar la legislatura en solitario». Para ello, tendrá que mirar de nuevo hacia el PSC y los comunes, que fueron quienes aprobaron el último presupuesto autonómico. Pero para que los socialistas vuelvan a tender la mano, tienen que fructificar las negociaciones y que Sánchez salga investido.

Este escenario, en cualquier caso, es un caramelo envenenado para los republicanos, toda vez que para que haya investidura tiene que haber amnistía. Lo que abre la puerta a que Carles Puigdemont pueda ser el próximo candidato a la presidencia de la Generalitat, reduciendo las posibilidades del actual jefe del Ejecutivo autonómico de repetir en el cargo. Tanto en su entorno como en el de Oriol Junqueras afirman que el próximo candidato de ERC a la presidencia será Aragonès. Niegan que haya una pugna por optar a la presidencia y que la bicefalia, al estilo PNV, se ha consolidado. Que cada uno ha asumido su rol. Aragonès ha multiplicado sus apariciones públicas y pide su protagonismo en las negociaciones de investidura: la semana pasada presentó su propuesta de referendo y compareció en el Senado rodeado de presidentes autonómicos del PP. Ni Artur Mas, ni Carles Puigdemont ni Quim Torra, sus tres antecesores soberanistas, acudieron nunca a la Cámara Alta. Jordi Pujol, Pasqual Maragall y José Montilla, sí, pero con una diferencia: debatían de alguna manera sobre el encaje estatutario de Cataluña. Aragonès defendió la separación.

Adelanto electoral

De momento, a los republicanos les da auténtico pavor la idea de adelantar los comicios. ERC ha encadenado dos serios correctivos en las urnas, primero en las municipales y más tarde en las generales. En las primeras, perdió 300.000 votos, en las segundas, 400.000. Pasó de ser la primera fuerza en el 2019 a la tercera, pero en votos obtuvo incluso menos que el PP. «Los resultados no han sido buenos», admiten en el equipo de Aragonès. «La gestión tiene poco premio», argumentan. Aunque confían en no completar todo un «ciclo electoral» (locales, generales y autonómicas) con derrotas consecutivas. En la formación republicana ya se empiezan a abrir las primeras grietas internas. Por primera vez desde el 2017, se escuchan voces críticas con las decisiones de la dirección.