Dos mensajes misteriosos y un divorcio millonario: todo lo que se sabe de la extraña desaparición de Ana María Knezevich

P. A.

ESPAÑA

Imagen de Ana María Knezevich tras su desaparición en Madrid
Imagen de Ana María Knezevich tras su desaparición en Madrid SOS DESAPARECIDOS

A esta mujer estadounidense de 40 años se le perdió la pista en Madrid hace más de un mes. Poco después de desaparecer, sus amigas recibieron dos extraños mensajes suyos que sospechan que ella nunca escribió

08 mar 2024 . Actualizado a las 19:59 h.

El rostro de Ana María Knezevich circula desde hace más de un mes por los ojos de millones de personas. Esta mujer de 40 años, que llegó a Madrid para cambiar de aires tras un mal divorcio, desapareció como si nada el pasado 2 de febrero y, desde entonces, ni su familia, ni sus amigos saben nada de ella. El único rastro que dejó fueron dos mensajes enviados a dos amigas. Pero nadie cree que los escribiera ella. La Asociación SOS Desaparecidos ha emitido una alerta en forma de cartel que ya ha recorrido medio mundo. Su presidente Joaquín Amills dice que en sus 14 años de servicio, apenas recuerda unos pocos casos similares que, admite, no acabaron bien: «No hemos recibido ninguna llamada».

El último día que alguien supo algo de Ana María, de su propia voz, era un viernes. Esta estadounidense de origen colombiano había pasado aquella mañana mirando pisos en la capital. El alquiler del suyo, ubicado en pleno barrio de Salamanca, caducaba en marzo. Había llegado a Madrid desde Miami un par de meses antes, buscando un descanso en medio de una compleja separación. Su matrimonio con el serbio David Knezevich se había roto tras 13 años de relación. Durante ese tiempo, la pareja levantó conjuntamente un conglomerado de empresas tecnológicas en Florida, y era precisamente su reparto —de cantidades millonarias— lo que dificultaba que el divorcio saliese adelante. Mientras ella optaba por una división equitativa, él pretendía llevarse un 75 % de la compañía.

Huida a Madrid

Para poner tierra de por medio, Ana María se instala en la capital, donde vive una amiga de la infancia. Es con ella con la que habla ese viernes 2 de febrero, sobre las ocho y media de la tarde. Le dice que está cansada y que se irá a dormir pronto. Hablan también de los planes que tenían juntas para la semana siguiente. El lunes 5 viajaban a Barcelona para asistir a un evento y Ana María «estaba muy ilusionada con ello». La llamada termina una hora más tarde. Al día siguiente, esa y otra amiga reciben de la desaparecida dos mensajes idénticos. Con una diferencia: uno está escrito en inglés, y otro en español. «Conocí a una persona maravillosa. Tiene una casa de recreo a unas dos horas de Madrid. Ahora nos vamos y pasaré unos días allí. Aunque apenas hay señal. Te marco cuando vuelva», decían.

Ninguna de ellas cree que Ana María los escribiera, ya que no es su forma de hablar ni de escribir. Parecía, dicen, como si le hubieran pasado un corrector. Tampoco les cuadra que abandonara Madrid de repente, una ciudad cuya vida cultural le encantaba y en la que quería rehacer su vida. Alarmada, la amiga española acudió al domicilio de la desaparecida. Al no responder nadie a la puerta, llamó a los servicios de emergencias. Cuando los bomberos entraron por una de las ventanas se encontraron todas sus pertenencias y el desorden habitual, pero ni una sola pista sobre su paradero.

Una de sus vecinas dijo recordar que durante la madrugada del viernes al sábado había visto luz en la vivienda. Y que ese mismo fin de semana, unos desconocidos taparon con un spray negro la cámara del teléfono de la entrada y la de seguridad junto al ascensor. Aunque este detalle podría no tener nada que ver para los investigadores, ya que es una práctica habitual en la zona con los robos de viviendas.

Policía y FBI colaboran

«En la mayoría de las desapariciones, cuando no hay señales durante un plazo largo, como un mes, es indicativo. Está claro que no se trata de una desaparición voluntaria y da para pensar que el desenlace puede no ser bueno», comenta en declaraciones a EFE Juan Manuel Medina, abogado con experiencia en este tipo de casos. Medina, colaborador de la Asociación SOS Desaparecidos, será quien defienda los intereses de la familia de Ana María una vez el consulado español en Miami, donde residen, les otorgue el poder para poder personarse en la causa que instruye un juzgado de Madrid. Mientras tanto, su todavía marido, David Knezevich, ha contratado a un abogado penalista llamado Ken Padowitz. El letrado ha manifestado en varios medios estadounidenses que su cliente está colaborando en todo lo posible y que si no viaja a España es porque desconoce el idioma y no tiene ni familia ni amigos allí. «Sabemos que el FBI está realizando sus pesquisas, tanto aquí como en Serbia —donde se encuentra el marido de Ana María— y que la Policía se ha tomado la desaparición muy en serio», subraya de nuevo Medina.