La farmacéutica de Olot Maria Àngels Feliu quiere seguir en el anonimato 30 años después de su secuestro

Marta Rodríguez BARCELONA / EFE

ESPAÑA

Feliu después de su liberación
Feliu después de su liberación Efe

Está a punto de cumplir 66 años y fue liberada hace tres décadas tras pasar 492 días de cautiverio

27 mar 2024 . Actualizado a las 15:38 h.

Maria Àngels Feliu, la farmacéutica de Olot (Gerona) que fue liberada de su secuestro hace hoy 30 años tras 492 días de cautiverio, quiere «seguir en el anonimato del que le gustaría no haber salido nunca», y desde el mostrador de su farmacia, a punto de cumplir 66 años, «seguro que ha perdonado» a su captores.

Así lo asegura a Efe el abogado de la farmacéutica, Carles Monguilod, que explica que desde lo sucedido ella se ha mantenido alejada de los medios de comunicación y que su única voluntad es seguir con la vida discreta que llevaba hasta poco después de las 21 horas del 20 de noviembre de 1992, cuando empezó su calvario.

El policía local Toni Guirado, junto con otro agente, Pep Zambrano, -un drogadicto que se suicidó en 1997-, y un amigo suyo de Camprodon (Gerona) que regentaba un pub, Josep Lluís Paz, alias Pato, esperaron a que Feliu saliera de la farmacia y tomara una copa con su hermana y amigos, y la abordaron en el garaje de su casa, encapuchados, para introducirla en un vehículo.

El zulo en el que se escondió a Feliu estaba en el sótano de la casa de Sant Pere de Torelló (Barcelona) de otro de los secuestradores, un vigilante municipal, Ramón Ullastre. En el juicio explicó que la farmacéutica tenía que hacer sus necesidades en un cubo, dormía sobre un colchón mojado en el que le picaron todo tipo de insectos, y tuvo de «carcelero» a Sebastià Comas, alias Iñaki.

Con Iñaki fue con quien tuvo más contacto, porque era quien le daba de comer -solo le daban algunos días a la semana-, quien la vigilaba y acompañaba bajo tierra; el tiempo fue pasando y el «carcelero» se cansó de su tediosa labor viendo que no cobraban el rescate. «Así que unilateralmente decidió liberarla», recuerda Monguilod.

Liberada un domingo de Ramos

Había intentado hacerlo en otras ocasiones y, como rememora, le dijo: «Te dejaré libre». La farmacéutica, con un posible síndrome de Estocolmo, le contestó: «Si tienen que hacerte daño, déjame un tiempo más encerrada». Finalmente, el 27 de marzo de 1994, un domingo de Ramos, Iñaki vio un partido de fútbol, consumió alcohol, estaba contento y decidió que había llegado el momento. Le dio dos monedas de 100 pesetas y una de 25 y hacia las tres de la madrugada la dejó cerca de una gasolinera de la entonces N-152 (ahora C-17) en Lliçà de Vall (Barcelona).

Llegó desnutrida, desaliñada, pálida, tapada con una manta, con fotofobia y con la ropa con la que había estado 492 recluida. El encargado pensó que era una mendiga, pero su trato educado y un anillo de brillantes hicieron que llamara a la policía.

La Guardia Civil la llevó al Hospital de Sant Pau de Barcelona y los médicos dijeron que estaba bien física y mentalmente, pero necesitaba reposo. «Fue un milagro que sobreviviera». «Al salir sufría síndrome de Estocolmo con Iñaki, que era quien le daba conversación, el que le daba de comer, el que la trataba incluso con cariño; dependía de él, era su conexión con la vida», detalla Monguilod. Para Monguilod, «hablar de que hubo un cerebro del secuestro es una exageración; fueron unos ineptos, incapaces de cobrar de una familia muy rica con voluntad de pagar».

En sus 41 años de abogado y tras centenares de clientes, Maria Àngels Feliu es quien más le ha impactado «a todos los niveles, por la extrema dureza de la tragedia que vivió y por su extraordinaria personalidad, humanidad y dignidad». «No he visto un acto de tanta dignidad y firmeza moral como cuando se giró y les miró uno a uno mientras ellos bajaron la cabeza, fue impresionante», relata el letrado.

Monguilod, que sigue en contacto puntual con Maria Àngels, mantiene que ella «nunca ha tenido ningún ánimo de venganza», y que aunque no ha querido hablar con Iñaki, está convencido de que «por sus profundas convicciones cristianas y por su forma de ser les ha perdonado».