Adivina cuál es tu verdadero horóscopo

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© Luke MacGregor / Reuters

El horóscopo que conocemos está desfasado: el verdadero incluye un signo más: Ofiuco, entre el 29 de noviembre y el 18 de diciembre. Su «descubrimiento» altera todos los demás

29 mar 2015 . Actualizado a las 12:20 h.

El  universo rige la organización de nuestro tiempo y de las celebraciones más importantes. Incluso una fecha tan religiosa como la Semana Santa depende de un fenómeno astronómico.  Una herencia que tenemos de aquellos hombres que leían el Cosmos para diferenciar las estaciones del año. Pero en algún momento de la historia los astros también comenzaron a interferir en el destino de las personas. Así surgió la astrología y el horóscopo. Una predicción sin ciencia alguna y que ni siquiera está actualizada. Es probable que su signo zodiacal no sea el que piensa. Aquí podrá averiguarlo. 

Los primeros humanos no disponían de un manual de instrucciones que indicase cómo entender la naturaleza.  Sin embargo, observando el cielo  fueron capaces de reconocer patrones y saber en qué momento llegaría el frío, el calor o cuándo se produciría las migraciones de los animales.  En las estrellas se encontraba oculto un calendario y entenderlo se convirtió en una cuestión de vida o muerte. Aquellos que supieron asociar las estrellas con cada estación sobrevivieron más años y dejaron mayor descendencia. El Sol marcaba las horas, los planetas los días de la semana y los meses del año eran un reflejo de las fases lunares. De esta forma la astronomía comenzó a definir la vida en la antigüedad. Y aunque no le prestemos demasiada atención, el legado de ese pasado  está muy presente.

Cristianizando el firmamento

Las principales fechas de la religión cristina actuales tienen su origen en la astronomía.  Durante los concilios, como el de Nicea, celebrado en el año 325, además de establecerse que cada 21 de marzo marcaría el inicio de la primavera también se elaboró un calendario oficial de las fiestas más importantes del Cristianismo. Y la consigna fue clara. Coger las celebraciones paganas más destacadas del año, aprovechar su popularidad y cristianizarlas. De esta forma el solsticio de invierno fue sustituido  por la Natividad y el de verano por San Juan.  Incluso el día de Todos los Santos guarda relación con un acontecimiento astronómico. Cada 31 de octubre la Tierra atraviesa el llamado paso de cuarto en la órbita alrededor del Sol. Un punto crítico a partir del cual las noches se hacen más largas. En el siglo III a. c. los celtas fueron conscientes de este proceso astronómico, de que la luz perdía intensidad y decidieron organizar su vida en torno a esta fecha. De esta forma surgió el Sahmain, un día que marcaba el cambio de estación y la entrada del año nuevo. En aquella noche especial los celtas pensaban que sus familiares muertos volvían a caminar por el reino de los vivos y se organizaban rituales para vigilarlos. Aprovechando la fama de esta festividad el cristianismo decidió que el uno de noviembre también había que recordar a los seres queridos que ya no estaban. Así surgió el día de los difuntos. 

Prediciendo el futuro

En la antigüedad anticipar el cambio de una estación o  saber cuándo subiría el caudal de los ríos era lo más parecido a pronosticar el futuro. Sin embargo un buen día alguien, quizás dejándose llevar por su buena intuición y la emoción de entender el cosmos, comenzó a predecir también el destino de los pueblos y de los reyes. Así nació la astrología. De hecho muchos de los primeros astrólogos eran también astrónomos.  «El ser humano es muy bueno detectando patrones pero se puede equivocar. Los antiguos intentaron sacar más partido al cielo del que era posible», comenta el astrofísico Borja Tosar. A partir de entonces interpretamos los astros no como lo que eran sino como nos gustaría que fuesen.  Marte no era un planeta sino el dios de la guerra y un cometa no era una bola de nieve  sino el anuncio de un período de hambre y enfermedades.  En aquel cielo estrellado también fueron capaces de distinguir formas en las constelaciones. Desde la Tierra se pueden observar hasta 88 agrupaciones estelares arbitrarias. Algunas sirvieron para crear el zodíaco, una palabra griega que significa rueda de animales, ya que había un toro, un cangrejo o un león.  En otro momento de inspiración alguien vio en aquellas constelaciones signos  astrológicos,  una nueva forma de  guiar a las personas. Y entonces crearon el horóscopo, un invento sin lógica alguna.

 Ofiuco, el olvidado

Durante el día el brillo del Sol nos impide ver las estrellas en el cielo. Pero están ahí igual que por las noches. «Si pudiésemos verlas comprobaríamos que el Sol, visto desde la Tierra, parece estar dentro de una constelación.  Debido al movimiento de traslación de nuestro planeta, aparentemente,  es el gran astro el que parece moverse. Así que, dependiendo de la época del año, atraviesa una constelación diferente. Esas parcelas estelares por las que el sol pasa durante un año visto desde nuestro mundo son las que bautizaron como las constelaciones del zodíaco», explica Tosar.  Y siempre han sido 13.  Una de ellas, hoy inexistente, es Ofiuco, el cazador de serpientes.  El Sol pasa siempre por ese grupo de estrellas  entre el 29 de noviembre y el 18 de diciembre. En aquel mundo tan supersticioso debieron pensar que el trece era un mal número. Así que había que eliminar una. La medida les venía bien porque pasarían a ser doce y podrían ajustarse  a los meses del año. Pero  el universo no es tan organizado. Mientras el sol necesita casi un mes para atravesar la constelación de Libra tarda solo una semana en cruzar la de Escorpio. Otro  problema, ya que había muchas más personas de un signo que de otro. Se decidió entonces prolongar la vida de la constelación del escorpión.  Ofiuco era la región estelar vecina y fue la que sacrificaron. Eso sí, todo esto después de que falleciese Julio César porque según cuenta la leyenda Ofiuco era una constelación hecha a medida para el emperador.

De todas formas el horóscopo nunca ha sido un reflejo de la realidad.  Ni siquiera hoy porque está completamente desajustado y, lo curioso, es que nadie se ha molestado en comentarlo o arreglarlo. «En los últimos dos mil años la precisión de la Tierra, la orientación de su eje de rotación, ha cambiado ligeramente y, por ejemplo, aquellas personas que en el año cero eran Cáncer ahora son Géminis».  Así que si el signo zodiacal  se corresponde con la posición del sol el día en el que ha nacido, entonces, vaya a la tabla que acompaña este artículo y compruebe cuál es el suyo. Y por favor si es usted Ofiuco no reniegue de su constelación. Ella no tiene la culpa de nuestras malas decisiones.  Cuando salga de dudas no le dé importancia. «Lo que busca la ciencia es extraer modelos del universo y predecir acontecimientos. La física, por ejemplo, nos permite saber que si un coche va a 100 kilómetros por hora tardará una hora en hacer ese recorrido. La astrología es solo ambigüedad, hacer pronósticos que no van más allá de la mera especulación y el azar. Si fuera cierto lo que dice, en el Ibex 35 habría un planisferio y en las entrevistas de trabajo se pediría la carta astral», termina el astrónomo.  Pero la verdad es que seguimos consultando el horóscopo diariamente. Ojalá un día, como decía Carl Sagan, podamos leer columnas diarias de astronomía  y no de astrología.