La diplomacia folclórica de Bono

EXTRA VOZ

JUAN MEDINA

El ex ministro de defensa escribe un libro de memorias en el que carga contra Rouco Varela y asegura que utilizó a Julio Iglesias e Isabel Pantoja para mejorar las relaciones de España con estados Unidos y Venezuela

27 mar 2015 . Actualizado a las 15:45 h.

El 19 de abril del 2004, José Bono convirtió el habitualmente breve y protocolario acto de toma de posesión de un ministro en un multitudinario y festivo acto social más propio del papel cuché que de los sobrios salones del Ministerio de Defensa, en donde se desarrollaba el acto. Un sudoroso Bono enhebró aquel día un larguísimo discurso lleno de chascarrillos, anécdotas de su vida personal, agradecimientos interminables y guiños a cada uno de los presentes, entre los que se encontraba su familia en pleno y numerosos compañeros de partido, pero también una representación del mundo de la farándula, en la que destacaba la presencia del cantante Raphael, que cuatro años después se convertiría en su consuegro al contraer matrimonio la hija del ministro con el hijo del divo.    

Bono, al que siempre le gustó ser el perejil de todas la salsas, ha escrito diez años después un libro sobre su paso por el ministerio que, más que de memorias, se podría calificar de cotilleo, en el que desvela confidencias privadas, conversaciones escuchadas al paso, incluso del entonces rey don Juan Carlos, y deja claro que  parece confiar más en el famoseo que en el cuerpo diplomático a la hora de resolver conflictos internacionales que afectan a España. Según cuenta el ex ministro, en abril del 2005, un año después de ocupar la cartera, llamó personalmente al cantante Julio Iglesias para que le ayudara a desbloquear la tensa relación que mantenía el Gobierno español con la administración del presidente norteamericano George W. Bush debido a la retirada de las tropas de Irak y al hecho de que el ex presiente Zapatero hubiera permanecido sentado al paso de la bandera norteamericana en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas. «Como buen patriota, te ruego que ayudes a España en sus relaciones con los norteamericanos», le dijo el ex presidente de Castilla-La Mancha al popular cantante. 

Poco antes de viajar a Estados Unidos, Bono dejó en manos de Iglesias la labor de transmitir a la Casa Blanca, a través de sus amistades, el «sincero deseo» del Gobierno español de mejorar las relaciones. Los contactos a través de los que el cantante llevó supuestamente a cabo esa misión son algo peculiares: Henry Kissinger, que entonces tenía ya 82 años, y el modisto Óscar de la Renta. Pese a todo, según Bono, las gestiones de Iglesias surten efecto a las dos horas y desde la embajada de Estados Unidos en Madrid le transmiten que «algo ha debido de ocurrir porque me acaban de trasladar que tu viaje será un éxito total». Unas páginas después, Bono se vanagloria de que cuando se dirigía a la reunión que iba a mantener con el secretario de Estado de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld había «cuatro motoristas abriendo camino y dos coches de escolta» y de que Rumsfeld le esperaba «a pie de coche en el Pentágono». Honores que, según se encarga de precisar, no se le dispensaron al ministro de Interior José Antonio Alonso cuando visitó Estados Unidos. Anota también que hasta los periodistas españoles que seguían el viaje le felicitaban.

Iglesias no es sin embargo el único personaje del mundo del espectáculo que ha prestado grandes servicios al país a través de Bono. Asegura el ex ministro que también Isabel Pantoja, hoy encarcelada, puso su granito de arena en las relaciones internacionales. Fue durante una visita del venezolano Hugo Chávez a España. Al parecer, el líder bolivariano le comentó al entonces ministro de Defensa en Toledo, en plena visita, que «le encantaría hablar con Isabel Pantoja».  No da más detalles del por qué del entusiasmo de Chávez con la tonadillera, pero Bono, eficaz, se pone a ello. «Logro localizarla telefónicamente y colmo el deseo de su entusiasta fan». Tampoco conocemos detalles de cómo y en qué lugar se celebró el histórico encuentro entre la Pantoja y el fallecido líder de Venezuela, pero, Bono se limita a decir inmediatamente después que allí mismo, en Toledo, Hugo Chávez accedió a su petición de que Venezuela le comprara a España «ocho patrulleras, seis aviones de transporte y tres radares».      

Pero, además de una continua loa a sí mismo, la obra es también un ajuste de cuentas de Bono con el cardenal Antonio María Rouco Varela, que es sorprendentemente, después de Zapatero y el rey Juan Carlos, una de las personas que más veces aparece citada en libro escrito por un ex ministro de Defensa. Todas las citas al ex presidente de la Conferencia Episcopal contienen un matiz negativo hacia él o comentarios hirientes  realizados por otras  personas. Asegura también, y por dos veces en el libro, que en la jornada de reflexión de las elecciones del 2004 que dieron el triunfo a Zapatero, Rouco envió un mensaje SMS «a sus amigos» diciendo: «Todos a votar. Perdemos. Pásalo». Pero no ofrece más prueba de ello que el haber escuchado un día a Zapatero decir que él se lo había escuchado a su vez un día a un amigo que tiene en común con Rouco. En otra página del mismo libro, el mensaje sms de Rouco ya no era solo para «sus amigos» sino para «algunos de sus feligreses más próximos».