«La telebasura ha hecho más daño que la corrupción»

EXTRA VOZ

BENITO ORDOÑEZ

El autor triunfa con una novela negra bra ambientada en un crimen en un programa de televisión

05 jul 2015 . Actualizado a las 05:00 h.

Se ha dicho de Carlos Salem (Buenos Aires, 1959) que es un género en sí mismo, le han llamado «el Bukowski de Malasaña» y la revista literaria francesa Lire le considera «la voz más loca e irreverente de la literatura negra en castellano». Trabajó como periodista y comenzó a publicar libros hace solo ocho años y ahora ha construido lo que algunos críticos califican como «territorio Salem», un mundo literario propio que abarca la novela y la poesía. Acaba de ver la luz su vigesimotercer libro, En el cielo no hay cerveza (Navona), una novela en la que un asesino en serie va matando a los colaboradores más famosos de un programa de televisión muy parecido a Sálvame, que se llaman Lidia María Loiziño,  Merkale Kargante o Christian Maliñas. El principal sospechoso es Diosito, al que ridiculizaron hace tres años, un treintañero que dice ser el hermanastro de Jesús y que ha bajado a la tierra dispuesto a todo para ser más famoso que él. El protagonista es un escritor apodado Poe, «medio poeta y medio cabronazo», como lo define el autor,  el único que confía en la inocencia de su amigo. Poe nunca ha querido ser famoso, pero envía una novela romántica-erótica a modo de burla a un concurso con un seudónimo de mujer, lo gana y triunfa. Se convierte en famoso y rico a pesar suyo, pero no quiere bajo ningún concepto que se sepa que es el autor de esas novelas que considera una basura.

-En la novela son asesinados una serie de personajes de un programa como «Sálvame» con nombres reconocibles. ¿Por qué eligió esa trama?

-Es que yo odio a los periodistas del corazón y lo único que podía hacer como escritor era matarlos en el papel.  Los odio porque han hecho más daño al país que la corrupción en los últimos 20 años. La gente ha dicho no a la corrupción, pero en cambio la telebasura se la comen. Además, la corrupción está tipificada como delito y los programa del corazón, no. Cuando nosotros éramos niños queríamos ser astronautas, ahora los niños quieren ser tronistas y de eso tienen la culpa los programas del corazón, las grandes empresas que teniendo casi un monopolio del medio de comunicación y de educación más potente que existe, que es la televisión, emiten basura. En Argentina hay un refrán que pregunta  si tiene la culpa el cerdo o el que le da de comer. Para mí, la tiene siempre quien le da de comer, que son los que se enriquecen con esa porquería. La novela es muy divertida e irreverente y me apetecía que después de toda la risa fuera una reflexión sobre el precio que la gente está dispuesta a pagar hoy en día para ser famosa.

-En este país un personaje como Belén Esteban lleva muchos años manteniéndose en la cima y sigue siendo muy rentable para su cadena.

-Estuve dos meses viajando y cuando volví y me quise poner al día me enteré de que la gran noticia de los últimos días era que Leticia Sabater se había reconstruido el himen. Si yo pusiera eso en una novela dirían qué cachondo es este Carlos Salem. Hace diez años mi hijo, que tiene 22 ahora y ha estudiado Psicología, me dijo, mira papá, cuando cumpla 15 no voy a estudiar en la universidad, me voy a meter en un gimnasio y me acostaré con una famosa vieja cuando tenga 21 y cobraré por ir a contarlo a la tele. Me preguntó ¿cuánto tardas tú en ganar 5.000 euros porque ellos lo ganan en una noche? Se nos ha llenado España de «belenes estebanes». Cuando fui a presentar la traducción francesa de esta novela estaba explicando que en España había una muchacha que se acostó con un torero y una mujer dijo ¡La Pantoja! y le contesté que no, que esa por lo menos canta, que hablaba de otra que no hace nada y lleva quince años en la tele y publica un libro que arrasa en ventas, aunque no lo ha escrito ella.  El país más afectado por la telebasura es España, seguido por Italia. Este fenómeno ha derivado en que un tipo se mete en un reality show, se insulta con otro y cuando sale cobra por contarlo y eso está guionizado, es un espectáculo deprimente y el mensaje que se transmite es que el modelo de un éxito rápido para los jóvenes es ese. Se inventan famosos. Desde hace 15 años Belén Esteban se ha convertido en una factoría manipulada y es casi un juguete roto que no se termina de romper. Yo admiraba mucho a Javier Sardà y empecé a detestarlo cuando vi su evolución de héroe a canalla de lo peor con Crónicas marcianas. Debe ser muy difícil decir que no, pero yo sí le digo que jamás iré a un programa del corazón a defender esta novela.

-¿Aunque se lo pagaran a precio de oro?

-No, nunca iría, ni por todo el oro del mundo. Me lo han propuesto y lo he rechazado.

-¿Cree que la telebasura tiene fecha de caducidad en España?

-La fecha de caducidad se la pondremos nosotros, es una decisión nuestra. Si la gente deja de verlo dejará de ser negocio y los empresarios buscarán otra cosa. Pero mientras tanto será muy difícil. Es una cuestión cívica, yo si ponen un programa de esos cambio de canal y si estoy en casa de alguien pido que lo cambien o me retiro. Ver ese tipo de programas ya es un acto de complicidad. Soy militante contra eso. Espero que poco a poco nos vayamos dando cuenta. 

-¿Su libro se podría definir como una novela negra de humor un tanto surrealista?

-Es una novela negra, de hecho es un homenaje a El largo adiós de Raymond Chandler. Segundo, no es de humor, aunque te descojonas. Es una novela en la que me dejo llevar por el surrealismo y el absurdo de lo cotidiano. En todas mis novelas te ríes, te lo pasas bien, pero queda un poso melancólico. Después de la risa el lector se pregunta de qué se está riendo.

-El coprotagonista de su novela es Diosito. ¿Cómo surgió?

-Un día entré con una amiga, después de un noche de copas, en una gran iglesia evangélica para ver cómo era. La gente gritaba ¡Diosito me va a salvar! y a mí me hizo tanta gracia que dije ya tengo personaje. Es un friki que dice que es el hijo pequeño de Dios, que tiene 30 años y como muchos treintañeros europeos tiene sobrepeso, carreras a medio terminar, no tiene trabajo y es un nene de papá. Asegura que ha bajado a la tierra para ser más famoso que su hermanastro Jesús. Es calvo, gordo, los milagros le salen fatal y le huelen los pies. Todo lo que hace para ser famoso le sale mal. Finalmente recurre a la basura, los programas del corazón, eso también le sale mal y a los tres años comienzan a morir sangrientamente y merecidamente los periodistas que lo machacaron. Si ahora bajara Jesucristo a la tierra no se comería una rosca, tendría que pedir en el metro, ya hemos perdido la capacidad de asombro.

-¿Cómo cree que les sentará a los católicos este personaje?

-Ningún cristiano tiene que sentirse ofendido por el libro. Que los fanáticos y los idiotas la rechacen y luego se vayan a ver el Sálvame me da igual, no merecen ningún respeto por mi parte. Yo no soy creyente, pero tengo muchos  amigos que lo son y les ha encantado la novela. Se la voy a mandar al papa. Yo no me burlo de la religión católica, respeto a la iglesia que representa este papa y no a la que nos dice que no debemos divorciarnos o abortar. Los creyentes inteligentes se divertirán si la leen.

-Usted ha inventado un género, la cerveza-ficción.

-Eso empezó como una broma con mi libro Yo lloré con Terminator 2 y con mi blog y el relato El huevo izquierdo del talento, pero se está volviendo cada vez más serio. Me quería burlar de esta manía que tenemos de etiquetarlo todo. A mí se me etiqueta como escritor de humor, erotismo y poesía, pero tengo una obra de teatro, El torturador arrepentido, que no tiene un ápice de gracia y novelas que no tienen nada de humor. El sistema no quiere que la gente lea, porque cuanto más se lee más se piensa y cuanto más piensa más criterio se tiene. Al poder no le interesa que tengamos criterio. A la gente que hace los programas del corazón no le interesa que tengamos criterio. Les convienen las etiquetas. En la literatura también pasa esto. Yo me inventé de coña la etiqueta de cerveza-ficción y un montón de gente se lo creyó.  Es cierto que lo que llamo cerveza-ficción, sin la pretensión de inventar un género, tiene que ver con recuperar por una parte el relato  canalla que tuvo cierto éxito de Charles Bukoswski o John Fante, pero sin ese derrotismo, y al mismo tiempo recuperar algo casi perdido, que es la picaresca, que nació en España, que aúna humor y una gran crítica social. Parece como si lo serio fuera lo solemne, pero para mí la solemnidad mata al arte.