Piqué, el bardo insolente

EXTRA VOZ

Kai Pfaffenbach

El zaguero del Barcelona incrementó su fama de bocazas después de atacar verbalmente a un juez de línea durante la disputa de la supercopa. Fue un nuevo episodio de incontinencia verbal protagonizado por el internacional.

23 ago 2015 . Actualizado a las 18:55 h.

El lenguaraz Gerard Piqué vuelve a estar en el ojo del huracán. Una vez más, el central del Barcelona ha captado la atención los focos por una acción que poco tiene que ver con las artes del balompié. El futbolista no parece haber aprendido nada de las melodías comerciales que compone Shakira, su pareja. Prefiere el verso agresivo y la imagen de bardo insolente. En el partido de vuelta de la Supercopa, contra el Athletic de Bilbao, fue expulsado en la segunda mitad por acordarse de manera burda de la madre de un juez de línea. Ha sido sancionado con cuatro partidos de suspensión.

La de la Supercopa no ha sido la primera ocasión en la que a Gerard Piqué le ha perdido la boca. Los episodios de agresividad verbal del central se han convertido en cíclicos durante los últimos cinco años. Pero también los gestuales, como la «manita» que le enseñó a la grada del Camp Nou después de que el Barcelona batiese por 5-0 al Real Madrid, cuando los duelos entre Guardiola y Mourinho se encontraban en plena efervescencia.

Unos meses más tarde, el central azulgrana volvió a morder en el túnel de vestuarios del Santiago Bernabéu. «¡A ocho puntos, a ocho puntos! ¡Españolitos, ya os hemos ganado vuestra Liga española, que os den! ¡Ahora os vamos a ganar la Copa de vuestro rey», provocó con una valla metálica por el medio a los jugadores del Real Madrid. La bravuconada se quedó en eso, porque un gol de Cristiano Ronaldo en la prórroga le acabó dando el torneo del K.O. a los merengues.

Pero Piqué carece de memoria. O se rinde a la testosterona. Tampoco los árbitros han salido indemnes de los ataques del fogoso zaguero. Sus protestas suelen crecer cuando los marcadores se vuelven adversos o las decisiones de los colegiados no son favorables. Después de ser expulsado en la Supercopa, el central afirmó que Velasco Carballo se la tenía guardada desde 2012, cuando le había mostrado la tarjeta roja frente al Sporting. El futbolista argumentó que, entonces, únicamente había reclamado un penalti.

En 2013, Piqué volvió a sacar a relucir su lenguaje gestual en un derbi contra el Real Madrid. Con 2-1 a favor de los blancos, el zaguero reclamó un penalti por un derribo de Adriano dentro del área. Lo hizo colocando las manos sobre la cabeza, como si estuviese esposado, para reflejar lo que él consideraba «un atraco» a favor de los merengues.

Y es que el Real Madrid es una obsesión para Gerard Piqué. Tal vez es el peso de llevar como segundo apellido Bernabéu. Porque el zaguero suele acordarse del máximo rival cada vez que el Barcelona celebra un éxito. Una de las más sonadas se produjo la pasada temporada, cuando, después de ganar la Liga, le dio las gracias a Kevin Roldán, el músico invitado a la fiesta de cumpleaños de Cristiano Ronaldo después de que los blancos  perdiesen por 4-0 contra el Atlético de Madrid en Liga. «¡Contigo empezó todo!», gritó el defensa internacional, exultante, micrófono en mano.

Bardo insolente o niño mimado, las diabluras de Piqué van más allá del rectángulo de juego. Que se lo digan a Pedro Cortés, expresidente del Valencia, que recibió un escupitajo del central cuando celebraban la consecución de la Copa del Mundo de 2010. O incluso a la Guardia Urbana de Barcelona, que escuchó los improperios del futbolista después de multar a su hermano Marc una madrugada de domingo. «Se ha exagerado mucho lo que he dicho. En cualquier caso, lo siento, me he equivocado y no volverá a ocurrir», escribió después el jugador en su cuenta de Twitter. Porque, a pesar de haberse labrado la vitola de bocazas, hay ocasiones en las que es obligado recurrir al sentido común. Y de mostrar los valors de los que tanto presumen en su entorno.