Esta es la Galicia que va sobre ruedas

Tania Taboada | Cándida Andaluz

EXTRA VOZ

ALBERTO LÓPEZ

En Galicia hay 1.725.000 personas que tienen carné de conducir. Y casi dos millones de vehículos en las carreteras. En el polifacético elenco de conductores se mezcla la pasión por la velocidad de los más jóvenes con una alta tasa de mayores al volante

29 nov 2015 . Actualizado a las 19:21 h.

En una comunidad con una importante red de carreteras secundarias, más de un millón y medio de conductores arrancan cada día su vehículo para formar parte de un intrincado laberinto de desplazamientos en el que se producen, todavía, más accidentes de los deseados (83 muertes en carreteras interurbanas en lo que va de año). Galicia tiene fama de pisar el acelerador. Una parte importante de los casi 80.000 euros diarios de media que los gallegos se dejan en multas de tráfico y de los 253.000 puntos del carné de conducir que se han perdido este año se deben a excesos de velocidad. En este rincón atlántico donde la natalidad está a la baja y la media de edad de la población sube cada año, casi cien mil conductores tienen carné de conducir y superan los 74 años. Este es el caso de Don Ramón Díaz Abelairas (Lugo,1932) es todo un veterano en el mundo de la Iglesia. Tiene 83 años y lleva 60 ejerciendo de sacerdote. El alzacuellos, las gafas o el móvil son elementos básicos en su día a día pero si hay algo imprescindible para Don Ramón ese es su vehículo. Este es quien le permite desplazarse de un lugar a otro para llevar a cabo sus servicios parroquiales. Tanto es así que si le retiran el carné de conducir dejará las parroquias donde presta servicios.  

Don Ramón, un cura muy querido por todo el vecindario, es párroco en tres lugares lucenses: en el barrio de San Lázaro, aquí vive en la Casa Rectoral con su hermana en Santiago de Piugos y es capellán en el Hospital Polusa; aquí misa los domingos y acude todos los días a visitar a los enfermos. Para desplazarse a estos dos últimos sitios necesita echar mano de su coche. «Se me retiran o carné de conducir deixo as parroquias», confiesa. Sufrió tres infartos y aunque afortunadamente se recuperó, esto supone que no podría caminar los kilómetros de distancia entre las diferentes localidades donde presta sus servicios. «Hoxe en día sen coche non facemos nada e coas parroquias que temos agora os curas, xa nin che conto». 

Este sacerdote estuvo ejerciendo sus 30 primeros años de oficio en parroquias del sur de la provincia de Lugo. «Alí andaba a pé ou pedía un cabalo prestado pero tiña 23 anos e estaba sano. Se estivera coma daquelas ainda non tería moito problema se me faltara o coche pero tal e como estou, o vehículo é imprescindible».

Los jóvenes

En el otro extremo del reparto del parque automovilístico están los conductores noveles, que siguen siendo protagonistas de algunos de los accidentes más graves y mortales en las carreteras gallegas. 

La ourensana Cristina Dorrego López tiene 22 años y hace dos meses que tiene el carné de conducir. Con la L a cuestas, todavía tiene que pedir el coche a sus padres para poder desplazarse, aunque eso es algo que, por el momento, no le preocupa. Cristina lo tenia claro. Poder conducir iba a ser casi prioritario para encontrar un trabajo. Así que, el pasado verano comenzó con las clases teóricas que completó con las prácticas. Y aunque la primera parte del examen le pareció fácil, la segunda fue a la cuarta. Demasiados nervios, dice. Ahora siempre que puede coge el coche, aunque se turna con  otras cuatro amigas que decidieron sacar el carné de conducir al mismo tiempo. «La verdad es que ahora todas tenemos el gusanillo de conducir. Lo que hacemos es ir cambiando», explica. De momento no ha hecho trayectos largos. Todos por la provincia. No por miedo al coche, si no porque no ha tenido la oportunidad. Por la ciudad, asegura, se conduce bien y  llevar la L le da seguridad. Sin embargo, dice que el resto de conductores no son demasiado benevolentes con su poca práctica.

«Hay de todo. Pero yo prefiero que los que vengan detrás sepan que soy  novata y tengan paciencia», afirma. Lo peor, aparcar.  Pero sabe que será cuestión de tiempo. Quizás estas Navidades tenga coche nuevo. No lo sabe. Acabará la carrera, estudia Educación Infantil, y ya se ve desplazándose todos los días a alguna localidad para dar clases. Además del trabajo, asegura, está la oportunidad de no depender de nadie. La L, para ella, es libertad