¿Esta casa está encantada?

EXTRA VOZ

Las leyendas sobre fantasmas y otros misterios salpican Galicia. Un experto rsponde a las dudas sobre la verdad que se esconde detrás de casos que los medios han hecho famosos

31 ene 2016 . Actualizado a las 10:38 h.

El cine ha jugado un papel importante en otorgarle personalidad a los inmuebles. Desde el perfil silueteado de la casa de Norman Bates en Psicosis a los pasillos interminables de El Resplandor. Los inmuebles que ocupamos callan todas las vivencias que allí acontecen. Desde las risas, a las discusiones y las desgracias. Iván Mourin (Barcelona, 1980) quedó impresionado por la casa de la aldea en Triascastela que cuidaba durante los veranos su abuela paterna. Fue en esas tardes de vacaciones en Galicia, esperando mientras ella terminaba las tareas, cuando las paredes y los rincones de aquel viejo caserón despertaron su curiosidad. Autor de novelas de terror, de un corto premiado en Sitges, (Intrusos), criminólogo y colaborador de espacios como Cuarto Milenio se ha atrevido a abrir la puerta del desván que todos esquivamos alguna vez. 

-En su libro narra sucesos, algunos de hace más de un siglo, de supuestas casas embrujadas. ¿Ha llegado a creer que existen?

-Soy creyente, pero también escéptico. Siempre busco pruebas táctiles, entre el 80% y el 90% de los casos tienen una explicación lógica. 

-¿Y el resto?

-El resto, por ahora, siguen esperándola. ¿Es la casa? ¿Son sus inquilinos? ¿Es un fraude? ¿Hay terceras personas? Son ese 10 o 20%  con los que te pica la mosca. Te preguntas, ¿qué pasa aquí? 

-¿Qué pruebas ha recabado?

-Para empezar, soy escritor, no investigador. Me limité a observar. Para preparar el libro traté con arquitectos, fotógrafos o psicólogos. Siempre consulté con dos diferentes para obtener distintos puntos de vista. En el caso de los fotógrafos, para analizar si pruebas como una imagen o un vídeo estaban trucadas. Lo mismo con las psicofonías. También pregunté a optometristas. Los extraños rayotes de una foto resultaron ser la consecuencia del choque de flashes.  Con los arquitectos analizamos las posibles patologías.

-¿Qué tipo de patologías?

-Los edificios también sufren patologías. Ruidos y vibraciones que tienen una explicación.  Por ejemplo, cuando escuchamos sonidos como los de una canica, lo más probable es que provengan de las tuberías del agua. Son el golpe del ariete a raíz del aire que las recorre, sobre todo si es un edificio antiguo. Lo mismo con los gemidos que creemos pueden proceder la chimenea. Son de nuevo corrientes de aire. Otra patología: los crujidos. La mayoría suceden por la noche, cuando impera el silencio y la dilatación de las paredes, especialmente en las malas, las peor construidas, se hace notar.  

-¿Y con los dueños ha llegado a hablar?

-Sí, con varios. Hay que tratar con respeto a la gente, aunque haya una explicación. Había personas a las que no me las creía desde el principio.

-¿No cree que muchas situaciones extrañas las genera la propia mente?

-Juega un papel importante. No todo el mundo tiene el mismo nivel de percepción, hay gente más sensitiva. Dos personas no tenemos por qué ver lo mismo, ni sentir las psicofonías que se reflejen como una prueba. 

-¿Pero esto es ciencia?

-Sé que hay gente que cree que es un cuento chino. Las personas más escépticas crean un escudo a su alrededor. No puedes cerrarte en banda. Yo sí que creo que suceden cosas. Hay equipos de investigación que llevan años trabajando, como el grupo Hepta. Mucha gente vive de esto. 

-¿No se presta demasiado al fraude?

-Existe, como en todos los sectores. Siempre hay cuatro interesados que hacen más ruido y dan mala reputación al resto. 

-¿Ha experimentado alguna de estas anomalías sin causa lógica?

-Yo no he vivido ningún fenómeno paranormal, o a lo mejor no me he dado cuenta de ello. Pero sí que reconozco que la sugestión me ha jugado malas pasadas.

-Habla de las casas como si fueran humanas y les realiza un diagnóstico. 

-En el libro he querido tratarlas como si fueran seres vivos. Creemos que estamos a salvo en ellas. Compartimos los mejores y los peores momentos. Cuando las dañas, como cualquier otro animal, se ven afectadas e intentan defenderse. 

-Si reaccionan, ¿ es para mal?

-No siempre es algo violento. Dice la leyenda que en el Hotel Roosevelt, el primero en el que se celebraron los Oscars, se sigue apareciendo Marylin Monroe ante el espejo en el que se pintó una noche.

-¿Deben darnos miedo las casas construidas sobre un cementerio?

-El terreno condiciona mucho. Si una casa está edificada sobre un cementerio claro que le va a afectar. Pero porque el suelo será más débil, se puede ir hundiendo y modificando la estructura de la vivienda. 

-¿Siguen funcionando los tópicos de caserón decimonónico abandonado?

-El cine ha generado muchos estereotipos: casas antiguas, apartadas? pero muchos casos documentados también han sucedido en pisos nuevos. 

-¿Qué casa de película te aterró más? 

-Sin duda el edificio Dakota, en «La semilla del diablo».

-Creo que son pocos los niños a los que no atemorizaba el desván en la infancia?

-Hay zonas de la casa especialmente propensas a provocar estos miedos. Dos clásicos son el desván y el sótano. Suelen tener menos luz, estar aislados y poco transitados. Otra de las zonas son los dormitorios. Es tal vez la parte de la casa en la que somos más vulnerables. 

-Narra casos como el de la madrileña Casa de las Siete Chimeneas de Madrid, del Ministerio de Cultura, pero también de otros países. 

-Llevo años recopilando documentación para hacer este ensayo. Decidí tratar edificios de todas las partes del mundo, desde África a Japón. Es cierto que en Estados Unidos están los casos más mediáticos. Desde el expediente Warren, al caso del exorcismo de Connecticut. Saben explotarlo como un show en vez de como algo serio. 

-¿Tendremos miedo de quedarnos solos en casa si leemos el libro?

-[Iván hace una pausa y ríe] Los que lo han leído me dicen que sí. Al menos su lectura los ha tenido enganchados un buen rato. 

-¿Encantado en una casa encantada?

-Me ha marcado la que cuidaba mi abuela. Cuando de pequeño venía a Galicia me llevaba a veces con ella. Era un inmueble muy antiguo, con muebles centenarios y el piso de madera que no paraba de crujir en la aldea de Santalla de Alfoz. A la gente de Triacastela le daba miedo, decían que estaba encantada, a mí me encantaba. Bueno, solo me imponía un poco el sótano.