«Tenemos que escuchar más a los mayores»

Beatriz Pérez

EXTRAVOZ OK

Jean-Marc Gourdon

Baptiste Beaulieu es un médico francés que cura también con las palabras. Su último libro, «Un taxi a la felicidad», quiere lanzar un mensaje claro y positivo: por muy mal que vayan las cosas siempre se puede empezar de nuevo. El personaje principal, inspirado en su abuela, pretende reivindicar la necesidad de respetar a los mayores.

17 jul 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

Un hombre deprimido y al que ronda la idea de suicidio concede a Sarah, una excéntrica anciana taxista, siete días para que lo convenza de que vivir merece la pena. Es la sinopsis de Un taxi a la felicidad (Grijalbo), el último libro de Baptiste Beaulieu (Francia, 1985). Este médico (que ya publicó La vida no es tan grave, en la misma editorial) es el autor del blog www.alorsvoila.com, en el que cuenta sus experiencias dentro del hospital. Un taxi a la felicidad es un alegato a las ganas de vivir y la esperanza. «Cuando doy alguna charla en facultades de medicina, siempre digo a los estudiantes: “Si veis algo bello, decid algo bello a los demás”», asegura Beaulieu. Es por eso que este médico también escribe libros.

 -¿Cómo nace «Un taxi a la felicidad»?

-Quise contar la muerte simbólica y el renacimiento de un hombre. La idea nació de una parte de mi vida que fue muy dolorosa. Hace años perdí a mi compañera, me puse enfermo inmediatamente después y tuve que pasar unos exámenes muy difíciles en la facultad de Medicina que, por supuesto, suspendí. He querido contar cómo uno es capaz de volver a subir a la cima de la montaña.

?Resulta paradójico que cuente la historia de un médico que no desea vivir.

-Ha sido deliberado. No sé en España, pero en Francia la profesión que más se suicida es la médica. El que el protagonista sea médico me ha permitido abordar aspectos fundamentales. La pérdida de la infancia, la pérdida de ilusiones, la vida, la muerte, la aceptación de todo lo que pasa tal como pasa? son temas que conectan con muchos lectores.

-¿Está basado el personaje de Sarah, la anciana taxista, en alguien que conozca?

-Sí, en mi abuela. Es una mujer bastante extraordinaria, que no tiene nada de prototípico. No le gusta cocinar, así que come directamente de las latas de conserva. Además, le encanta tomarse una copa de alcohol por las noches antes de acostarse. Y cuando alguien le dice «oye, haznos un pastel», se parte de risa.

-¿Y tiene algún significado el hecho de que el personaje que infunde ganas de vivir esté encarnado en una anciana?

-Es algo que suele suceder. Yo lo veo con muchos pacientes mayores que han alcanzado una cierta filosofía de vida y que son capaces de enseñarnos cosas. Creo que en nuestra sociedad hemos perdido esa capacidad de escucha de nuestros ancianos. Por ejemplo, en el año 2003 en Francia hubo una ola de calor que mató a miles de personas mayores. Yo era un joven estudiante en aquel entonces y, desde el punto de vista de la civilización, me pareció un fracaso total. He trabajado como médico en Vietnam e India y estoy seguro de que eso allí no hubiera sucedido nunca, porque siempre hay alguien que se ocupa de la gente mayor. Puede que no tengan aire acondicionado, pero siempre habrá alguien con un abanico ventilando al anciano o dándole agua.

-«Un taxi a la felicidad» reflexiona acerca del sentido de la vida y se hace la pregunta de por qué vivir.

-Sí. Una cuestión fundamental para mí es saber por qué existo, si hay un objetivo en la existencia y qué puedo hacer yo para justificarla. Hay una frase de Marguerite Duras que me gusta mucho: «Toda mi vida, todas las noches, he dudado entre la sopa de puerros y patatas y el suicidio». Yo veo cosas muy duras en mi profesión y a menudo me pregunto cómo transformar una experiencia dura de hoy en algo positivo mañana.

-Usted además quiere aproximar la figura del médico a la sociedad.

-Sí, porque yo, antes que escritor, soy médico. Para mí es muy importante pensar que tal vez gracias a un libro mío una persona que yo no conozco en Francia o en España se sentirá más tranquila si tiene dificultades personales. Es algo que me resulta muy gratificante como médico. Lo que también intento mostrar a través de mis libros es hasta qué punto podemos ayudar a alguien. Ahora mismo en Francia la profesión médica está un poco denostada porque se considera que el médico es demasiado técnico y que ha perdido humanidad. Intento tender puentes entre los dos mundos.