Digestión: ¿la haces o la sufres?

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SANDRA ALONSO

No hay alimentos ni técnicas milagro; para evitar las molestias estomacales hay que huir de las comidas copiosas y ricas en grasas. Masticar despacio y tomar una infusión sí son consejos recomendables

18 sep 2016 . Actualizado a las 04:00 h.

La expresión «tengo una digestión pesada» o «me ha hecho daño la comida del mediodía» son muy habituales. Y ciertas. Más del 10 % de la población tiene dispepsia, es decir, mala digestión, y hábitos de vida como el sedentarismo, el estrés o las comidas irregulares aumentan este porcentaje. Aunque afecta a mucha población y se trata de un trastorno crónico, no conlleva riesgo de la aparición de otros problemas graves como los tumores digestivos. ¿Pero qué hacer para evitar estas molestias? Miguel Martínez Olmos, endocrino, y Nicolau Vallejo, experto en digestivo, ambos médicos en el Hospital Clínico de Santiago, explican cuáles son las principales recomendaciones para tener buenas digestiones. Y es que no hay milagros, pero sí pequeños consejos.

 El primero de ellos es que el proceso de asimilación de los alimentos depende en gran medida de los hábitos. Es decir, no se trata solo de lo que se come, sino de cómo. Alimentarse de manera desordenada, saltarse comidas y atiborrarse en otras va en contra del funcionamiento normal del organismo «y no solo del aparato digestivo, sino también del metabolismo», dice Martínez Olmos. Es decir, hay que mantener unos horarios y nunca hacer una ingesta copiosa de comida. Y para ello masticar despacio es clave, porque los alimentos llegan más procesados, se traga menos aire y habitualmente se come menos cantidad.

La dieta también es importante. La cena debe ser ligera y las comidas abundantes en frutas y verduras. Los fritos y las grasas son más difíciles de digerir. Incluso un sueño adecuado, dice Vallejo, ayuda a este proceso. «No me atrevería a hablar de alimentos digestivos, sino de evitar atracones, horarios aberrantes y alimentos que son más perjudiciales como los grasos o las frituras», apunta Martínez Olmos.

¿Y la siesta después de comer? No es lo más adecuado. La comida puede pasar al esófago y aparecer lo que se conoce como reflujo o ardor. Además no estimulamos el vaciamiento gástrico, por lo que la digestión puede verse ralentizada. Tampoco es recomendable lo contrario, hacer ejercicio, porque la digestión es un proceso que necesita una cantidad de sangre y no es bueno que esta se desvíe a otras zonas.

Mientras que tanto el alcohol como el café pueden no ser perjudiciales si se toman de forma moderada, en lo que sí coinciden los dos expertos es en que las infusiones ayudan a una buena digestión. Primero porque es un líquido, muchas tienen propiedades digestivas o tranquilizantes y además no tienen ninguna contraindicación.

Por qué se corta

¿Existe el llamado corte de digestión? Sí, aunque el nombre científico es síncope por hidrocución. Es estrictamente un shock del sistema cardiovascular y se produce por un contraste de temperaturas. Para no perder calor, el cuerpo reacciona con una contracción de los vasos sanguíneos. Cuando el afectado ha comido recientemente, un reflejo del cuerpo puede ser expulsar el contenido del estómago, lo que supone un mayor riesgo por el peligro de que haya una aspiración al árbol respiratorio.

En resumen, para tener una buena digestión no basta con tomar una manzanilla, un yogur de postre, un helado o una copa de vino para ayudar en el proceso digestivo. Se trata de un conjunto de medidas que se resumen en hábitos saludables: horarios estables de las comidas, evitar atracones, huir de grasas y fritos e incluso realizar algún tipo de actividad física y mantener un sueño adecuado.

Esto no implica que no haya personas que presentan lo que se conoce comúnmente como un estómago más delicado, aunque Miguel Martínez Olmos insiste en que a veces estas personas con mayor predisposición simplemente tienen una patología no diagnosticada. Y es que, si bien en la mayoría de las ocasiones son trastornos ocasionales y leves que no conllevan riego para el paciente, Vallejo Senra advierte de que, cuando este problema coexiste con anemia, diarrea, dolor abdominal, dolores articulares, pérdida de apetito o peso, cansancio, o bien si el inicio de los síntomas surge a partir de los 50 años sin haberlos presentado previamente, lo recomendable es acudir al especialista para realizar un estudio complementario y descartar patologías más graves.