«No puedes hacer dieta sin pensar en la parte emocional»

Laura García del Valle

EXTRAVOZ OK

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El estrés y la ansiedad son la epidemia del siglo XXI, y muchos recurren a la comida para paliar sus efectos.

21 may 2017 . Actualizado a las 04:00 h.

Una jornada laboral interminable, un desengaño amoroso o un domingo sin salir de casa. Las excusas para perder la cuenta de las veces que uno abre la nevera son innumerables, pero en muchas ocasiones un trasfondo de estrés o ansiedad está detrás de esa necesidad de comer a todas horas que no solo impide que uno esté a punto para la operación bikini, sino que se transforma en un hábito que puede perjudicar gravemente a nuestra salud. Para que esa relación disfuncional que muchos sufren con la comida pueda revertirse, la psiconutricionista Sandra Navó aborda «desde la consecuencia y no desde la mala conducta» la problemática de cada uno. Y advierte: «Además, conozco la problemática, porque la viví en primera persona».

 -¿Qué diferencia su trabajo del que realiza un nutricionista o del de un psicólogo?

-Yo me dedico a la psiconutrición holística, es decir, ayudo a través de la parte mental y espiritual a cambiar la conducta alimentaria de personas que están teniendo problemas con la alimentación. Contribuyo a que mis pacientes se liberen de sus bloqueos físicos y emocionales para que puedan ser felices mientras tienen un peso saludable, una buena relación con la comida y la autoestima en su sitio.

-¿Cómo influyen el estrés y el ritmo de vida en la alimentación?

-Son dos temas que están totalmente relacionados. Crecemos y nadie nos enseña a gestionar las emociones. Cuando notamos una sensación desagradable queremos que se vaya rápido e intentamos atajar el problema comiendo, lo cual, en lugar de ayudar lo que hace es generar una relación negativa con los alimentos, de frustración. Lo sé, entre otras cosas, porque yo viví un trastorno alimentario. Pero, explicado de otra manera, lo que sucede es que cuando sufrimos un disgusto sufrimos una activación emocional porque la tripa es nuestro segundo cerebro.

-Parte de los problemas derivan, según comenta, de que muchas personas confunden la ansiedad con el hambre.

-Desde luego, es más, es que yo te diría que la mayoría de veces que comemos no lo hacemos por hambre. Es bastante común. Pero también se dan casos de personas a las que se les cierra el estómago con los problemas y no son capaces de comer. De hecho se pueden sufrir las dos fases perfectamente en diferentes etapas.

-¿Qué puede hacer una persona que lleva un largo período de tiempo haciendo dietas sin conseguir ningún resultado?

-Yo no soy amiga de las restricciones, en la alimentación, deberían dejarse a un lado las obligaciones o prohibiciones porque solo pasan una factura negativa; es como si alguien te dice lo que tienes que ponerte, no le vas a hacer caso. Así que yo prefiero apostar por una dieta saludable pero trabajando desde la parte holística, ya que normalmente estos pacientes solo se habían centrado en cambiar su alimentación sin pensar en la parte emocional.

-¿Puede la comida hacer la función de ansiolítico?

-Claro. La comida funciona como un mecanismo de recompensa: aporta calma, felicidad y muchas emociones placenteras. Es un anestesiante que de hecho puede generar adicción. Por otro lado, hay que tener en cuenta que a muchos niños se les conquista con dulces para paliar el dolor o para evitar que se enfaden y esa es una conducta que mantenemos cuando crecemos.

-¿Qué alimentos podría decirse que son más adictivos?

-Los dulces, las harinas o la comida basura. Nunca son los alimentos saludables, por desgracia. Este tipo de productos activan los centros de placer de forma casi inmediata. De hecho, hay estudios que relacionan la adicción a la comida con la sensación que genera la adicción a la cocaína.