Viaje en el tiempo con un Ford Fiesta

MOTOR ON

MARCOS MÍGUEZ

El pequeño modelo cumple 40 años, sigue siendo uno de los más vendidos y es quizás el automóvil que despierta más nostalgias. ¡Vamos a viajar en el tiempo!

08 jun 2016 . Actualizado a las 18:43 h.

La historia de este Fiesta L matriculado en A Coruña en julio de 1977 discurre paralela a la Transición española, con sus vaivenes políticos, sociales y económicos (en su radiocasete se escucharon el golpe de Estado de Tejero, la victoria de Felipe González o el triunfo de España en el Mundial); recorre el camino de un mundo analógico a otro hiperdigital en el que se ha pasado del encendido con llave a un botoncito de start/stop (¿«dónde está la entrada USB»?, se preguntaría un milenial que viese el sobrio salpicadero de este Fiesta) y llega finalmente hasta una época en la que los coches bautizados como «clásicos populares» alcanzan suculentas cotizaciones (hay por ahí algún 127 a la venta por más de seis mil euros).

MARCOS MÍGUEZ

De hecho, Benigno Gómez solo lo vendería si recibiese una buena oferta que le permitiese restaurar a fondo la otra joya de su garaje, un Mini 850 de 1971 por el que pagó tres mil euros. El Ford Fiesta C-6164-J llegó a sus manos hace siete años: una de aquellas primeras conductoras de los setenta fue su primera propietaria y un joven que lo adquirió de segunda mano (si hay un coche que todos hemos tenido de segunda mano ese es el Fiesta) lo disfrutó a continuación antes de que Benigno decidiese comprarlo para preservar la memoria de un automóvil que marcó, y sigue marcando, una época: incluso en el historial de propietarios de este Fiesta del 77 se intuye esa evolución de la sociedad española.

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Y si hablamos de cambios pensemos en lo que lo separa del Fiesta que se vende en la actualidad: si este coche se hubiese plantado en nuestro tiempo el día en que salió de la factoría valenciana de Almusafes, donde durante décadas se fabricó este modelo para toda Europa, su conductor tendría la sensación de haber aterrizado en Marte. Y no digamos nada si ese conductor fuera el periodista de motor que le hizo la prueba hace cuarenta años para su revista y que hemos rescatado de la hemeroteca. Entre las virtudes de aquel modelo de 957 centímetros cúbicos de baja compresión (uno como el que ahora Benigno mima en su garaje) el hombre citaba como principales virtudes: la estética y el nivel de acabado, el equipo de climatización y la conducción «muy suave». Estamos hablando de un coche que no lleva dirección asistida ni aire acondicionado y cuyas ventanillas se abren a mano, pero que cuarenta años después, como asegura Benigno, todavía es capaz de llevar a dos personas desde Arteixo a Aranga sin rechistar. Quizás a ello ayude que su primera propietaria lo guardó siempre en garaje y que su actual dueño es un enamorado de los coches clásicos. Quizás es que cuando Henry Ford IV mandó hacer para el mercado europeo que venía de la crisis de petróleo del 73 un coche pequeño pero extremadamente fiable estaba hablando muy en serio. Seguramente mucho más que cuando Carlos Herrera recuerda aquellas «ternuras horizontalizadas» en su Fiesta Blanco (¿llevaría jersey amarillo?).