Fran Gómez Pallas, piloto: «El Dakar es como un amor maldito»

Antonio Longueira Vidal
Toni Longueira REDACCIÓN / LA VOZ

MOTOR ON

Ana Garcia

Nació en 1969 en Caracas, pero es de Carballo. Campeón gallego de motocross en tres ocasiones, su verdadera debilidad es la prueba fundada por Thierry Sabine en 1978. Acudió en seis ocasiones y la completó con éxito en tres: 2000, 2006 y 2009. Ahora pretende tomar la salida en Lima (Perú) el próximo 6 de enero.

11 jun 2017 . Actualizado a las 19:50 h.

Su pasión por el Dakar roza lo divino. No escatima esfuerzos para lograr su objetivo. Francisco José Gómez Pallas (Caracas, 1969) reside en Carballo y es un apasionado de las motos. Campeón gallego de motocrós en tres ocasiones, participó en seis Dakar: 2000, 2003, 2005, 2006, 2007 y 2009, y concluyó con éxito tres de las citas a las que acudió: 2000, 2006 y 2009. Solo los inoportunos fallos mecánicos le impidieron hacer pleno. Ahora, ocho años después de su última proeza, el deportista bergantiñán quiere regresar a esta prueba legendaria. Si nada se tuerce Fran Gómez Pallas tomará la salida, formando parte del equipo Indupanel Dakar Team (único equipo gallego en la categoría de motos), el 6 de enero, en la capital peruana de Lima. El carballés espera completar los 10.000 kilómetros del trazado, repartidos en varias etapas, el 20 de enero en Córdoba (Argentina). Fran Gómez pilotará en esta ocasión una Honda CRF 450 X de 65 caballos de potencia, que desarrolla una velocidad punta de 190 kilómetros por hora.

-Llevaba demasiados años de espera.

-La verdad es que sí. La crisis económica hizo mucho daño al deporte, sobre todo en estas disciplinas que requieren de una esponsorización importante. Participar en una prueba como el Dakar supone una inversión mínima de 15.000 euros que cuesta la inscripción. Esa cuantía está ya satisfecha. Ahora queda el resto.

-¿De cuánto estamos hablando?

-Si voy solo, un mínimo de 60.000 euros. Si lo hago acompañado de un mecánico de apoyo, hablamos ya de unos 80.000 euros. Para poder participar he tenido incluso que pedir un crédito a un banco. Es una prueba que supone un gran desembolso, pero merece la pena 

-¿Se siente preparado para semejante reto?

-Sí. A nivel físico siempre me he cuidado. Durante la semana salgo a correr, hago bicicleta y natación, y los fines de semana entreno con la moto durante cinco o seis horas. Vengo de terminar el rali de Merzouga, en Marruecos [prueba de clasificación para el Dakar 2018], con temperaturas que durante el día alcanzaron los 50 grados en el desierto. Y lo he llevado relativamente bien.

-Pero el Dakar no solo es cuestión de físico, también lo es de mentalización.

-Es muy importante tener la capacidad suficiente para tomar la decisión correcta en el momento oportuno. Hablamos de etapas tremendamente largas y muy complicadas por la orografía. Te pasas encima de la moto 12, 13 o 14 horas seguidas y el apoyo en la carretera es mínimo.

-Hay equipos que llevan todo tipo de apoyo, desde mecánico hasta fisioterapeuta.

-Si le digo la verdad, yo me conformo solo con tener un mecánico. Si no llevas, después de acabar una etapa tienes que arreglar la moto y ponerla a punto para la siguiente jornada y debes revisar bien el libro de ruta, lo que nosotros llamamos el Road Book. Luego cenas y descansas un par de horas antes de volver a subir a la moto. Por eso es tan importante llevar de tu mano un mecánico, te permite descansar más y preparar mejor la siguiente etapa.

-¿Cuánto cuesta llevar un mecánico de apoyo?

-En torno a los 18.000 euros más o menos.

-¿Cómo afronta este séptimo Dakar?

-Con la misma ilusión que la primera vez y con el objetivo de terminar como sea. El Dakar lo es todo para mí. Es un reto tanto a nivel deportivo, como físico y mental. Siempre digo que es como un amor maldito, cuanto más te hace sufrir más lo deseas.

-¿Su mejor resultado?

-En una etapa acabé en el puesto diecinueve.

-¿Qué queda de aquel Fran Gómez Pallas que acudió a su primera prueba en el año 2000?

-La ilusión y las ganas de hacerlo bien. Pero aquella primera participación me marcó mucho. Cuando llegué no sabía lo que era un GPS o un libro de ruta. Iba a la aventura. Como inexperto que era, salía detrás de los que, en teoría, eran más veteranos. Por donde iban ellos yo los seguía, y claro, si ellos se equivocaban de ruta detrás iba yo. Pero aun así, si no fuera por los fallos mecánicos hubiera completado el pleno.

-¿Su momento más complicado?

-Fue precisamente en aquel año 2000. Era mi primera participación. En el transcurso de una etapa me caí de la moto y rompí un tobillo. Los médicos de la organización me recomendaron que abandonase. Yo me negué en redondo. No podía terminar así después de lo que me había costado llegar hasta allí. Fijé bien los tobillos y me puse las botas. No me las volví a quitar hasta que llegué a la línea de meta. Fueron, si no recuerdo mal, 8 días en los que no me quité para nada el calzado, pero mereció la pena. Por eso siempre digo que una prueba tan exigente y tan dura como esta no se trata de estar bien físicamente, también hay que estarlo mentalmente.

-¿Merece la pena tanto sacrificio por participar en el Dakar?

-Sí. No hay nada tan especial.