El abandono y el vandalismo se ceban con la casa rectoral de O Val

C. Elías / A. C. NARÓN

FERROL

En el interior hay tirados documentos religiosos de carácter privado y libros

13 abr 2017 . Actualizado a las 12:03 h.

Las ventanas están rotas, hay piedras aguantando de tejas que amenazan con caer y la maleza inunda el frente de la vivienda. El interior no es mucho más alentador. Cruzando el umbral de una puerta de entrada rota y rajada tras estar dos veces tapiada para intentar evitar que la gente entrase, libros rotos, documentos religiosos y restos de muebles se esparcen por las diferentes estancias del inmueble. Es el estado en el que se encuentra la vieja casa rectoral de O Val, abandonada desde hace años y para la que los vecinos piden algún uso.

La construcción, recuerdan los residentes en la parroquia naronesa, está sin actividad desde hace un decenio, lo que ha provocado que se convierta en un espacio en el que «entra quen quere», lamenta José Mourente, residente en el lugar. Otro vecino, Martín Rubio, alerta de que en verano o cuando se celebran los festejos de la parroquia, «los jóvenes se meten a seguir la fiesta», y teme que algún día se produzca una desgracia ya que el inmueble está prácticamente en ruinas.

Pero a pesar del estado de abandono, la vivienda no se llegó a vaciar del todo. Además de algún mueble como una estantería, dos confesionarios, una cama o dos sofás, hay desperdigadas por las estancias de la vivienda borradores de antiguas partidas de bautismo, sepultura, proclamas prematrimoniales, y multitud de libros de lo más variados. «No tienen valor documental, son los papeles borradores de lo que se iba a poner en los libros de registro que están guardados. Los que están en uso de bautismo, matrimonio... los tengo yo, y los antiguos están en Mondoñedo», explica Luis Martín, uno de los sacerdotes claretianos que forma parte del equipo que dirige varias parroquias de la comarca. Lleva tres años ejerciendo en esta zona y en los últimos días, tras enterarse de lo que había en la vivienda, se acercó para recoger lo que pudiese tener repercusión y archivarlo. «A mí me da miedo cómo está la casa. El último cura que vivió allí y su familia se fueron rápidamente y dejaron cosas allí que no debían», lamenta. También ha trasladado la situación al administrador de la diócesis para pedir que se vuelvan a tapiar las entradas.

Para usos sociales

«Es una pena que esté abandonado. Podían hacer algo antes de tenerlo así. Cualquier cosa, una urbanización, casas sociales, algo para actividades...», propone Martín Rubio. La casa se remonta a hace más de dos siglos. En su exterior, recuerdan los vecinos, había un bonito hórreo de grandes dimensiones que acabó cayendo. «Era como un pequeño monasterio, aquí vivían no solo los curas, también sus familias, la mujer que los cuidaba, estaban las cuadras de los animales, era una pequeña escuela, las mujeres venían a aprender a coser, se daba catequesis...», detalla Rubio, tal y como le han explicado los vecinos.

Mourente recuerda que hace años los vecinos propusieron destinar la casa a un local social para el ocio de los residentes en la zona, proyecto que nunca llegó a materializarse, aunque todos coinciden en que es necesario tomar medidas. «Está lleno de bichos y de ratas que van para la casa de al lado donde vive mi suegra», critica Martín Rubio.