Galicia celebra en Chamorro la gran romería de la primavera

FERROL

José Pardo

Miles de personas suben caminando a lo alto del monte, como cada Lunes de Pascua, para venerar a la Virxe do Nordés

17 abr 2017 . Actualizado a las 19:45 h.

 Es cierto: no hay año en el que uno, al llegar a Chamorro el Lunes de Pascua, no tenga la sensación de que, mediante alguna extraña magia, se ha detenido el tiempo. Pero es que esa es la mayor de las verdades, y conviene dejar constancia de ello. Porque también este monte mágico, al que se llega tras haber subido la madre de todas las cuestas, es una puerta entre dos mundos, que aquí celebran juntos la gran romería de la primavera gallega. Durante la Semana Santa, hasta el mismísimo Domigo de Resurrección, la espiritualidad ferrolana, que brilla especiamente durante la Semana de Pasión, encuentra su reflejo en las procesiones que recorren la ciudad, en especial el casco histórico de A Magdalena. Pero llegado el Lunes de Pascua el epicentro de esa espiritualidad se desplaza a un punto muy distinto, a un entorno absolutamente contrapuesto a lo urbano: a lo alto de un monte que aún conserva vestigios de la prehistoria gallega. Al lugar en el que se alza la ermita de Nosa Señora do Nordés.

Ya se sabe, también, que la cuesta por antonomasia no una propiamente dicha, sino dos. Está, por un lado, el primitivo sendero, que asciende por el monte desde Serantellos, y que sigue siendo el que, tal día como hoy, eligen quienes se sienten especialmente próximos a la tradición.... y los caminantes de mayor aliento. Y está, por otro, la cuesta asfaltada, cuya longitud es exactamente de un kilómetro desde el lugar en el que comienza, junto a la carretera de Covas, hasta el atrio de la iglesia.

Tiene algo de deportivo, siempre -y discúlpesenos el desenfado-, la ascensión hasta Chamorro. Qué les voy a contar, que ustedes no sepan. Pero, por encima de cualquier otra cosa, la romería de Chamorro es, naturalmente, una fiesta. Una fiesta que lleva a muchos a provechar la jornada para pasar un día, de merienda, en medio de la naturaleza, en un enclave especialmente bello. Y que, también a otros muchos, les permite reencontrarse, de una manera especialmente emotiva, con la fe de sus mayores.

A la Virgen de Chamorro, a Nosa Señora do Nordés, se le quiere mucho en Galicia entera. No hay más que ver con qué emoción se acercan a la imagen de Nosa Señora do Nordés las gentes llegadas desde todos los rincones del país, uniendo su oración a la de quienes hoy están lejos, pero también estarían en Chamorro si pudiesen.

La imagen de la Virgen es una talla de madera policromada, a la que los investigadores atribuyen un origen medieval. Parece seguro, en calquier caso, que estuvo inserta en un antiguo retablo, hoy desaparecido. Con el paso del tiempo, la apariencia de la imagen cambió por completo: en la actualidad está cubierta de ropajes en los que se abre un pequeño orificio por el que asome el rostro del Niño Jesús. Y es que Nosa Señora do Nordés, la Virxe de Chamorro, es una imagen sedente. Una imagen en la que, en realidad, la Virgen está sentada y tiene al Niño Jesús sobre sus rodillas.

En lo que al templo respecta, bien puede decirse que el paso de los siglos no ha alterado el clima de recogimiento y de misterio que reina entre sus muros, alzados precisamente en el lugar en el que la tradición dice que se apareció la Virgen.

Siempre es un lugar que conmueve, Chamorro. En cualquier momento del año. Y hoy, sobremanera, cuando la eternidad brilla, en el interior de la ermita de Nosa Señora do Nordés, cuya puerta iluminan miles de velas.