Juan Jesús Arias, más de 40 años de entrega a la educación especial: «Me jubilo por obligación»

BEATRIZ ANTÓN FERROL / LA VOZ

FERROL

Juan Jesús Arias, en las dependencias del Terra de Ferrol.
Juan Jesús Arias, en las dependencias del Terra de Ferrol. JOSE PARDO

Del Carmen Polo al Terra de Ferrol. Y del aislamiento de los alumnos a su integración social. Así ha vivido las últimas cuatro décadas Juan Jesús Arias Miño, un maestro 100 % vocacional al filo del retiro

29 sep 2023 . Actualizado a las 12:23 h.

Juan Jesús Arias Miño (Ferrol, 1953) es historia viva del Terra de Ferrol, el antiguo Carmen Polo, un centro de educación especial en el que desembarcó en 1979, solo ocho años después de que Franco cortase la cinta inaugural, y al que dirá adiós el próximo 20 de octubre, dos días antes de soplar las velas de su 70 cumpleaños. Entremedias, más de cuatro décadas de entrega, muchas horas con los alumnos fuera y dentro de las aulas y dos cargos de responsabilidad: 25 años como jefe de estudios y cinco como director (hasta el pasado mes de junio). También algunos sinsabores. Pero, sobre todo, mucha satisfacción. «Tanto me llena y me gusta mi trabajo que, si por mí fuese, aquí seguiría hasta los 80 años o hasta que el cuerpo aguantase. Me jubilo por obligación y porque hay que dejar paso a las nuevas generaciones», dice ante la cara de asombro de quien le escucha.

Tras 44 de trabajo incansable, cualquier currante de a pie estaría deseando que le llegase la hora del retiro para poder descansar. Pero Jesús está hecho de otra pasta. «Es de los primeros en llegar al cole y de los últimos en irse». «Humilde y trabajador». «Una persona con un gran corazón y mucho sentimiento aunque no lo parezca». O «un profesor al 100 % vocacional» son solo alguna de las perlas que le dedican sus compañeros. Él se quita importancia e insiste en que los logros cosechados en estos años han sido posible gracias a la «gran familia» del Terra de Ferrol, formada por el profesorado, pero también por cuidadores y educadores, el personal de servicios y los padres.

Jesús, que es diplomado en Magisterio (con las especialidades de Ciencias Sociales, Pedagogía Terapéutica y Audición y Lenguaje) y licenciado en Humanidades, recuerda que entró en el Carmen Polo en una época gris, cuando los niños que atendía el centro todavía eran «invisibles» y sufrían el «rechazo» de gran parte de la sociedad. «A mí me tienen insultado al entrar en una cafetería con ellos y cuando empezamos a llevarlos a la piscina de A Malata hubo usuarios que se quejaron», relata. «También me fastidiaba mucho que cuando se veía a alguien que se salía de lo considerado como ‘normal', se dijese aquello de que ‘estás para ir al Carmen Polo'», rememora a renglón seguido.

En aquellos primeros años, tal era la barrera que separaba ambos mundos que los niños del Carmen Polo celebraban la primera comunión en el propio centro, donde también había dentista o psiquiatra. «Hoy en día van a los centros del Sergas, como todo el mundo, y hacen la primera comunión en sus parroquias», señala Jesús.

Por suerte, todo comenzó a mejorar a mediados de los ochenta, con nuevas leyes y métodos pedagógicos más avanzados. Y la metamorfosis continuó con el cambio de nombre del centro en el 2010, y su división en el 2012: el Terra de Ferrol, al que acuden niños y jóvenes de 3 a 21 años y depende de la Consellería de Educación; y el Souto de Leixa, de la Consellería de Traballo e Benestar, donde se atiende a adultos de 22 años en adelante. 

«Cuando yo entré había unos 220 alumnos, mientras que este curso rondan los sesenta. Esto se debe a que ya no tenemos adultos, pero también a que ahora muchos niños con necesidades educativas especiales están escolarizados en colegios ordinarios», advierte Jesús.

El maestro aplaude sin duda ese avance hacia al inclusión, aunque considera que «los centros de educación especial siguen siendo necesarios», porque muchos colegios no disponen aún de los recursos ni del personal especializado necesario para atender todos los casos.

Echando la vista atrás, Jesús se ve a sí mismo como «uno más» de una generación que luchó por cambiar las cosas. Y entonces se le vienen a la memoria los nombres de antiguos compañeros: Rosa, Estela, Mari Carmen, María Jesús, Remedios, Úrsula, Josefa... Y también de otros ya fallecidos, como Enrique Paredes, que «hizo muchísimo por este centro y fue uno de sus grandes pilares».

Jesús ha pasado el testigo de la dirección a Carlos Pena Bellón, con el que espera colaborar en todo cuanto se le proponga. «La jubilación ya está ahí, pero a mí me encantaría seguir en contacto con este mundo de la educación especial, porque ha sido mi vida», reconoce, aunque también espera exprimir el retiro a base de muchos paseos, jornadas de pesca y «estando al tanto de la información política». «Actualmente está muy denostada, pero yo creo que la política es muy importante y me alegra que ahora haya más partidos y grupos con representación en el Parlamento, porque eso también es el reflejo de una sociedad que acepta mejor la diversidad», reflexiona antes de la despedida.