Palabras vacías

José A. Ponte Far VIÉNDOLAS PASAR

FERROL

26 nov 2023 . Actualizado a las 09:08 h.

A estas alturas de la vida uno se da cuenta de que las cosas no son exactamente como en algún momento pensamos que eran. Las palabras son las mismas de siempre, pero los conceptos a los que aluden se han ido modificando en nuestra experiencia vital. Por ejemplo, cuando yo era monaguillo, tenía muy claro que los llamados pecados capitales nos conducían directamente al infierno. Eran siete, recordados con tenacidad desde los púlpitos de las iglesias. Menos mal que nos quedaban otras siete virtudes que podían contrarrestarlos… Pero fui viendo que los dichosos pecados estaban muy arraigados en el mundo; tanto, que parecían algo totalmente asimilados por la gente normal del pueblo. Más tarde llegué a entender que, sin algunos de esos pecados, el mundo sería como una enorme losa, por inmóvil y aburrido. Si faltase la ambición del conquistador, la ira del guerrero o la soberbia del héroe, la humanidad seguiría en la prehistoria porque no habría evolución. Si la gula no hubiese empujado a muchos a experimentar novedades en los fogones, seguiríamos comiendo solo frutos silvestres. Y hasta la propia especie humana peligraría sin la tentación de la lujuria, que a la par que propiciaba desahogos venéreos, contribuía al aumento demográfico. Fui entendiendo, pues, que lo que decía el catecismo no coincidía realmente con lo que yo veía en la realidad.

Pues algo parecido me está pasando ahora con la palabra progresismo, que ya no me encaja con el concepto noble que desde mucho tiempo encerró para mí y para muchos de mi generación. Porque el progresismo yo siempre lo asocié a aquel histórico liberalismo ilustrado de personajes que buscaban el progreso social y la igualdad entre ciudadanos desde el diálogo y la tolerancia, como nos habían dejado por escrito Larra, Jovellanos, Madariaga, Antonio Machado y otros clásicos. Por eso tengo un conflicto serio con esta noble palabra cuando leo y oigo que los progresistas ahora son los que van a conformar un nuevo Gobierno presidido por Sánchez con los apoyos parlamentarios de Otegui, Rufián, Junqueras, Puigdemont…

Porque estos supuestos progresistas se han puesto de acuerdo para romper la igualdad y solidaridad entre las Comunidades Autónomas, han avalado delitos de malversaciones y, por lo tanto, están dispuestos a crear ciudadanos españoles de primera (unos cuantos) y de segunda (todos los demás). El tiempo no ha cambiado la palabra, pero los políticos han cambiado el noble concepto que representaba.