Estudiar una carrera al filo de los 50: «Entré de rebote y me ha dado la vida»

beatriz antón FERROL / LA VOZ

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Olivia, fotografiada en el campus de Ferrol, con la Facultad de Humanidades y Documentación de fondo
Olivia, fotografiada en el campus de Ferrol, con la Facultad de Humanidades y Documentación de fondo JOSE PARDO

Convertirse en universitaria en Ferrol ayudó a Olivia a salir de una depresión tras quedarse viuda a los 43 años y con cuatro hijos. Tiene un expediente brillante y en breve obtendrá su título

17 ene 2024 . Actualizado a las 22:06 h.

Estudia tanto y le pone tantas ganas que sus hijos a veces se meten con ella y le dicen que parece la «típica empollona repelente de la clase». «Empollona reconozco que sí lo soy, pero repelente espero que no», comenta entre risas Olivia Barbero Bernabé, madre de cuatro hijos de entre 27 y 14 años y estudiante de cuarto curso del grado de Gestión Digital de Información y Documentación en el campus de Ferrol. Al filo de los 50 años, a Olivia le quedan ya pocos meses para despedirse de la universidad y graduarse con uno de los expedientes más brillantes de su promoción (en estos años ha cosechado una matrícula de honor, 13 sobresalientes y 17 notables), donde es la alumna de más edad. «Todos mis compañeros son veinteañeros, pero eso nunca ha supuesto un problema para mí, solo me siento mayor al ponerme frente al espejo», apunta esta andaluza de Alcalá de Guadaíra (Sevilla) afincada en Ferrol desde hace ya tres décadas.

Olivia confiesa que se siente «ilusionada» y «orgullosa» de estar a las puertas de convertirse en titulada universitaria, porque era algo que había anhelado y no consiguió de joven. «Yo siempre quise hacer Historia, pero mis padres me obligaron a matricularme en Empresariales, porque pensaban que así conseguiría trabajo en alguna de las dos empresas que había en mi pueblo (Gillete y Roca), pero no me gustó nada la carrera y al año lo dejé», rememora.

Después ingresó en la Marina y hasta formó parte de la primera dotación femenina de fragata Reina Sofía (F-84), pero el amor se cruzó en su camino, y tras un casarse con su marido —ferrolano y también marino—, al cabo de un año abandonó la vida militar para establecerse en Ferrol y volcarse en su familia.

Pero en el 2003, cuando su primera hija tenía ya siete años, Olivia decidió retomar su vida laboral. Comenzó a trabajar como secretaria en un despacho de abogados de Ferrol y fue ahí donde le volvió a picar el gusanillo por los estudios. Durante los quince años que estuvo en ese despacho, tuvo a sus otros tres hijos, y al mismo tiempo que trabajaba, se sacó un curso de Historia y tres de Derecho por la UNED. «Al nacer mi cuarto hijo, tuve que dejar los estudios porque ya no podía con todo», explica Olivia, que al cabo de ocho años se vio obligada a dejar también el trabajo por un inesperado y duro golpe que le dio la vida. «En octubre del 2018 mi marido falleció de un cáncer fulminante, mis hijos me necesitaban y tuve que dejar el despacho. Fue una época muy difícil, porque al verano siguiente también murió mi madre de cáncer».

JOSE PARDO

Pero, por suerte para ella, un buen amigo, su «ángel de la guarda», le ayudó a salir del hoyo: «Su hija se iba a apuntar en Documentación, era el último día para formalizar la matrícula, y me dijo: ¿Por qué no te matriculas tú también? Pensó que me vendría bien para mantener la cabeza ocupada, y aunque yo no estaba muy convencida, al final le hice caso y me apunté. Entré de rebote, pero luego me encantó la carrera y puedo decir que volver a estudiar me ha dado la vida y me salvó de la depresión», apunta la alumna.

Eso sí, Olivia reconoce que al principio no fue fácil. Confiesa que pensó en tirar la toalla tras catear el primer parcial que hizo —«era de Informática, nunca lo olvidaré»—, pero decidió seguir adelante, y desde entonces, no volvió suspender ni una sola vez. Ha aprobado todas las asignaturas en primera convocatoria y ha aprovechado al máximo las oportunidades que le ha brindado la universidad. «El curso pasado hice prácticas en la Biblioteca del Patín, y después, en verano, en el departamento de Documentación de la TVG en Santiago», explica al tiempo que agradece la acogida y lo mucho que aprendió en los dos sitios.

Aunque Olivia asegura que se siente como una más entre sus compañeros, reconoce que hay aspectos en los que sí advierte la brecha generacional. «A lo largo de estos años me ha sorprendido la falta de respeto de algunos alumnos hacia los profesores, que les dé igual llegar tarde a clase o no entregar a tiempo los trabajos. Es como si se tomasen la universidad como una prolongación del bachillerato, algo que yo no percibía cuando empecé Empresariales hace treinta años. Nos dan muchísimas facilidades, pero muchos alumnos no las aprovechan», reflexiona.

Tras los exámenes de enero, a esta universitaria ya casi «cincuentañera» (todavía tiene 49) le esperan unas prácticas en la biblioteca de Exponav, más clases en la «uni» y bucear en archivos y bibliotecas para su trabajo fin de grado (TFG), que versará sobre la «mala mujer» en las relaciones de sucesos (proto-periodismo) de los siglos XVI y XVII. Irradia ilusión y ya sueña con lo que hará tras obtener el título: «Sé que por mi edad lo tengo complicado, pero me encantaría trabajar en un archivo histórico, como documentalista en una empresa o como becaria en algún proyecto de investigación de la universidad».