«Houbo anos que cociñei para 27 vodas no mes de decembro»

a. f. c. CABANAS / LA VOZ

CABANAS

CESAR TOIMIL

La fundadora, junto a su marido, del hotel Iberia, relata una vida de trabajo y sacrificio, sin perder la alegría

13 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando María Dolores Cabana Díaz, Maruja, se sentó ayer a la mesa del Xantar Solidario organizado por el Concello de Cabanas, en el local de la SCRD San Mamede de Laraxe, ignoraba que iba a ser ella, con 80 años, la homenajeada de esta edición, en representación de todas las mujeres trabajadoras de este municipio. Nació en Miño, su padre era el encargado del aserradero y su madre atendía la casa, los hijos, los animales y el terreno. Un accidente truncó la vida de su progenitor y, con solo siete años, siendo la mayor de tres hermanas, tuvo que abandonar la escuela para ayudar a su madre en el campo. En un baile de la parroquia, con apenas 18 años, conoció a Manolo, con quien no tardó en casarse y mudarse a Andrade, en Campolongo. «Coa dote, unha vaca, e coa cría que deu mercamos un terreo, e con 60.000 pesetas que pedimos prestadas comezamos a construír a casa», relata. En el bajo montaron el negocio, la barbería de Manolo y el bar que regentaría Maruja, al tiempo que criaban a sus dos hijos.

La joven pareja trabajó duro, con jornadas de 18 horas, «xuntando» para aumentar el negocio, que se transformó en restaurante con la ayuda del chófer y el ayudante de la línea de autocar Ferrol-A Coruña. Paraban a diario en el establecimiento, sucumbieron a las habilidades culinarias de Maruja y empezaron a realizar encargos que, poco a poco, fueron aumentando, cada vez con mayor número de clientes. Los callos, la carne asada y la merluza eran los platos estrella de la cocinera, y en los veranos la plantilla llegó a 30 personas.

La fama, por el buen hacer de esta mujer, convirtió el local en referencia para la celebración de banquetes nupciales y muchas parejas de la zona eligieron este restaurante para su casamiento. «Houbo anos que cociñei para 27 vodas no mes de decembro, cando regresaba a xente emigrada; e no verán houbo semanas de ata cinco banquetes», repasa. En la década de los 70, ella y su marido compraron el hotel Avisinio, de ocho habitaciones, que bautizaron como Iberia y pasó a 86. Maruja, que seguía al frente de la cocina del restaurante, sacaba tiempo para coser la ropa de las camas, las mantelerías, las cortinas o las toallas. La vida le propinó un nuevo golpe, el peor, con la muerte de Manolo, con 55 años. «Acabóuseme a vida», recuerda.

Pero la vida continuó y ella siguió trabajando, tanto que el cuerpo se resintió, pero ni siquiera las 12 intervenciones quirúrgicas a las que se ha sometido le han hecho perder el ánimo. Nunca ha estado de baja -«había que traballar»- y la suya «é unha xubilación a medias», como destacaron ayer en el acto de homenaje. Y es que Maruja vive en el hotel, conversa a diario con los clientes de la cafetería, continúa cocinando y haciendo las tareas que le permiten. Toda una vida de trabajo y sacrificio no le ha hecho perder las ganas ni la alegría, como demostró ayer, rodeada de unas 180 personas.