¿Por qué tengo tanta hambre?

FERROL CIUDAD

La respuesta la tienen los psicólogos, y cuentan que un apetito exagerado suele estar relacionado con las emociones

20 mar 2016 . Actualizado a las 09:35 h.

La mayor parte de los planes de adelgazamiento que diseña la dietista Ana Golpe comienzan con una charla que trata de apaciguar los nervios ante una pregunta que escucha muy a menudo: ¿Por qué tengo tanta hambre? El psicólogo Alexandre Lamas asegura que también debe responderla mucho en sus consultas en las que constata un incremento de desórdenes alimenticios: «Cada vez se dan más casos de personas con trastornos de la conducta alimentaria relacionados con la ansiedad; como la bulimia, dónde la persona se da grandes atracones para intentar sentirse bien y después, se siente tan mal por haber comido en exceso, y por el miedo a engordar, que se purgan provocándose el vómito. O el trastorno por atracón, en el individuo lo que hace es darse atracones y después, por lo mismo que en el caso anterior, se someten a dietas muy restrictivas», detalla el psicoterapeuta que consulta en Ferrol. La dietista Ana Golpe (del centro Hipersalud de A Coruña) añade que «la mayoría de las personas del primer mundo tiene reservas suficientes para hacer dieta sin pasar hambre, así que cuando creemos que necesitamos un determinado alimento es ansiedad, no necesidad de comer». 

Así las cosas, ¿Cómo se puede controlar esta situación? «Por suerte, evitar que estos problemas no lleguen a darse o corregirlos es posible: primero, tomando conciencia de lo que implica; y después, trabajando para aprender a manejar de manera más efectiva nuestras preocupaciones y nuestras emociones, buscando nuevas fuentes de satisfacción y aprendiendo a obtener placer con otros aspectos de la vida», propone Lamas, que alerta de que se puede ser adicto a la comida.

Golpe explica que algunas personas tienen la misma sensación que un fumador  hacia el tabaco con determinados alimentos: «El hidrato de carbono crea dependencia y cada vez se necesita más cantidad cuando hay ansiedad, el objetivo no es hacer dieta, el objetivo pasa por llevar una vida sana, algo que no tiene que implicar demasiadas privaciones. Se pueden hacer concesiones con cosas que disfrutemos, por ejemplo, los fines de semana, pero sin que se conviertan en una vía de escape». Esta experta alerta contra determinados productos que se publicitan como ligeros, pero que no solo son o de bocados, como un bombón, que pueden parecer una ingesta de pocos gramos, cuando no es así: «Hay que pensar en las calorías que estamos tomando, no en la cantidad. O tener claro que es una barbaridad tomarse una tableta de chocolate de una sentada. Sería como beber una botella de vino de un golpe». Antes que dietas estrictas que tienden a generar en esa sensación de hambre ?y que realmente es ansiedad? esta dietista propone trucos como platos de verduras con especias como el curri y menús sanos que no sean aburridos.

Alexandre Lamas reconoce que ante un día duro en el trabajo o una bronca del jefe «estamos deseando llegar a casa y arrasar con el frigo, pero hay otros métodos para controlar la ansiedad más efectivos: hacer deporte, quedar con amigos, leer, viajar, en resumen, hacer desaparecer las fuentes de estrés de nuestra vida. Requieren algo más de esfuerzo y la recompensa no es tan inmediata. Por eso, en la serie Friends, cada vez que Rachel y Ross rompían, Rachel se atiborraba de helado».

Opiáceos naturales

Lamas relata que cuando nuestros antepasados necesitaban cazar para sobrevivir, los alimentos calóricos escaseaban y eran muy valiosos para el organismo. «Cada vez que lográbamos hacernos con esos azúcares o grasas o nos llenábamos el estómago, nuestro cerebro nos recompensaba segregando endorfinas, unos opiáceos naturales que nos hacen sentir bien un ratito. La naturaleza se aseguraba así de que nos esforzaríamos más por conseguir ese  alimento tan escaso que otros que abundaban más y que además procuraríamos comer todo lo que pudiésemos, porque en la época en la que eramos cazadores podía ocurrir que no volviésemos a encontrar nada que comer en un par de días». Algo que hace siglos que ya no es necesario.