Océano

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

03 feb 2017 . Actualizado a las 23:31 h.

Son ya casi diez años los que han pasado desde que el poeta Ramiro Fonte marchó a lo que nosotros llamamos muerte. Y tal como cabía suponer, su figura, a través de esa forma de eternidad que son los libros, ha seguido agradándose, hasta ocupar hoy uno de los lugares más relevantes de la literatura atlántica. Suele decirse que cuando un escritor fallece pasa, al menos durante una década, por un cierto purgatorio, en el que el olvido pone a prueba la verdadera calidad de lo que dejó escrito. Pero con Ramiro no ha sucedido eso: sus versos siguen absolutamente vivos entre quienes aman la poesía, y bastantes de ellos son cantados. Algunos, por la Rondalla del Club de Campo, sin ir más lejos. No está de más recordar que a partir del año próximo, del 2018, Fonte, que era un poeta eumés y de Ferrol al mismo tiempo, ya podrá ser, oficialmente, candidato al Día das Letras Galegas. Un reconocimiento que no solo merece su poesía, sino también su prosa -la trilogía a la que él bautizó como Vidas de infancia es un verdadero monumento literario-, y que vendría a reconocer, entre otras cosas, la universalidad de una literatura en la que jamás hubo concesión alguna. Una literatura que siempre buscó la trascendencia, lejos de los aplausos y de los premios. A Bonifacio Borreiros, que fue uno de los más grandes amigos del poeta, le gustaba mirar con Ramiro, desde la costa de Ferrol, especialmente donde los acantilados y el mar se abrazan, la inmensidad del Océano. Miraban el mar... y después hablaban mucho de sus tiempos de estudiantes en Santiago de Compostela. Tengo la intuición, no sé por qué, de que hoy siguen haciéndolo desde lo alto, entre las estrellas.