Un caballero

Ramón Loureiro Calvo
Ramón Loureiro CAFÉ SOLO

FERROL CIUDAD

10 mar 2017 . Actualizado a las 23:52 h.

Es muy de celebrar que el Museo Naval de Ferrol, ese tesoro de la ciudad que tiene por marco el antiguo Penal de San Campio, albergue ahora tres de las últimas obras de Miguel Fernández, pintor -y también poeta, además de almirante de la Armada- que supo captar como pocos la siempre cambiante luz de ese océano casi infinito al que él, como es natural, llamaba la mar. Se trata de tres murales, de vocación claramente didáctica, destinados a dar a conocer cómo era, en realidad, a bordo, el día a día de las gentes de la Armada en el tiempo de los grandes veleros. Ese tiempo, todo sea dicho de paso, en el que Ferrol fue una base naval admirada en el mundo entero. Los murales estarán allí, permanentemente, en régimen de cesión -tal y como su autor deseaba-, para que cuantos deseen verlos puedan contemplarlos. Pero además el Museo Naval tiene previsto inaugurar en abril una muestra de acuarelas de Miguel: las pertenecientes a la serie Dos días de gloria, que iluminaron el libro dedicado a la Batalla de Brión. «No soy uno de esos hombres que se derrumban fácilmente», solía decir el almirante Fernández, verdaderamente un ilustrado y, por encima de cualquier otra cosa, un caballero que frente a la adversidad mantuvo siempre la cabeza alta. Me viene ahora a la memoria una larga conversación con él en Mondoñedo, a propósito de un texto de Fray Antonio de Guevara que a mí me había pasado desapercibido: aquel Arte de marear que al almirante le hacía muchísima gracia por cómo el obispo va contando, en el siglo XVI, lo duro que se le hacía navegar, incluso en calidad de pasajero. Era un gran hombre, Miguel. Me acuerdo de él muchas veces.