«Yo nací en Madrid, pero siempre he sido un ferrolano de pura cepa»

FERROL CIUDAD

R. loureiro

Pintor y miembro de la primera plantilla de Astano, a sus 95 años, Rafael Castro, dueño de una prodigiosa memoria, recuerda el pasado con emoción

19 mar 2017 . Actualizado a las 05:00 h.

Ya lo dice él mismo, para que no haya lugar a equívocos: «Yo nací en Madrid, pero siempre he sido un ferrolano de pura cepa». Rafael Castro Estévez vino al mundo en el año 1922. Y aunque eso sucedió en Madrid, efectivamente, su familia se trasladó a Galicia cuando él apenas contaba seis años de edad, y aquí pasó la mayor parte de su vida. Ahora tiene su casa en A Coruña, pero vuelve a Ferrol constantemente. Ya no pinta más que para sí mismo, pero todavía no ha dejado los pinceles. Pero sigue siendo el Rafael de toda la vida. Excelente conversador, lo casi inagotable de sus recuerdos -que conserva intactos- lo convierte en una auténtica biblioteca viviente.

-¿Cuántos eran ustedes en la primera plantilla de Astano?

-Éramos veintisiete. Y lo sé muy bien, porque además yo, que era el administrativo, fui el que me encargué de hacer la numeración. Fue en el año 1941. Y el último número lo dejé para mí, antes fui dando todos los demás.

-¿Y a quién le colocó el número uno?

-Pues a un hijo del dueño del astillero que había antes de Astano. Y a su hermano, el dos. Los restantes números los fui poniendo por gremios. A tu abuelo, al Señor Constante, que ya había trabajado también en el otro astillero, con Ramón o dos Barcos, no recuerdo que número le tocó, pero tuvo que ser entre el tres y el diez, porque era carpintero, y a los carpinteros los puse antes.

-Astano fue una parte muy importante en su vida, claro...

-Importantísima. Y sigo sintiendo a Astano como algo propio. Ten en cuenta que allí pasé, trabajando, 43 años, porque entré a los 19 y salí con 61, y la verdad es que yo vi todos los cambios. En muy pocos años pasamos de ser esas 27 personas de las que te hablaba a convertirnos en una plantilla de ocho mil trabajadores.

-¿Cómo fueron los inicios?

-Pues muy duros. Los comienzos fueron dificilísimos. En 1941 era muy duro todo. Había mucha hambre. Y yo recuerdo que nosotros, en la oficina, comíamos cacahuetes todo el tiempo, porque cacahuetes sí que había, no sé por qué, los traerían de algún lado. Y mira, pues eso... mejor que nada. Pero después las cosas mejoraron enseguida. Astano fue un sueño. ¿Sabes qué fue de verdad lo malo...?

-No, dígame usted.

-Que Astano pasase a ser una empresa pública. Mientras estuvo en manos privadas supimos hacerle frente a todo. Pero más tarde todo fue a peor. Cada vez peor. Siempre que lo pienso en ello me da pena. Pero yo acabé prejubilándome. Después procuré ser útil en lo que pude, como al frente de la Cocina Económica, y me volqué en la pintura.

-Pero dice que nunca volverá a hacer una exposición.

-No, nunca volveré a exponer lo que pinto. A mis 95 años eso también quedó atrás.